“Acordate de los lava jatos”: Daniel Ortega descalificó a Lula como actor impoluto en caso Venezuela

Daniel Ortega no dejó lugar a dudas. En la cumbre telemática de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA-TCP), el presidente de Nicaragua lanzó un virulento ataque contra su otrora aliado, Luiz Inácio Lula da Silva, descalificándolo como un actor imparcial en la crisis venezolana. Ortega, en un tono que mezclaba rabia y desafío, aprovechó el escenario para recordar al líder brasileño uno de los escándalos más sonados de la política sudamericana: el caso Lava Jato. “Acordate de los lava jatos”, espetó Ortega, dejando en claro que no considera a Lula un interlocutor válido ni mucho menos un defensor intachable de la democracia.

El autor original de esta cobertura, Wilfredo Miranda Aburto, un reconocido periodista nicaragüense exiliado en Costa Rica, ha dedicado años a documentar las violaciones de derechos humanos en Centroamérica. El colaborador de EL PAÍS, Miranda Aburto, ha recibido premios como el Ortega y Gasset y el Rey de España por su trabajo periodístico. En su reciente artículo titulado “Daniel Ortega arremete contra Lula y lo acusa de corrupto por su posición ante las elecciones venezolanas”, publicado en el portal de EL PAÍS, se detalla cómo Ortega ha intensificado su retórica beligerante contra Lula, quien ha intentado posicionarse como mediador en la conflictiva región.

Daniel Ortega descalificó a Lula

La cumbre del ALBA-TCP del pasado 26 de agosto no solo fue escenario de un discurso encendido por parte de Ortega, sino que también dejó al descubierto las profundas grietas en la relación entre Managua y Brasilia. Ortega, acompañado por su esposa Rosario Murillo, no escatimó en palabras para expresar su descontento con Lula, a quien acusó de estar «arrastrándose» ante los intereses extranjeros. Este ataque verbal es la culminación de una serie de desencuentros que se venían gestando desde que Lula exigió a Nicolás Maduro la presentación de las actas electorales de los cuestionados comicios presidenciales del 28 de julio.

El caso Lava Jato, que Ortega usó como arma arrojadiza, sigue siendo un recordatorio de que, en la política, como en la vida, los viejos amigos pueden convertirse en los enemigos más amargos. Ilustración MidJourney

El distanciamiento entre los dos líderes de izquierda no es un fenómeno nuevo. Desde que Lula intentó mediar entre el régimen de Ortega-Murillo y la comunidad internacional, particularmente tras el encarcelamiento del obispo Rolando Álvarez, las relaciones entre Nicaragua y Brasil han estado en un proceso de deterioro. En una entrevista con corresponsales extranjeros, Lula lamentó que Daniel Ortega no le atendiera el teléfono cuando intentó intervenir a favor del obispo, quien fue condenado a 26 años de cárcel bajo cargos de traición a la patria. Esta falta de comunicación fue interpretada por Lula como un signo de que el sandinista se había apartado de los ideales revolucionarios que alguna vez compartieron.

Entre fuego amigo

La respuesta de Daniel Ortega a Lula en la cumbre del ALBA-TCP fue un ejemplo claro de cómo la diplomacia puede convertirse en un campo de batalla cuando los intereses políticos y personales se entrelazan. Ortega no solo cerró filas con Maduro y su cuestionada victoria electoral, sino que también dejó claro que, en su opinión, Lula ha dejado de ser un aliado confiable en la región. “Te estás arrastrando también, Lula”, sentenció Ortega, en un tono que denotaba más que desilusión, una traición percibida. Este discurso marca un punto de no retorno en las relaciones entre Nicaragua y Brasil, que ya habían sido gravemente dañadas tras la expulsión mutua de embajadores.

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Las tensiones entre Managua y Brasilia alcanzaron su punto más álgido cuando el embajador brasileño en Nicaragua, Breno Souza da Costa, no asistió a la celebración del 45 aniversario de la Revolución Sandinista, el pasado 19 de julio. Este hecho fue interpretado por el régimen de Ortega-Murillo como un acto de desplante, lo que llevó a la expulsión del diplomático brasileño y a una respuesta recíproca por parte de Brasil. La salida de los respectivos embajadores marcó el inicio de una ruptura diplomática que se ha ido profundizando, especialmente con los últimos comentarios de Lula sobre la situación en Venezuela y Nicaragua.

Cumbre del ALBA-TCP

A lo largo de su discurso, Daniel Ortega no perdió la oportunidad de recordar a Lula sus propios escándalos, en un intento de socavar la credibilidad del líder brasileño. “Acordate Lula. Te podría mencionar una docena de cosas más”, insistió Ortega, aludiendo al caso Lava Jato, el gigantesco escándalo de corrupción que sacudió Brasil y que empañó la reputación de Lula. Esta mención no fue fortuita; Ortega buscó, con evidente intención, igualar las acusaciones que pesan sobre él y su régimen con las sombras que aún persiguen a Lula.

El ataque de Ortega no solo es significativo por su contenido, sino también por el contexto en el que se produce. Lula, quien ha intentado reconstruir su imagen como un líder progresista y defensor de la democracia en América Latina, ha visto cómo uno de sus antiguos aliados más cercanos lo acusa de ser un “representante de los yanquis en América Latina”. Esta acusación, que en el pasado podría haber sido dirigida a cualquier otro líder de derecha en la región, ahora está dirigida a Lula, un indicio claro de la profunda desconfianza que Ortega siente hacia él.

A lo largo de su discurso, Daniel Ortega no perdió la oportunidad de recordar a Lula sus propios escándalos, en un intento de socavar la credibilidad del líder brasileño. “Acordate Lula. Te podría mencionar una docena de cosas más”, insistió Ortega. Ilustración MidJourney.

Lula está en dificultades

El enfriamiento de las relaciones entre Nicaragua y Brasil no solo afecta a estos dos países, sino que también tiene implicaciones para toda la región. Con la ruptura de uno de los últimos puentes que conectaban a Ortega con la izquierda latinoamericana, se abre un nuevo capítulo en la política regional, donde las alianzas ideológicas parecen ser cada vez más frágiles. Lula, quien ha intentado mantener una postura de equilibrio entre la diplomacia y la defensa de los derechos humanos, se encuentra ahora en una posición difícil, cuestionada tanto por sus antiguos aliados como por la comunidad internacional.

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El reciente ataque de Daniel Ortega contra Lula da Silva no solo marca un deterioro significativo en las relaciones entre Nicaragua y Brasil, sino que también pone de aliviar las tensiones internas que existen dentro de la izquierda latinoamericana. Ortega, quien se ha mantenido en el poder a través de tácticas autoritarias y represión, ve en Lula un traidor a los ideales que alguna vez compartieron. Por su parte, Lula se enfrenta al desafío de mantener su posición como líder progresista en una región donde las lealtades políticas están cambiando rápidamente. El caso Lava Jato, que Ortega usó como arma arrojadiza, sigue siendo un recordatorio de que, en la política, como en la vida, los viejos amigos pueden convertirse en los enemigos más amargos.

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