Amenaza arancelaria: En Colombia “todos” tienen una vela en la torta que le picaron a Trump

En Colombia, un país donde las rivalidades políticas suelen ser tan profundas como las diferencias ideológicas, ocurrió lo impensable: figuras de todos los sectores dejaron de lado sus disputas para enfrentar una amenaza común. Donald Trump, en su intento de reforzar su discurso antiinmigración, había ordenado sanciones económicas contra el país sudamericano luego de que el gobierno de Gustavo Petro impidiera el aterrizaje de aviones con deportados esposados ​​de pies y manos. De pronto, empresarios, políticos y diplomáticos, incluso aquellos que normalmente no se dirigirían la palabra, se encontraron trabajando juntos para evitar una catástrofe financiera que podía poner en jaque la economía nacional.

Este reportaje toma como referencia el material original titulado: “Uribe, Santos y la élite empresarial: así se unió Colombia para hacer frente a la amenaza de Trump”, publicado en E PAÍS de España. Sus autores, Santiago Torrado y Juan Diego Quesada, cuentan con una extensa trayectoria en el periodismo internacional. Torrado, corresponsal en Colombia, ha cubierto temas de política, posconflicto y migración en la región para agencias como AP y AFP. Quesada, también corresponsal en Colombia y la región andina, ha reportado sobre conflictos en Irak, Filipinas y los Balcanes. Su artículo detalla cómo el miedo a las represalias económicas estadounidenses logró lo que parecía imposible: unir a antiguos adversarios en una misma causa.

¿Colombia vivió un día de unidad?

En Colombia, la crisis estalló como una bomba de tiempo. Durante 24 horas, las llamadas entre Bogotá y Washington fueron frenéticas. El canciller Luis Gilberto Murillo lideró las conversaciones oficiales, pero pronto quedó claro que el gobierno no podía manejar la situación solo. Expresidentes como Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, con relaciones privilegiadas en el ámbito diplomático y financiero, intervinieron en busca de una solución. También se involucraron figuras clave como la exvicepresidenta Marta Lucía Ramírez, la exministra de Comercio María Claudia Lacouture y la excanciller María Ángela Holguín. No fue una cuestión de simpatía por Petro, sino de sentido de supervivencia.

De pronto, empresarios, políticos y diplomáticos, incluso aquellos que normalmente no se dirigirían la palabra, se encontraron trabajando juntos para evitar una catástrofe financiera que podía poner en jaque la economía nacional. Ilustración MidJourney

Los empresarios tampoco se quedaron al margen. El sector financiero y comercial colombiano mantiene una significativa dependencia de Estados Unidos, por lo que la posibilidad de aranceles del 25% sobre las exportaciones o restricciones de visas para ejecutivos generó alarma en la cúpula económica. El presidente de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI), Bruce Mac Master, advirtió que el impacto de las sanciones sería “devastador”. “Era como un suicidio económico”, expresado en una reunión privada con líderes del sector. En respuesta, las grandes empresas activaron sus propios canales de comunicación con Washington, buscando convencer a los asesores de Trump de que no era el momento de desatar una guerra comercial.

El de la Oval “no juega carritos”

Colombia ya había visto cómo la política de Trump podía golpear a países enteros con medidas unilaterales. En su primer mandato, el expresidente estadounidense impuso sanciones severas a Venezuela, afectando indirectamente a la economía colombiana debido a la estrecha relación comercial entre ambos países. Por eso, la élite política y empresarial sabía que no podía permitirse un castigo similar. Las conexiones del expresidente Uribe con el Partido Republicano resultaron valiosas. Aunque se le atribuyó un intento de intermediación con el senador Marco Rubio, uno de los asesores más influyentes en la política estadounidense hacia América Latina, Uribe desmintió haber hecho una gestión directa. Sin embargo, quedó claro que su influencia jugó un papel en las negociaciones.

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Mientras tanto, dentro del gobierno colombiano se vivían momentos de alta tensión. Petro, conocido por su retórica desafiante, no dejó de lanzar críticas contra Trump en redes sociales, complicando los esfuerzos diplomáticos. Aun así, su equipo logró contener la crisis antes de que las sanciones se hagan efectivas. La embajada de Colombia en Washington, encabezada por Daniel García-Peña, inició contacto con Mauricio Claver-Carone, un influyente asesor de Trump en temas latinoamericanos. Claver-Carone, registrado por su gestión polémica en el Banco Interamericano de Desarrollo, había sido respaldado en su momento por el gobierno de Iván Duque, lo que facilitó el diálogo con la administración estadounidense.

La lección de este episodio es evidente: Colombia no puede permitirse tensar la relación con su principal socio comercial sin calcular las consecuencias. Aunque la crisis logró evitarse esta vez, el riesgo de sanciones sigue latente. Ilustración MidJourney.

Solo hay intereses: ¿quedó claro?

El episodio reveló la fragilidad de la relación entre Colombia y Estados Unidos. A pesar de la alianza histórica entre ambos países, el gobierno de Petro ha tenido fricciones con Washington, en especial por su postura frente a Venezuela y su enfoque en la lucha antidrogas. Algunos sectores temen que la crisis reciente solo haya sido un anticipo de futuros desencuentros. María Claudia Lacouture, presidenta de la Cámara Colombo Americana (AmCham), subrayó que es fundamental establecer una hoja de ruta clara para evitar nuevas turbulencias. “No caben las divisiones ni los oportunismos políticos. La diplomacia es el único camino”, advirtió.

Para los analistas, la lección de este episodio es evidente: Colombia no puede permitirse tensar la relación con su principal socio comercial sin calcular las consecuencias. Aunque la crisis logró evitarse esta vez, el riesgo de sanciones sigue latente. Una posible descertificación en la lucha antidrogas o una revisión del acuerdo de libre comercio serían escenarios catastróficos para la economía colombiana. Si algo demuestra esta coyuntura, es que, cuando la estabilidad económica está en juego, incluso los rivales más acérrimos pueden encontrar un motivo para trabajar juntos.

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En última instancia, la historia que narraron Santiago Torrado y Juan Diego Quesada en E PAÍS es una prueba de que la política internacional es un juego de intereses donde las ideologías quedan en segundo plano cuando se trata de proteger la economía de un país. Colombia, una nación acostumbrada a las disputas internas, logró por un momento unirse en torno a un mismo objetivo: evitar que la amenaza arancelaria de Trump se convierta en una crisis sin retorno. Pero la pregunta sigue en el aire: ¿Será esta una excepción o un precedente para futuras crisis?

 

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