Luis Brito García: ¿Sabes el valor de la “libra de carne” que saqueó el colonialismo?

El colonialismo dejó una huella imborrable en la historia de la humanidad. La «libra de carne», un símbolo que evoca la inhumana explotación sufrida por millones de personas, sigue resonando en el presente. Luis Britto García, una de las voces más influyentes del pensamiento crítico en Venezuela, ha dedicado su obra a denunciar la crueldad y el saqueo que se cometieron bajo el manto del colonialismo. Su pieza más reciente, alojada en el portal Aporrea, reflexiona sobre las atrocidades que marcaron los siglos de dominación europea y cómo estas aún requieren justicia y reparación. El autor nos recuerda que los crímenes de lesa humanidad cometidos por los poderes coloniales no pueden quedar impunes ni ser olvidados.

Luis Britto García, narrador, ensayista, dramaturgo y autor de más de 90 títulos, ha utilizado su vasta producción intelectual para explorar los múltiples artistas de la historia, la política y la cultura. Entre sus obras más reconocidas se encuentran Rajatabla y Abrapalabra, que le valieron el prestigioso Premio Casa de las Américas en 1970 y 1969, respectivamente. A lo largo de su carrera, Britto García ha publicado con Aporrea, un portal dedicado al periodismo político, donde recientemente escribió el ensayo titulado Reparación para arrancar la mitad del mundo, en el cual desarrolla una crítica contundente al legado del colonialismo, reclamando una reparación. justa por los horrores perpetrados durante ese oscuro capítulo de la historia.

El colonialismo es inolvidable

El colonialismo, según Britto García, no fue simplemente un proceso de conquista territorial, sino una maquinaria de explotación que depredó recursos y vidas humanas. Entre 1492 y los siglos posteriores, decenas de millones de nativos fueron asesinados o esclavizados, mientras que millones de africanos fueron arrancados de sus tierras para ser vendidos como mercancía en un comercio trasatlántico que alimentaba las economías de las potencias europeas. La barbarie de este proceso, subraya el autor, no puede quedar archivada en los libros de historia como un hecho pasado; debe ser reconocida y, sobre todo, resarcida.

Entre 1492 y los siglos posteriores, decenas de millones de nativos fueron asesinados o esclavizados, mientras que millones de africanos fueron arrancados de sus tierras para ser vendidos como mercancía en un comercio trasatlántico que alimentaba las economías de las potencias europeas. Ilustración MidJourney

Britto García señala que, tras la Segunda Guerra Mundial, los juicios de Núremberg establecieron un precedente crucial: los crímenes de lesa humanidad pueden ser castigados retroactivamente. Aunque las leyes que sancionaban tales delitos no existían en el momento en que se cometieron, los aliados argumentaron que ciertos actos, como la violación de soberanía y el genocidio, eran de una naturaleza tan monstruosa que debían ser considerados crímenes internacionales, independientemente de cuándo ocurrieron. Este principio, asegura Britto, es aplicable de igual manera a los crímenes del colonialismo. No basta con que los países colonizadores pidan disculpas al intentar maquillar su historia, es necesario que reparen el daño en términos materiales.

Toneladas de sangre

El colonialismo no solo esclavizó a millones, sino que saqueó vastas cantidades de riqueza de los territorios conquistados. España, por ejemplo, extrajo toneladas de oro y plata de América Latina, contribuyendo a financiar su hegemonía europea durante siglos. Según datos presentados por Britto García en su ensayo, solo entre 1503 y 1660 llegaron a España más de 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata. Estas riquezas no solo alimentaron las arcas de la Corona española, sino que también consolidaron un sistema económico mundial basado en la explotación de los recursos naturales y humanos del Nuevo Mundo.

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A pesar del paso de los siglos, el impacto del colonialismo sigue siendo evidente en la desigualdad estructural que afecta a muchos de los países que fueron colonizados. Britto García sostiene que la reparación no es una cuestión de moralidad, sino de justicia histórica. Algunos países han dado pasos tímidos hacia ese reconocimiento. En 2020, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución que reconocía los sufrimientos infligidos por la esclavitud, la trata de esclavos y el colonialismo. Sin embargo, las medidas adoptadas hasta ahora no han sido suficientes para corregir el inmenso daño causado a generaciones enteras.

Exterminio cultural y social

El colonialismo no solo saqueó recursos materiales, sino que también destrozó culturas enteras, imponiendo lenguas, religiones y formas de vida ajenas a los pueblos originarios. Para Britto García, este proceso de aculturación es uno de los crímenes más grandes cometidos por los imperios europeos. La destrucción de las identidades culturales de millones de personas es una pérdida incalculable que sigue afectando a las sociedades postcoloniales en su lucha por reconstruir sus raíces y su sentido de pertenencia.

La “libra de carne” que se le arrancó a la mitad del mundo no puede ser simplemente olvidada. Las cicatrices del saqueo, la violencia y la explotación siguen siendo visibles en la pobreza, la desigualdad y la marginación que enfrentan muchas de las antiguas colonias. Ilustración MidJourney.

A lo largo de su ensayo, Britto García presenta cifras que ayudan a ilustrar la magnitud del saqueo colonial. Las minas de Potosí, en Bolivia, proporcionaron a la Corona española más de mil doscientos millones de pesos en plata, mientras que las riquezas extraídas de otras regiones del continente americano alcanzaron cantidades igualmente astronómicas. Este flujo de recursos permitió a las potencias coloniales construir sus imperios, mientras que las tierras de donde provenían quedaban empobrecidas y devastadas.

Esclavos y racismo

El costo humano del colonialismo, sin embargo, es aún más impactante que el saqueo de recursos naturales. Britto García recuerda que, además de los millones de nativos americanos exterminados, 60 millones de africanos fueron inmolados en la trata de esclavos. La deshumanización que implicó el colonialismo no solo se materializó en la violencia física, sino también en la ideología racista que legitimó la esclavitud y la explotación de estos pueblos. Esta ideología, lamentablemente, sigue vigente en muchas partes del mundo.

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Para Britto García, el debate sobre las reparaciones debe incluir tanto el reconocimiento de los crímenes del pasado como un compromiso real de los países colonizadores para compensar a las naciones y pueblos que sufrieron bajo su yugo. En su opinión, esto no solo implicaría indemnizaciones económicas, sino también un esfuerzo por restaurar las culturas y tradiciones destruidas durante siglos de dominación.

El colonialismo, concluye Britto García, es una herida abierta que solo podrá sanar cuando las naciones agresoras asuman plenamente la responsabilidad por los crímenes cometidos. La “libra de carne” que se le arrancó a la mitad del mundo no puede ser simplemente olvidada. Las cicatrices del saqueo, la violencia y la explotación siguen siendo visibles en la pobreza, la desigualdad y la marginación que enfrentan muchas de las antiguas colonias. Y hasta que no se haga justicia, el legado del colonialismo seguirá pesando sobre las conciencias del mundo.

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