En el corazón del conflicto palestino-israelí, la frase «nunca más un holocausto», resonante y cargada de un profundo significado histórico, parece haber perdido su resonancia y fuerza. Casi ochenta años después de que el mundo prometiera recordar y evitar la repetición de los horrores del Holocausto, la realidad en la Franja de Gaza presenta un escenario desoladoramente diferente. La periodista y activista palestina Afaf Al-Najjar, en su obra de opinión para Aljazeera, trae a colación esta dolorosa ironía, preguntando dónde está el ‘nunca más’ para Gaza.
La historia de Gaza en las últimas décadas ha sido una de aguda desesperación y sufrimiento. La última ola de agresión israelí contra el pueblo de Gaza, que marca un centenario de días de exterminio implacable, pone en tela de juicio la sinceridad de la promesa global de «nunca más». En estos cien días, se ha visto a palestinos exterminados de formas brutales: bombardeos, disparos, hambre y enfermedades evitables, un asedio que ha convertido a Gaza en un moderno gueto.
¿Nunca más un holocausto?
Afaf Al-Najjar enfatiza que este asedio no es solo físico sino también psicológico y socioeconómico. Israel ha controlado casi todos los aspectos de la vida palestina, desde la alimentación hasta el amor, buscando no solo el control territorial sino también un desmantelamiento de la identidad y la cohesión palestina. En este entorno, la política de división, la dependencia económica y la devastación agrícola han tenido efectos catastróficos, dejando a los palestinos en un estado de vulnerabilidad y dependencia; menguados o agónicos imposibilitados en pensar que alguna vez un grupo de países arrepentidos juraron nunca más un holocausto.

La situación en Gaza, particularmente en los últimos cien días, ha sido descrita por algunos como genocidio. Israel, en su intento de controlar y someter, ha recurrido a tácticas que incluyen el asedio económico, restricciones severas a los recursos básicos como alimentos y agua, y ataques indiscriminados. Estas tácticas no solo buscan debilitar físicamente a la población, sino también quebrantar su espíritu y resistencia.
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Ni siquiera a empatía
La ironía de esta situación es que los ancestros de parte de la población israelí experimentaron horrores similares durante el Holocausto. Los guetos y campos de concentración, donde se utilizó el hambre y la violencia como herramientas de control y deshumanización, encuentran un eco siniestro en la Gaza actual. En este contexto, la promesa de «nunca más un holocausto» se convierte en una amarga burla para los palestinos, que han visto cómo el mundo ha fallado en protegerlos y en detener a sus opresores.

Las imágenes de Gaza hoy reflejan las sombras de un pasado oscuro. La comunidad internacional, en su mayoría, ha permanecido en silencio o ha sido ineficaz en detener la espiral de violencia. Este silencio y falta de acción han sido devastadores, no solo en términos de vidas perdidas y sufrimiento causado, sino también en el mensaje que envía a las futuras generaciones sobre la validez y el peso de las promesas globales.
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Sudáfrica está de pie
No obstante, hay destellos de esperanza. La reciente acción de Sudáfrica de llevar a Israel ante los tribunales por acusaciones de genocidio muestra que aún existe la voluntad de defender los principios de justicia y humanidad. Este acto de valentía puede no solo reavivar la promesa de «nunca más «, sino también servir como un llamado a la acción para el resto del mundo.
La realidad en Gaza desafía la promesa de «nunca más un holocausto». En lugar de ser un recordatorio de los horrores pasados, se ha convertido en un testimonio de la repetición de esos horrores en una nueva forma y contexto. La comunidad internacional debe reflexionar sobre su papel y responsabilidad en este conflicto. «Nunca más» no puede ser solo una frase; debe ser una promesa vivida, una que se defienda y se haga realidad para todas las personas, en todos los rincones del mundo.
Este desequilibrio en la aplicación de los principios de justicia y humanidad plantea preguntas profundas sobre la equidad y la imparcialidad en la política internacional. ¿Cómo puede ser que las voces de las víctimas en un lugar resuenen en todo el mundo mientras que en otro lugar se silencian o ignoran? La lucha en Gaza no es solo una cuestión de conflicto territorial o político; es una prueba de la integridad y la sinceridad de la comunidad internacional en su compromiso con los derechos humanos y la prevención de genocidios. El caso de Gaza pide una reflexión seria sobre cómo el mundo percibe y responde a diferentes crisis humanitarias y, lo que es más importante, cómo puede hacer honor a la promesa de «nunca más un holocausto» en todos los contextos, sin favoritismos ni sesgos.