¿Por qué en Latinoamérica no nace una “revolución” que permita el advenimiento del nearshoring?

En momentos en que América Latina es la región que menos crece del mundo emergente, el concepto de “nearshoring” resuena como una promesa incumplida, una oportunidad dorada que se desvanece mientras las economías locales luchan por atraer inversiones extranjeras significativas. Según el sociólogo venezolano José Antonio Gil Yepes, la región no solo enfrenta un crecimiento estancado, sino que también ha sido incapaz de capitalizar una de las mayores oportunidades de su historia reciente: convertirse en un centro neurálgico para la reubicación de manufacturas que buscan proximidad a los mercados estadounidenses y europeos.

El análisis de Gil Yepes, expuesto en su artículo “El rezago de Latinoamérica” publicado en El Universal, destaca que, a pesar de las condiciones geográficas y económicas favorables, América Latina no ha logrado convertirse en el destino preferente para las multinacionales que abandonan China en busca de aliados comerciales más cercanos y confiables. En 2024, se espera que el crecimiento de esta región sea el más bajo del mundo, alrededor del 2% anual, un panorama sombrío que parece repetirse sin grandes cambios a la vista.

Trabas para el nearshoring

El sociólogo atribuye este fenómeno a varios factores estructurales y coyunturales. Primero, la falta de consenso interno en los países de la región, donde las élites políticas y económicas están divididas y no logran acordar un modelo de desarrollo coherente y unificador. Esta división se traduce en políticas públicas que oscilan entre extremos ideológicos, sin ofrecer estabilidad ni previsibilidad a los inversores externos. Además, la tendencia de gobiernos de izquierda a limitar el poder de las empresas privadas ha generado un entorno hostil para la inversión, con numerosas trabas burocráticas y regulaciones restrictivas.

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El sociólogo atribuye este fenómeno a varios factores estructurales y coyunturales. Primero, la falta de consenso interno en los países de la región, donde las élites políticas y económicas están divididas y no logran acordar un modelo de desarrollo coherente y unificador. Esta división se traduce en políticas públicas que oscilan entre extremos ideológicos, sin ofrecer estabilidad ni previsibilidad a los inversores externos. Ilustración MidJourney

Por otra parte, Gil Yepes critica la influencia de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, cuyas recomendaciones de ajustes económicos drásticos suelen profundizar las crisis en lugar de resolverlas. Esto, sumado a la mala gestión de las empresas estatales y a la corrupción endémica, disuade la inversión extranjera directa y mantiene a la región en un ciclo de dependencia y subdesarrollo.

A nivel internacional, la falta de una estrategia coherente para atraer el nearshoring se ve exacerbada por la competencia de otras regiones del mundo emergente, como India y otros países asiáticos, que han sido más exitosos en atraer manufacturas gracias a políticas más abiertas y atractivas para los negocios. Incluso México, que por su proximidad debería ser un líder en la captación de inversión norteamericana, muestra incrementos modestos que no reflejan su potencial.

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Privatizaciones masivas

Ante este panorama, Gil Yepes sugiere que una posible salida sería un proceso masivo de privatización de las empresas estatales, lo cual podría atraer inversiones y mejorar la eficiencia en la gestión de recursos. Sin embargo, el espectro político en Latinoamérica sigue siendo reticente a tales medidas, limitando así las posibilidades de reforma económica significativa.

En el ámbito de las relaciones internacionales, la reciente propuesta de la “Ley de las Américas” en Estados Unidos, que busca incorporar a más países latinoamericanos en un acuerdo de libre comercio con México y Canadá, podría ser una ventana de oportunidad para revitalizar el interés por el nearshoring en la región. Países como Costa Rica y Uruguay ya han mostrado interés en unirse, y otros como Chile y Colombia están considerando la posibilidad.

La realidad es que América Latina se encuentra en una encrucijada crítica. Con las herramientas y recursos necesarios, la región podría transformarse en un eje central de la producción global, contribuyendo no solo a su propio desarrollo económico sino también a la estabilidad política y social. Pero para que esto suceda, se requiere una verdadera revolución en la forma en que se conciben y se implementan las políticas de desarrollo y atracción de inversiones. Sin un cambio radical en este sentido, el concepto de nearshoring seguirá siendo un lejano sueño en lugar de una realidad tangible.

Un necesario cambio cultural

Esta transformación necesita más que solo ajustes económicos; requiere un cambio cultural en la gestión política y empresarial de la región. El «nearshoring» debería ser visto no solo como una estrategia económica, sino como un compromiso a largo plazo hacia la estabilidad, la eficiencia y la transparencia. Es crucial que los gobiernos latinoamericanos creen un ambiente que fomente la colaboración entre el sector público y privado, y que demuestren una verdadera voluntad de reformar las prácticas que han obstaculizado el desarrollo económico hasta ahora.

Además, es fundamental que se mejoren las infraestructuras y se invierta en educación y capacitación para la fuerza laboral. Estas acciones no solo atraerán inversiones, sino que también prepararán a la población local para participar activamente en las nuevas industrias que podrían desarrollarse gracias al nearshoring. En última instancia, los beneficios de tales inversiones se verían reflejados en un incremento del empleo y en la mejora de los estándares de vida.

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En el ámbito de las relaciones internacionales, la reciente propuesta de la “Ley de las Américas” en Estados Unidos, que busca incorporar a más países latinoamericanos en un acuerdo de libre comercio con México y Canadá, podría ser una ventana de oportunidad para revitalizar el interés por el nearshoring en la región. Ilustración MidJourney.

Por otro lado, también es necesario que América Latina trabaje en fortalecer sus lazos diplomáticos y comerciales, no solo con Estados Unidos y Europa, sino también dentro de la propia región. Un mayor grado de integración económica entre los países latinoamericanos podría crear un mercado más grande y atractivo para los inversores extranjeros, además de proporcionar una base más sólida para negociar acuerdos internacionales.

Garantías para la inversión

La promoción del nearshoring como pilar de desarrollo también debe ir acompañada de políticas que aseguren que los beneficios de la inversión extranjera se distribuyan equitativamente. Esto incluye garantizar que las comunidades locales no sean desplazadas por los nuevos desarrollos industriales y que las mejoras en infraestructura beneficien a la sociedad en su conjunto.

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Es imprescindible que los líderes latinoamericanos se muevan más allá de la retórica política y comiencen a implementar políticas pragmáticas que reflejen un verdadero compromiso con el progreso y la justicia social. Solo entonces, la región podrá superar las barreras que han impedido el advenimiento de una «revolución» de nearshoring que podría transformar radicalmente las economías latinoamericanas.

La ausencia de una revolución de nearshoring en América Latina no se debe a un simple fracaso en atraer inversiones, sino a una serie de desafíos estructurales y políticos profundos que requieren una revisión integral y comprometida. La región tiene el potencial de convertirse en un poderoso motor económico global, pero solo si sus líderes están dispuestos a realizar los cambios necesarios para hacer realidad esta visión.

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