MAGA es la Perestroika de EE.UU. que transforma a millonarios tecnológicos en una mafia

MAGA es la Perestroika de EE.UU. porque, al igual que aquella transformación estructural que desmanteló la Unión Soviética y abrió las puertas al caos del capitalismo salvaje ruso, este movimiento ha generado una mutación política y económica sin precedentes en el corazón del mundo capitalista. Bajo el paraguas del eslogan “Make America Great Again”, se ha producido una redistribución de poder que no obedece a los principios clásicos del libre mercado ni al Estado de derecho, sino a las reglas del clientelismo, la extorsión y la idolatría narcisista. El resultado: una camada de magnates tecnológicos que, lejos de representar la innovación o el progreso, se han convertido en una nueva clase mafiosa con tentáculos en los medios, la política, las plataformas digitales y hasta en la conversación cultural, modulando el relato público con la misma impunidad con la que los oligarcas rusos saquearon las empresas del Estado soviético.

El análisis de esta metamorfosis fue adelantado con precisión quirúrgica por Víctor Lapuente en su artículo de opinión titulado: “Aranceles del rey Midas”, publicado en El País. Lapuente, oriundo de Chalamera (Huesca), doctor en ciencias políticas por la Universidad de Oxford y catedrático en la Universidad de Gotemburgo y ESADE, colabora con la Cadena SER y es miembro del consejo asesor de KSNET. En su pieza, sostiene que el modelo de Trump no es el del negociante hábil ni el del político populista tradicional, sino el de un auténtico jefe mafioso que premia con aranceles y castiga con represalias, en una lógica perversa que convierte al Estado en una maquinaria al servicio de sus intereses y de los de sus aliados económicos.

MAGA es la Perestroika de EE.UU.

La mafia, históricamente, se ha caracterizado por su capacidad para fundirse con las estructuras formales sin necesariamente tomar el poder político directo. MAGA, como fenómeno, ha superado esa lógica. Se ha apoderado del poder institucional no para transformarlo en función del bien común, sino para desdibujar la frontera entre lo público y lo privado. Elon Musk, que alguna vez fue el niño prodigio de Silicon Valley, es hoy el símbolo de esta mutación. Su ascenso meteórico como icono del pensamiento supuestamente libertario es, en realidad, una cobertura sofisticada de una red clientelar alimentada por contratos públicos, favores fiscales y relaciones personales con figuras clave del trumpismo. MAGA es la Perestroika de EE.UU. porque ha instalado una lógica de saqueo disfrazado de renovación, donde los nuevos empresarios no construyen instituciones, sino que las corrompen desde dentro, en nombre de una supuesta guerra contra el establishment progresista.

El análisis de esta metamorfosis fue adelantado con precisión quirúrgica por Víctor Lapuente en su artículo de opinión titulado: “Aranceles del rey Midas”, publicado en El País
En su pieza, sostiene que el modelo de Trump no es el del negociante hábil ni el del político populista tradicional, sino el de un auténtico jefe mafioso que premia con aranceles y castiga con represalias, en una lógica perversa que convierte al Estado en una maquinaria al servicio de sus intereses y de los de sus aliados económicos. Ilustración MidJourney

El modelo económico que Trump ha defendido con ahínco no responde a una teoría estructurada de libre comercio o proteccionismo nacionalista. Se trata de una economía de amigos, como bien advierte Lapuente. En este sistema, los aranceles son armas, no herramientas. Se utilizan como mecanismos de castigo o recompensa según el grado de lealtad que una empresa o sector le ofrezca al líder. Este principio, esencial en toda organización mafiosa, se ha naturalizado en la política estadounidense bajo la fachada de MAGA. Lo que en América Latina se conoce como «mordida», en Estados Unidos se llama arancel; lo que en Rusia fue privatización a dedo, en EE.UU. es subsidio con narrativa libertaria. El lenguaje cambia, pero la estructura de poder se mantiene idéntica.

