Chile: Un país mermado, una derecha conspiranoica y una izquierda que no cuece

Chile atraviesa un momento complejo y turbulento. Un país que alguna vez se jactó de su estabilidad económica y política ahora parece desmoronarse bajo el peso de sus propias contradicciones. En medio de una sociedad dividida, la derecha se refugia en teorías conspirativas para explicar a los hombres que aquejan a la nación, mientras que la izquierda, con sus promesas de transformación, parece incapaz de materializar cambios reales. El estancamiento económico, la inseguridad y la desconfianza en las instituciones han llevado al país a un estado de incertidumbre sin precedentes.

Pierina Ferretti, socióloga chilena y directora ejecutiva de la Fundación Nodo XXI, ha capturado este sentimiento de desilusión en su columna para EL PAÍS de España, titulada “Chile ya no es lo que era”. En su análisis, Ferretti destaca la magnitud de la crisis y subraya que el país se encuentra en un punto crítico, uno de esos momentos históricos en los que la construcción de un nuevo orden es la única respuesta viable a las aspiraciones de las mayorías sociales. La frase “Chile ya no es lo que era” se ha convertido en un mantra de la cotidianidad chilena, reflejando una mezcla de nostalgia y frustración entre aquellos que sienten que los logros alcanzados están en peligro o que sus esperanzas de progreso han sido frustradas.

Chile está en turbulencia

En los últimos cinco años, Chile ha sido testigo de una serie de eventos que han sacudido sus cimientos: desde el estallido social de 2019 hasta los fracasados ​​intentos de reformar la Constitución, pasando por una pandemia que dejó huellas profundas en la salud mental de la población y una inflación que ha erosionado el poder adquisitivo de las familias. Este panorama se ha visto agravado por un aumento en la percepción de inseguridad y una clase política que parece más preocupada por sus luchas internas que por ofrecer soluciones a los problemas que enfrentan los ciudadanos. La derecha chilena, en particular, había reaccionado a estos desafíos aferrándose a la defensa del statu quo y promoviendo teorías que rozan lo absurdo, como la idea de que las protestas sociales fueron orquestadas desde Venezuela.

El estancamiento económico, la inseguridad y la desconfianza en las instituciones han llevado al país a un estado de incertidumbre sin precedentes. Ilustración MidJourney

La respuesta de la derecha chilena al reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano, titulado “¿Por qué nos cuesta cambiar?”, ha sido reveladora. En lugar de reconocer los problemas estructurales que el informe señala, muchos líderes de derecha lo han descalificado como un ataque ideológico disfrazado de análisis técnico, similar a cómo algunos llegaron a acusar al estallido social de ser parte de un complot internacional. Esta postura refleja una profunda desconexión con la realidad del país y una renuencia a aceptar que el modelo económico y social que ellos defienden está agotado.

La izquierda en su caldo

Por su parte, la izquierda chilena enfrenta su propia crisis. Aunque históricamente ha sido la fuerza motriz detrás de los cambios sociales, hoy se encuentra atrapada en una encrucijada. Los intentos de avanzar hacia un modelo más inclusivo y equitativo han chocado con una ciudadanía que, aunque desea transformaciones, no está dispuesta a sacrificar el orden y la estabilidad que con tanto esfuerzo ha construido. La propuesta de una nueva Constitución, surgida tras el estallido social, fue un ejemplo claro de esta desconexión: lo que pretendía ser un proyecto progresista terminó siendo percibido por muchos como una amenaza a sus valores y aspiraciones más fundamentales.

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Chile necesita un equilibrio entre cambio y estabilidad, una propuesta política que combine la necesidad de transformación con la garantía de orden y protección de los logros alcanzados. Sin embargo, este desafío parece demasiado complejo para una izquierda que, hasta ahora, no ha logrado articular un discurso que capture el apoyo mayoritario de la población. La incapacidad para ofrecer una visión clara y convincente ha llevado a muchos chilenos a mirar con escepticismo cualquier intento de reforma, temerosos de que los cambios propuestos pongan en riesgo sus derechos y libertades.

La parálisis del sueño

Mientras la derecha sigue en su camino de negación y la izquierda lucha por encontrar su rumbo, el país se hunde cada vez más en un estado de parálisis. Las grandes mayorías, aquellas que Ferretti menciona como esenciales para cualquier proceso de cambio, se sienten atrapadas entre dos polos que no logran ofrecer respuestas a sus inquietudes. El desgaste de la política tradicional, sumado a los escándalos de corrupción que han golpeado a todas las esferas del poder, ha minado la confianza en las instituciones y ha generado un clima de descontento generalizado.

La derecha, con su retórica conspiranoica, y la izquierda, con su incapacidad para articular un proyecto viable, no parecen estar a la altura del desafío. Ilustración MidJourney.

En este contexto, la posibilidad de construir un nuevo orden que responda a las necesidades del país parece cada vez más lejana. Chile se enfrenta a un dilema existencial: seguir adelante con un sistema que ha demostrado ser insostenible o arriesgarse a una transformación que, aunque necesaria, aterroriza a quienes temen perder lo poco que tienen. Esta tensión es palpable en el debate público, donde las acusaciones y las promesas vacías han sido reemplazadas a la discusión racional y al consenso.

Inacción y escepticismo

Chile, un país mermado por sus propios conflictos y contradicciones, se encuentra en un momento decisivo de su historia. La derecha, con su retórica conspiranoica, y la izquierda, con su incapacidad para articular un proyecto viable, no parecen estar a la altura del desafío. La sociedad chilena clama por un liderazgo que pueda superar las divisiones y ofrecer una visión de futuro que no solo inspire confianza, sino que también brinde soluciones concretas a los problemas que enfrenta el país.

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El camino hacia la recuperación y la reconstrucción de la confianza en las instituciones es arduo, y no hay atajos ni soluciones fáciles. Para que Chile vuelva a ser un lugar donde sus ciudadanos puedan mirar al futuro con esperanza en lugar de nostalgia, es necesario un esfuerzo conjunto de todas las fuerzas políticas y sociales. Solo así podrás evitarse que el desencanto se transforme en resignación y que el país siga hundiéndose en la inacción y el escepticismo.

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