En una reciente declaración que resuena en los corredores del poder y en las calles de Colombia, Carlos Camargo, el Defensor del Pueblo, ha lanzado un firme llamado al Ejército de Liberación Nacional (ELN). Su mensaje es claro y contundente: es hora de que el ELN abandone el secuestro como herramienta de financiación, una práctica que ha atormentado a la nación durante décadas. Esta exigencia surge en un momento crítico, coincidiendo con los anuncios de las FARC de cesar esta despiadada práctica y en medio del quinto ciclo de negociación de paz en Ciudad de México.
El contexto es tan complejo como la historia de Colombia misma. Durante años, el secuestro ha sido una táctica habitual para los grupos guerrilleros, utilizada tanto como medio de presión política como fuente de financiamiento. La decisión de las FARC de abandonar el secuestro es histórica, marcando un posible punto de inflexión en la larga lucha del país contra la violencia insurgente. Este gesto de las FARC ha aumentado la presión sobre el ELN, el último gran grupo guerrillero activo en Colombia, para que siga un camino similar.

ELN debe dejar el secjuestro
El Defensor del Pueblo, en su apasionado discurso, no solo pidió al ELN que cese el secuestro, sino que también instó a la liberación de todos los cautivos. «Adicionalmente, les exigimos (…) entregarlos sanos y salvos para que pasen estas festividades de fin de año en el seno de sus familias», manifestó Camargo, una declaración que resuena con urgencia y humanidad. Estas palabras reflejan no solo una estrategia política, sino también un profundo deseo de sanar las heridas de una nación golpeada por décadas de conflicto.
Tambièn puedes leer: ¿Un juicio político contra el presidente Joe Biden llegaría a consumarse o es solo una maniobra?
Este llamado se produce en un momento crucial, cuando Colombia se encuentra en medio de un proceso de paz tentativo pero esperanzador. Las negociaciones en Ciudad de México, que buscan poner fin a años de conflicto, han generado una mezcla de esperanza y escepticismo. El anuncio del EMC de las FARC de renunciar al secuestro y reanudar las negociaciones de paz es un indicador de cambio, una señal de que quizás, después de tantos años, haya una luz al final del túnel para Colombia.
Una realidad sombría
Sin embargo, la realidad en el terreno sigue siendo sombría. Según un informe de la Fundación Paz & Reconciliación (Pares), al menos 287 personas fueron secuestradas en Colombia entre enero y octubre del año pasado. Estas cifras no son solo estadísticas; representan vidas alteradas, familias destrozadas y comunidades viviendo en constante temor. Este trasfondo de dolor y sufrimiento hace que el llamado de Camargo sea aún más urgente y necesario.

En respuesta, la Defensoría del Pueblo ha ofrecido al ELN su mediación en las entregas humanitarias, mostrando su disposición a facilitar un proceso que, si bien es complejo, es vital para avanzar hacia la paz. «La Defensoría está disponible para mediar en las entregas humanitarias, sin importar el lugar de la geografía nacional, las condiciones de orden público o de difícil acceso», expresó el defensor, subrayando el compromiso del organismo para superar cualquier obstáculo en pos de la reconciliación.
Aguardan por una reacción
Mientras tanto, la sociedad colombiana observa con cautela. Las familias de los secuestrados esperan ansiosamente noticias de sus seres queridos, y el país en general espera ver si el ELN responderá al llamado a la acción. La decisión de las FARC de abandonar el secuestro ha establecido un precedente, uno que pone en relieve la posibilidad de un cambio significativo en las tácticas y estrategias de los grupos guerrilleros. Ahora, todo depende del ELN, y de si están dispuestos a seguir el ejemplo de las FARC para avanzar hacia un futuro más pacífico para Colombia.
Tambièn puedes leer: ¿Un juicio político contra el presidente Joe Biden llegaría a consumarse o es solo una maniobra?
En este contexto, el papel de la comunidad internacional y de los organismos de paz es crucial. Su apoyo y vigilancia pueden ser determinantes para garantizar que este proceso de paz no solo comience, sino que también se mantenga y fortalezca. La historia de Colombia está en un momento decisivo, y las acciones del ELN en los próximos días podrían marcar el rumbo de un país que anhela la paz.
El llamado de Carlos Camargo es más que una demanda política; es un clamor por la humanidad y la justicia en un país desgarrado por años de conflicto. Su voz se une a la de miles de colombianos que sueñan con un país libre de secuestros y violencia, un país donde la paz no sea solo una palabra, sino una realidad tangible y duradera. El tiempo dirá si este sueño se convierte en realidad.

