Vejez, invisibilidad y la tristeza de un sistema que no tiene empatía con los mayores

La vejez llega con una serie de desafíos inevitables, entre ellos la pérdida de visibilidad en la sociedad y una creciente sensación de vulnerabilidad. En un sistema que frecuentemente carece de empatía con los mayores, estas dificultades se intensifican, llevando a muchos ancianos a experimentar una tristeza profunda y una sensación de abandono. Anne Lamott, una reconocida autora de best sellers del New York Times, aborda esta problemática en su reciente artículo de opinión en The Washington Post, titulado “Invisible y expuesto, pero adaptable, como sólo lo viejo puede serlo”.

Lamott, quien es autora de obras como “Hallelujah Anyway” y “Ayuda, gracias, guau”, ha sido una voz influyente en la literatura contemporánea. En su artículo, destaca cómo la atención que dedicamos a criar a nuestras familias y a nosotros mismos durante décadas actúa como un caparazón protector. Sin embargo, al llegar a la vejez, ese caparazón se desvanece, dejándonos expuestos nuevamente a los duros y arrogantes ojos del mundo. Esta falta de empatía con los mayores se refleja en situaciones cotidianas que pasan desapercibidas para muchos, pero que son sumamente significativas para los ancianos.

No hay empatía con los mayores

Lamott relata una experiencia personal que ilustra perfectamente este punto. Después de años de lucha con problemas de visión, decidió concertar una cita con su oftalmólogo para tratar su ojo seco, una afección que le ha causado gran incomodidad. Sin embargo, la simple tarea de concertar una cita se convirtió en una odisea debido a los nuevos sistemas de la HMO (Organización para el Mantenimiento de la Salud) a la que pertenece desde su niñez. Estos sistemas, diseñados aparentemente para mejorar la eficiencia, terminan siendo un obstáculo para las personas mayores que no están familiarizadas con ellos. Esta falta de adaptación y empatía con los mayores refleja una falla sistémica que necesita ser abordada.

empatía con los mayores
La tristeza y la frustración que Lamott experimenta en su relato son compartidas por muchos mayores que se enfrentan a un sistema insensible. Esta falta de empatía con los mayores se convierte en una barrera más en sus vidas, haciendo que tareas simples se conviertan en desafíos significativos. Ilustración MidJourney

Lamott describe cómo, después de estar en espera durante 45 minutos, decidió ir personalmente al centro médico, solo para encontrarse con una recepción fría y deshumanizante. Una recepcionista mayor, visiblemente malhumorada, y una joven que apenas parecía tener 15 años, fueron su único contacto humano. Esta escena no solo refleja la frustración de Lamott, sino que también evidencia una verdad más amplia: el sistema de salud, y en extensión la sociedad, a menudo trata a los mayores como una carga, ignorando sus necesidades específicas y su dignidad.

Historia de la burocracia

La situación se agravó cuando, después de casi dos horas en espera, Lamott finalmente consiguió hablar con una enfermera asesora. En lugar de recibir la ayuda y comprensión que necesitaba, fue reprendida por no seguir al pie de la letra las instrucciones médicas anteriores. Este episodio, lejos de ser aislado, es un reflejo de cómo muchos ancianos son tratados en el sistema de salud: con indiferencia y falta de comprensión. La empatía con los mayores, una cualidad esencial en cualquier sociedad parece estar ausente en muchos niveles de nuestro sistema actual.

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Lamott utiliza su experiencia para destacar un punto crucial: la adaptabilidad de los mayores frente a un sistema que a menudo los margina. Comparando su resiliencia con las polillas moteadas de Inglaterra que se adaptaron al hollín de la era industrial, Lamott subraya cómo las personas mayores han aprendido a adaptarse a las circunstancias cambiantes, ya sea con bifocales, audífonos, o cualquier otro dispositivo que les permita mantener su calidad de vida. Esta adaptabilidad, sin embargo, no debería ser una excusa para que la sociedad y el sistema de salud se desentiendan de sus responsabilidades hacia los ancianos.

Deshumanización en los servicios

La tristeza y la frustración que Lamott experimenta en su relato son compartidas por muchos mayores que se enfrentan a un sistema insensible. Esta falta de empatía con los mayores se convierte en una barrera más en sus vidas, haciendo que tareas simples se conviertan en desafíos significativos. La historia de Lamott no es única; representa a miles de personas mayores que luchan diariamente con un sistema que parece estar diseñado para excluirlos más que para ayudarlos.

empatía con los mayores
La vejez no debería ser sinónimo de invisibilidad y tristeza. La historia de Lamott es un recordatorio poderoso de que la empatía con los mayores es esencial para construir una sociedad justa y compasiva. Al prestar atención a sus necesidades y tratarlos con el respeto y la dignidad que merecen, podemos crear un sistema que realmente funcione para todos. Ilustración MidJourney.

La situación descrita por Lamott nos lleva a reflexionar sobre la importancia de la empatía y la necesidad de reformar los sistemas actuales para que sean más inclusivos y considerados con las necesidades de los mayores. La experiencia de Lamott en el centro médico es un claro ejemplo de cómo la deshumanización y la falta de empatía pueden afectar negativamente a las personas mayores. A pesar de estos desafíos, Lamott demuestra una capacidad notable para encontrar pequeños momentos de gratitud y esperanza, incluso en medio de la adversidad.

El trato hacia los ancianos

En su relato, Lamott describe cómo, después de todo el calvario, una joven recepcionista le mostró amabilidad y le proporcionó un teléfono para llamar a la enfermera asesora. Este pequeño gesto de empatía tuvo un impacto significativo, demostrando que incluso en un sistema frío y despersonalizado, los actos de bondad pueden marcar la diferencia. Esta interacción subraya la importancia de la empatía con los mayores, no solo en el ámbito profesional, sino en nuestras interacciones diarias.

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La historia de Anne Lamott es un llamado a la acción para que tanto el sistema de salud como la sociedad en general reconsideren su trato hacia los ancianos. La empatía con los mayores no es solo un acto de compasión, sino una obligación moral de una sociedad que valora a todos sus miembros. Al reformar nuestros sistemas y actitudes, podemos garantizar que los ancianos no solo sean visibles, sino también respetados y cuidados con la dignidad que merecen.

La vejez no debería ser sinónimo de invisibilidad y tristeza. La historia de Lamott es un recordatorio poderoso de que la empatía con los mayores es esencial para construir una sociedad justa y compasiva. Al prestar atención a sus necesidades y tratarlos con el respeto y la dignidad que merecen, podemos crear un sistema que realmente funcione para todos. La resiliencia y adaptabilidad de los mayores son dignas de admiración, pero no deberían ser una excusa para la indiferencia sistémica. Es hora de que reconozcamos su valor y trabajemos para mejorar su calidad de vida, asegurando que nunca más se sientan invisibles o desatendidos.

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