El nuevo Kremlin de Mar-a-Lago

MAGA es la Perestroika de EE.UU. porque ha logrado deslegitimar la noción del Estado como árbitro neutral. En su lugar, ha introducido un nuevo contrato social implícito: el éxito ya no es consecuencia del mérito o la competencia, sino de la cercanía al nuevo Kremlin de Mar-a-Lago. A partir de ahí, figuras como Peter Thiel, exfundador de PayPal y uno de los más fervientes promotores del trumpismo tecnológico, han asumido el rol de “comisarios ideológicos” de la nueva oligarquía. Con inversiones estratégicas en medios alternativos, redes sociales y think tanks ultraconservadores, han construido una red de desinformación que convierte a la mentira en un valor bursátil y a la paranoia en política pública. En este contexto, no es casualidad que Trump haya sido retratado en camisetas como Vito o Michael Corleone, o que él mismo haya jugado con la idea de ser Al Capone. No se trata de bromas: es una declaración de principios.

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La dimensión simbólica de MAGA no puede subestimarse. Así como la Perestroika no solo fue una reforma económica sino una transformación ideológica que implicó el derrumbe de toda una cosmovisión, MAGA ha cambiado los valores fundacionales de EE.UU. La libertad, la democracia y la igualdad de oportunidades han sido reemplazadas por el culto a la personalidad, la fidelidad incondicional y la glorificación del éxito económico sin ética. MAGA es la Perestroika de EE.UU. porque ha hecho de la traición al contrato social una forma de lealtad tribal. En este universo, todo se reduce a «nosotros contra ellos», y el «nosotros» son los que tienen acceso directo al poder o a sus beneficios indirectos.

Una lógica corrupta del poder

Las consecuencias de este proceso ya se sienten. La guerra comercial iniciada por Trump ha empobrecido a millones de estadounidenses. Lejos de proteger el empleo local, los aranceles han encarecido productos básicos, fragmentado cadenas de suministro y generado represalias internacionales que han golpeado duramente a sectores agrícolas e industriales. Pero más allá de los efectos económicos, lo más grave es el deterioro institucional: se ha vuelto aceptable que un presidente amenace a empresas en X (antigua Twitter), que decida con arbitrariedad la política fiscal, o que utilice el Departamento de Justicia como herramienta de venganza personal. Y esto ha sido posible porque, como indica Lapuente, la lógica del poder dejó de ser transaccional para volverse corrupta.

MAGA es la Perestroika de EE.UU. porque ha transformado a empresarios que antes representaban el espíritu emprendedor en líderes de clanes corporativos que actúan con la misma lógica territorial que las mafias tradicionales. Musk no es el único. Jeff Bezos, aunque en otra acera política, también ha centralizado poder de forma que recuerda a los zares empresariales. Y nuevos actores como Vivek Ramaswamy o J.D. Vance promueven un modelo de gobernanza donde las fronteras entre el interés corporativo y el interés nacional se disuelven. Es un nuevo ecosistema donde la palabra “innovación” encubre una brutal concentración de poder, y donde la “libertad de expresión” es utilizada como escudo para la manipulación algorítmica masiva.

Bajo el paraguas del eslogan “Make America Great Again”, se ha producido una redistribución de poder que no obedece a los principios clásicos del libre mercado ni al Estado de derecho, sino a las reglas del clientelismo, la extorsión y la idolatría narcisista. El resultado: una camada de magnates tecnológicos que, lejos de representar la innovación o el progreso, se han convertido en una nueva clase mafiosa. Ilustración MidJourney.

Democracia liberal y sus simulacros

Si el siglo XX fue definido por la lucha entre capitalismo y comunismo, el siglo XXI podría quedar marcado por la lucha entre la democracia liberal y sus simulacros. MAGA, con su apariencia populista y su fondo mafioso, es el experimento más exitoso en crear una democracia de cartón piedra: mantiene las formas, pero ha vaciado el contenido. MAGA es la Perestroika de EE.UU. porque, como ocurrió con Rusia, está gestando una élite que se considera por encima de la ley, ungida por un mandato moral divino, aunque sus actos estén guiados por la codicia más secular.

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Quizás, como sostiene Lapuente, la historia ofrezca un consuelo: las mafias, al final, se derrotan a sí mismas. Su falta de propósito común, su codicia ilimitada y su desconfianza crónica las hace implosionar. El problema es el daño que dejan a su paso. La promesa de Trump de hacer grande a América ha desembocado en la creación de un Estado al servicio de los caprichos de una nueva aristocracia tecnológica. Mientras el perfume del crecimiento bursátil se desvanece, el hedor de la corrupción ideológica se vuelve insoportable. Y como el rey Midas, estos nuevos magnates descubren que todo lo que tocan se convierte en oro… para ellos. Pero para el resto, en miseria.

 

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