Las ventas de coca han caído dramáticamente en el 55% de las regiones cocaleras de Colombia, lo que ha desencadenado una crisis humanitaria en muchas comunidades rurales. En el pequeño y remoto pueblo de Caño Cabra, los campesinos solían depender de la producción de cocaína para su subsistencia. Durante décadas, la recolección y procesamiento de la hoja de coca fue la principal actividad económica. Sin embargo, en los últimos dos años, los narcotraficantes que solían comprar la pasta de coca han dejado de aparecer, dejando a los habitantes sin ingresos y provocando un éxodo masivo hacia otras regiones en busca de trabajo.
Este reportaje fue escrito originalmente por Genevieve Glatsky y Federico Ríos para The New York Times. Ambos periodistas emprendieron un viaje que incluía avión, automóvil, barco y moto, además de caminar largas distancias para llegar a Caño Cabra. Su objetivo era hablar con los campesinos y entender los cambios recientes en la industria de la coca en Colombia.
La coca está en picada
El panorama en Caño Cabra refleja una tendencia nacional. En todo el país, la reducción en la compra de pasta de coca ha sido drástica o ha desaparecido por completo. Esta situación se debe a varias fuerzas nacionales y mundiales que están transformando la industria de la droga. Felipe Tascón, un economista que ha estudiado la economía de las drogas ilícitas y ha dirigido programas gubernamentales para ayudar a los cultivadores de coca a trabajar con cultivos legales, señaló que nunca se había visto un descenso tan dramático en el mercado de la coca.

El declive de la industria de la cocaína está vinculado, en parte, al acuerdo de paz alcanzado hace ocho años con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Este acuerdo puso fin a un conflicto de décadas, pero también llevó a cambios significativos en la industria de la cocaína. Las FARC financiaron su guerra en gran parte con cocaína, pero al abandonar el negocio, fueron reemplazadas por grupos criminales más pequeños con un nuevo modelo económico. Estos nuevos grupos compran grandes cantidades de coca a un número menor de agricultores y limitan sus operaciones a las regiones fronterizas, facilitando la exportación de la droga.
Cultivadores hundidos en la pobreza
Este cambio ha dejado a pueblos del interior, como Caño Cabra, sin su principal fuente de ingresos. Yamile Hernández, una cultivadora de coca y madre de dos adolescentes, explicó que la situación ha sido extremadamente difícil. «No sé qué irá a pasar», dijo, reflejando la incertidumbre que enfrentan muchas familias en la región.
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A nivel internacional, otros países han surgido como competidores en el mercado de la cocaína, contribuyendo a los cambios en Colombia. Ecuador se ha convertido en uno de los principales exportadores de cocaína, mientras que el cultivo de hoja de coca ha aumentado en Perú y Centroamérica. A pesar de estos desafíos, la producción de cocaína en Colombia sigue siendo alta. En 2022, la producción anual de hojas de coca y cocaína alcanzó nuevos máximos, con un aumento del 24% en la fabricación de la droga en comparación con el año anterior, según datos de las Naciones Unidas.
Cuando el tema es político
La política del presidente colombiano Gustavo Petro, que ha centrado sus esfuerzos en perseguir las redes de narcotráfico y ha abandonado la erradicación de la hoja de coca, ha contribuido al aumento de la producción. Kevin Whitaker, exembajador estadounidense en Colombia, criticó esta política, afirmando que ha eliminado las barreras para el cultivo de coca. Sin embargo, Gloria Miranda, quien dirige el programa de sustitución de coca del gobierno, refutó estas afirmaciones, señalando que las incautaciones de drogas han aumentado significativamente durante el mandato de Petro.
La tecnología y los nuevos fertilizantes también han facilitado el cultivo de coca, permitiendo a los agricultores producir más, a pesar de los esfuerzos por reducir la industria. La producción de cocaína ha alcanzado niveles sin precedentes, comparables a los sueños de Pablo Escobar, según un funcionario estadounidense anónimo que ha trabajado en la interdicción de drogas en Colombia.

Más que el petróleo
Este incremento en la producción ha llevado a un aumento en las exportaciones de cocaína. En 2022, los ingresos por exportación de cocaína ascendieron a 18.200 millones de dólares, superando los ingresos por petróleo, la principal exportación de Colombia. Este crecimiento económico, sin embargo, no se ha traducido en beneficios para las comunidades cocaleras, que enfrentan una crisis humanitaria debido a la caída de las ventas de coca.
Caño Cabra, como muchas otras comunidades rurales, carece de servicios básicos y está controlado por grupos armados ilegales. Yamile Hernández ha luchado para enviar a sus hijos a una escuela en un pueblo cercano, evitando que trabajen en los campos de coca. La carne, un alimento básico, ha desaparecido de su dieta debido a la falta de ingresos y de lugares para comprarla.
Desplazamientos humanos
La crisis económica ha forzado a muchos a emigrar. María Manrrique, quien tenía una farmacia en Nueva Colombia, cerca de Caño Cabra, se trasladó a San José del Guaviare debido a la falta de clientes. Aunque la adaptación fue difícil, Manrrique encontró una mejor calidad de vida en la ciudad, con mejor acceso a la insulina para su diabetes y una mejor educación para su hijo.
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Algunos expertos creen que la transformación de la industria de la cocaína podría llevar a los cultivadores de coca a actividades legales, pero muchos temen que se dedican a otras actividades ilícitas. Jefferson Parrado, presidente del consejo local de la región que incluye Caño Cabra, expresó su preocupación de que muchos campesinos recurran a la cría de ganado, una de las principales causas de deforestación, o se unan a grupos armados.
Minería, trata de personas o extorsión
Diego García-Devis, de Open Society Foundations, cuestionó qué ingreso podría reemplazar al de la coca, sugiriendo que la alternativa podría ser otra actividad ilegal como la minería, el tráfico de personas o la extorsión. En muchas zonas remotas de Colombia, vender otros cultivos no es viable económicamente debido a los altos costos de transporte. La industria de la cocaína ha sido, para muchos, la única opción de sustento.
A pesar del daño que causa la cocaína, muchos colombianos dependen de esta industria para su supervivencia. Jefferson Parrado resumió el dilema de muchas comunidades rurales: «Para nosotros significó salud, significó educación, significó el sustento de las familias en las regiones».