EE.UU. quiere aniquilar con bombas a los carteles mexicanos, una amenaza que ha dejado atónitos a funcionarios de alto nivel en México y ha reavivado viejos fantasmas de intervenciones militares en América Latina. La advertencia, formulada en una conversación a puerta cerrada entre el Secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, y altos mandos del gobierno mexicano, ha encendido las alarmas en la diplomacia de ambos países y ha colocado en la balanza la estabilidad de la región. Esta revelación, obtenida por José de Córdoba, Santiago Pérez y Vera Bergengruen , periodistas de The Wall Street Journal, ha sacudido el panorama político y comercial, dejando en claro que las exigencias de Washington van más allá de los acuerdos arancelarios y que, en caso de incumplimiento, la opción militar está sobre la mesa.
El material original, titulado: “Hegseth advierte de acción militar si México no cumple con las exigencias fronterizas de Trump”, plantea que la reciente comunicación entre Hegseth y funcionarios mexicanos no solo fue tensa, sino que marcó un punto de quietud en las relaciones entre ambas naciones. Los reporteros, con años de experiencia en coberturas sobre política internacional y seguridad, detallan cómo los altos mandos mexicanos interpretaron la declaración del Secretario de Defensa como una amenaza directa de intervención en su territorio. Este temor, sumado a la presión comercial que el gobierno de Donald Trump ha ejercido sobre México, ha generado un clima de incertidumbre que podría desencadenar una crisis sin precedentes.
EE.UU. quiere aniquilar con bombas a los narcos
EE.UU. quiere aniquilar con bombas a los cárteles mexicanos, una idea que, aunque extrema, se encuentra eco en el ala más radical de la política estadounidense. La crisis del fentanilo, la inmigración ilegal y el crimen organizado han sido temas recurrentes en el discurso de Trump, quien ha enfatizado que la seguridad nacional de Estados Unidos depende de una acción contundente contra estos factores. Con el trasfondo de las elecciones presidenciales, la retórica del mandatario ha escalado hasta niveles que, hace apenas unos años, habrían parecido inverosímiles. Sin embargo, en el contexto actual, donde las sanciones económicas se han convertido en el arma predilecta de presión, la posibilidad de una acción bélica parece más real de lo que muchos quisieran admitir.

México, por su parte, se encuentra en una encrucijada. La presidenta Claudia Sheinbaum ha buscado apaciguar la tensión con como el despliegue de medidas de 10.000 efectivos de la Guardia Nacional en la frontera y la extradición de capos del narcotráfico a EE.UU. No obstante, estos esfuerzos parecen no ser suficientes para la administración Trump, que sigue presionando con la amenaza de aranceles del 25% y, ahora, con una posible intervención militar. La entrega de 29 jefes de cárteles a Washington, lejos de ser vista como un gesto de cooperación, ha sido interpretada como una capitulación forzada ante la ofensiva diplomática de EE.UU.
¿Es parecido a la guerra?
EE.UU. quiere aniquilar con bombas a los cárteles mexicanos, un planteamiento que reaviva los temores históricos en México sobre su soberanía. La Guerra México-Estados Unidos de 1846, que resultó en la pérdida de la mitad del territorio mexicano, sigue siendo una herida abierta en la memoria nacional. La idea de que Washington pueda ordenar ataques selectivos en territorio mexicano sin el consentimiento del gobierno local ha generado una respuesta visceral entre las Fuerzas Armadas mexicanas, cuyos generales han rechazado cualquier insinuación de que EE.UU. pueda actuar unilateralmente. Sin embargo, la realidad es que la presión estadounidense sigue escalando y, con ella, la posibilidad de que México se vea obligado a tomar decisiones que comprometan su independencia en asuntos de seguridad.
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En la esfera internacional, la advertencia de Hegseth ha generado preocupación. Países como Canadá y China observan con atención el desarrollo de esta crisis, pues un conflicto abierto entre México y EE.UU. podría tener repercusiones económicas globales. China, que ya enfrenta sanciones comerciales por parte de Washington, podría beneficiarse de una fractura en la relación entre EE.UU. y sus socios del T-MEC, mientras que Canadá, que también ha sido señalado por Trump como un punto de entrada de drogas a EE.UU., busca distanciarse de cualquier implicación en la disputa.
Nace una ola de violencia
EE.UU. quiere aniquilar con bombas a los cárteles mexicanos, pero ¿a qué costo? Un ataque militar en México no solo provocaría una crisis diplomática sin precedentes, sino que también podría desatar una ola de violencia que afectaría a ambos lados de la frontera. Organizaciones de derechos humanos han advertido que una acción de este tipo generaría víctimas civiles y podría ser el catalizador de una guerra abierta entre los cárteles y el gobierno estadounidense. Además, el uso de drones y misiles para atacar objetivos en territorio mexicano sentaría un precedente peligroso en la relación bilateral y en el derecho internacional.

A pesar de la gravedad de la situación, la Casa Blanca no ha emitido un pronunciamiento oficial sobre la llamada de Hegseth. El Departamento de Defensa se ha limitado a decir que “todas las opciones están sobre la mesa”, mientras que los aliados de Trump en el Congreso han respaldado la postura de que México debe hacer más para combatir el narcotráfico. En el Capitolio, un grupo de legisladores ha presentado una resolución condenando cualquier acción militar en México sin autorización del Congreso, pero esta medida parece tener poco impacto en la agenda del presidente, quien sigue presionando para obtener concesiones concretas de su vecino del sur.
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EE.UU. quiere aniquilar con bombas a los cárteles mexicanos, pero el dilema es claro: ¿se trata de una estrategia de negociación agresiva o de una amenaza real? Para México, la respuesta a esta pregunta es crucial. Ceder demasiado podría significar la pérdida de soberanía en asuntos clave, pero desafiar abiertamente a Trump podría desatar represalias económicas devastadoras. Mientras la administración de Sheinbaum busca una salida diplomática, el tiempo corre y la sombra de una intervención militar se hace cada vez más grande. En este juego de poder, el destino de México y su relación con EE.UU. penden de un hilo.