“Tener un salario mínimo es un error”. Esta frase, expresada por el portavoz presidencial Manuel Adorni en representación del gobierno de Javier Milei, ha generado un intenso debate en Argentina. La declaración no solo desafía los fundamentos tradicionales de la política laboral, sino que también subraya la postura ultraliberal de un gobierno que aboga por la desregulación total de la economía. La afirmación, realizada en una rueda de prensa reciente, reavivó las críticas en torno a las políticas de Milei, quien asumió la presidencia hace un año en un contexto de profunda crisis económica.
La autora que presentó este tema con profundidad es Mar Centenera, corresponsal de El País en Buenos Aires. Con una trayectoria que incluye su paso por la sección internacional del diario Público de Madrid y la Agencia Efe, Centenera es conocida por su análisis incisivo. En su artículo titulado “El Gobierno de Milei asegura que el salario mínimo es un error: ‘Si hay personas dispuestas a trabajar por menos, no las podés contratar’”, la periodista describe cómo esta política no solo refleja la ideología libertaria del presidente argentino, sino que también evidencia las tensiones sociales que atraviesa el país. Centenera detalla que el salario mínimo actual en Argentina, equivalente a 230 dólares, es insuficiente para cubrir la canasta básica, dejando a los trabajadores con ingresos más bajos en una situación de pobreza extrema.
Tener un salario mínimo es un error
Para Milei y su equipo, el concepto de un salario mínimo representa una distorsión del mercado laboral. “Tener un salario mínimo es un error”, reiteró Adorni al explicar que esta política impide que las empresas contraten a personas dispuestas a trabajar por menos, lo que, según ellos, afecta negativamente tanto a los trabajadores como a los desempleados. Este argumento se alinea con la visión de una economía completamente desregulada, donde la interacción entre oferta y demanda determinaría los salarios sin intervención estatal. No obstante, esta posición ha sido duramente cuestionada por sindicatos, académicos y analistas que ven en el salario mínimo una herramienta fundamental para garantizar un piso de dignidad económica.

El impacto de estas políticas ha sido especialmente severo para los trabajadores del sector formal, pero las consecuencias se extienden también al mercado informal, donde casi el 40% de los asalariados no tienen acceso a contratos regulares. En este contexto, la remuneración mínima no solo define los ingresos de los empleados formales, sino que también influye en las jubilaciones y sirve como referencia para millones de personas en situación de precariedad laboral. Así, el salario mínimo es más que un número; es un indicador clave de las profundas desigualdades sociales y económicas que persisten en Argentina.
La inflación es una hidra
Desde que Milei asumió el cargo, el salario mínimo ha experimentado un aumento nominal del 80%. Sin embargo, este incremento ha sido ampliamente superado por una inflación interanual cercana al 120%, lo que significa que el poder adquisitivo de los trabajadores más vulnerables se ha deteriorado aún más. En palabras de Centenera, una familia tipo necesita alrededor de un millón de pesos al mes para cubrir sus necesidades básicas, una cifra que está lejos de ser alcanzada incluso si ambos progenitores perciben el salario mínimo. Ante esta realidad, la frase “tener un salario mínimo es un error” adquiere un tinte paradójico, ya que la eliminación de este piso podría agravar aún más la precariedad económica.
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La postura oficial del gobierno también ha generado una respuesta enérgica por parte de los sindicatos. La Confederación General del Trabajo, la mayor central obrera del país, acusó a la administración de Milei de favorecer sistemáticamente los intereses empresariales en detrimento de los trabajadores. En una reciente negociación, el gobierno decretó un aumento del salario mínimo del 3%, muy por debajo del 70% solicitado por las organizaciones sindicales. Esta decisión fue defendida por Adorni, quien afirmó que la remuneración mínima medida en dólares ha alcanzado su nivel más alto en cinco años, aunque este aumento se debe más a la apreciación del peso que a una mejora real en el poder adquisitivo.
Un peligro su eliminación
Para los críticos, la idea de que “tener un salario mínimo es un error” es un ejemplo de cómo la administración de Milei prioriza los principios teóricos del libre mercado sobre las necesidades prácticas de la población. Los economistas que apoyan esta argumentan que eliminar el salario mínimo incentivaría la creación de empleo y permitiría a las empresas adaptarse mejor a las fluctuaciones del mercado. Sin embargo, otros advierten que esta medida podría llevar a una mayor explotación laboral ya una caída aún más drástica en los niveles de vida de los trabajadores.

El contexto internacional también sirve como punto de comparación. Según Centenera, en países como España, el salario mínimo es cinco veces superior al de Argentina, y los precios de alimentos básicos, aunque más altos en términos nominales, son proporcionalmente más accesibles para los trabajadores. Este contraste pone en evidencia la magnitud del desafío económico que enfrenta Argentina y plantea preguntas sobre la viabilidad de las políticas de Milei en un país donde la pobreza y la desigualdad son problemas endémicos.
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En última instancia, el debate en torno al salario mínimo no es solo económico, sino profundamente político y social. La frase “tener un salario mínimo es un error” encapsula la visión de un gobierno que busca transformar radicalmente el sistema económico del país, pero también resalta las tensiones inherentes a intentar aplicar principios libertarios en un contexto de crisis. Mientras Argentina continúa enfrentando una inflación descontrolada y una creciente polarización social, el futuro de sus trabajadores parece estar en el centro de un debate que definirá el rumbo de la nación en los próximos años.