¿Qué tipo de inteligencia se requiere para gobernar si todos por naturaleza somos perspicaces?

En un mundo donde la perspicacia es una cualidad distribuida más o menos equitativamente entre los individuos, surge una pregunta fundamental sobre la naturaleza de la inteligencia necesaria para gobernar. Esta cuestión, explorada por Santiago Iñiguez de Onzoño, presidente de la IE University, en su contribución a The Conversation titulada: “¿Deben mandar los más inteligentes?”, invita a una reflexión profunda sobre el papel de la inteligencia en la gobernanza y su relación con la meritocracia, la justicia, y la eficacia administrativa. La búsqueda de una respuesta a esta interrogante nos lleva a un viaje a través de la filosofía, la historia, y las ciencias sociales, desafiando las concepciones tradicionales y abriendo el debate sobre qué significa realmente ser “inteligente” en el contexto del liderazgo y la administración pública.

Santiago Iñiguez de Onzoño, al sumergirse en esta temática, no solo revisita las ideas de Platón sobre los reyes filósofos en «La República», sino que también pone en tela de juicio el valor que nuestra sociedad otorga a las diferentes formas de inteligencia. La conversación entre Sócrates y Glaucón, que comienza en un ambiente festivo y se convierte en un debate filosófico sobre la gobernanza ideal, es emblemática de cómo las discusiones intelectuales pueden surgir y ser relevantes en cualquier contexto. La propuesta de Platón de que sólo aquellos dotados con la sabiduría suprema deberían gobernar plantea una premisa intrigante: ¿es la inteligencia cognitiva el único criterio válido para determinar la capacidad de gobernar, o existen otros tipos de inteligencia igualmente o más importantes para esta función?

Una mirada a la inteligencia

La respuesta a esta pregunta se complica aún más al considerar las múltiples formas de inteligencia identificadas en las últimas décadas. Howard Gardner, de la Universidad de Harvard, con su teoría de las inteligencias múltiples, nos recuerda que la inteligencia va más allá de las capacidades lingüísticas y lógico-matemáticas tradicionalmente valoradas por los sistemas educativos y las pruebas de coeficiente intelectual. Las inteligencias interpersonal, intrapersonal, naturalista, y existencial, entre otras, son fundamentales para el desarrollo personal y profesional, y su relevancia para la gobernanza no puede ser subestimada. Estas formas de inteligencia, que abarcan desde la capacidad de entender a los demás hasta la habilidad de reflexionar sobre grandes preguntas existenciales, son esenciales para liderar de manera efectiva y compasiva.

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Santiago Iñiguez de Onzoño, al sumergirse en esta temática, no solo revisita las ideas de Platón sobre los reyes filósofos en «La República», sino que también pone en tela de juicio el valor que nuestra sociedad otorga a las diferentes formas de inteligencia. Ilustración MidJourney

Además, la inteligencia emocional, un concepto popularizado por Daniel Goleman, ha demostrado ser crucial en el liderazgo. La capacidad de reconocer y gestionar las propias emociones, así como las de los demás, es un componente indispensable para crear un entorno laboral saludable, tomar decisiones acertadas y fomentar la confianza y la cooperación entre los miembros de un equipo. Este tipo de inteligencia, que se desarrolla y se aplica a través de prácticas repetidas, es un testimonio de cómo las habilidades emocionales y sociales pueden ser adquiridas y mejoradas, desafiando la noción de que la inteligencia es un atributo fijo y heredado.

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Gobernanza y el entorno

La discusión sobre la inteligencia en el contexto de la gobernanza también debe considerar la influencia del entorno en el desarrollo intelectual. Contrario a la creencia previa de que la inteligencia es mayormente determinada por la genética, estudios recientes sugieren que el entorno puede jugar un papel significativo en su desarrollo. Esto implica que las políticas educativas y sociales tienen el potencial de modificar la distribución y la manifestación de la inteligencia en la población, abriendo nuevas posibilidades para la inclusión y la meritocracia.

En este contexto, la meritocracia de la inteligencia, defendida por algunos como el criterio supremo para la selección de líderes, se ve desafiada por la evidencia de que la inteligencia es multifacética y susceptible de ser moldeada por factores externos. La arrogancia y el elitismo intelectual, que a menudo acompañan a la promoción de una única forma de inteligencia como la base para la gobernanza, son criticados por su simplificación excesiva de la complejidad humana y su exclusión de individuos que podrían ofrecer contribuciones valiosas desde diferentes perspectivas y habilidades.

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La gobernanza efectiva no se basa únicamente en la capacidad cognitiva, sino también en la comprensión profunda de la naturaleza humana, la capacidad de conectar emocionalmente con los demás, y la habilidad para adaptarse y responder a los cambios y desafíos de nuestro tiempo. Ilustración MidJourney.

Diversas formas de sabiduría

La idea de expandir nuestra comprensión de la inteligencia y valorar diversas formas de sabiduría y habilidad es fundamental para encontrar líderes capaces de enfrentar los desafíos contemporáneos. La enseñanza de habilidades empresariales y de innovación, junto con el desarrollo de habilidades de relación y liderazgo, es una tarea que requiere una colaboración estrecha con pedagogos y psicólogos. Esta aproximación holística a la educación y al liderazgo refleja la visión de Platón sobre la inclusión de las Humanidades en la formación de líderes, subrayando la importancia de una comprensión profunda de la condición humana para la gobernanza efectiva.

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El perfil ideal de un líder, entonces, es uno que combina diversas formas de inteligencia, desde la capacidad de tomar decisiones difíciles hasta la habilidad de ganarse la confianza de un amplio espectro de stakeholders. La búsqueda de este líder ideal nos lleva a reconocer la complejidad de la gobernanza en un mundo cada vez más interconectado y diverso, donde la inteligencia emocional, social, y ética son tan importantes como la capacidad cognitiva tradicionalmente valorada.

La inteligencia requerida para gobernar en un mundo donde todos somos perspicaces por naturaleza es aquella que abarca y valora múltiples dimensiones de la inteligencia humana. La gobernanza efectiva no se basa únicamente en la capacidad cognitiva, sino también en la comprensión profunda de la naturaleza humana, la capacidad de conectar emocionalmente con los demás, y la habilidad para adaptarse y responder a los cambios y desafíos de nuestro tiempo. En este sentido, la pregunta

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