El aumento de la población penal es un fenómeno que, en las últimas dos décadas, ha planteado desafíos significativos para los sistemas penitenciarios en América Latina. Hace menos de 24 horas, expertos reunidos en Costa Rica analizaron la situación, destacando un crecimiento notable en la cantidad de personas privadas de libertad. Iñaki Rivera Beiras, director del Observatorio del Sistema Penal y los Derechos Humanos, señaló en un foro que este incremento no se debe solamente a un aumento en la comisión de delitos, sino también a una serie de reformas penales y procesales que han sido determinantes en este proceso.
En este contexto, los datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito son reveladores. En 2021, la tasa de personas privadas de libertad por cada 100.000 habitantes fue de 1.8, representando un aumento de casi un 70 % en los últimos 20 años. Rivera destacó que este crecimiento de la población penitenciaria no es consecuencia directa de un aumento del delito, sino de un incremento en las condenas a prisión, impulsado en gran medida por las reformas mencionadas y utilizadas por los gobiernos en campañas electorales.

Aumento de la población penal
Esta problemática fue discutida en el ‘Encuentro Internacional de Defensorías Públicas de América Latina, 20 años de la Asociación de Defensorías Públicas de América Latina y el Caribe (AIDEF) en defensa de los Derechos Humanos’, evento que tuvo lugar en Costa Rica. Los participantes del encuentro examinaron diversas facetas del fenómeno relacionado con el aumento de la población penal, incluyendo el caso específico de Costa Rica. Según el Instituto Nacional de Criminología del Ministerio de Justicia y Paz de este país, al 12 de noviembre de 2023, había 15.635 personas en prisión, cifra que triplica la tasa de encarcelamiento de hace 20 años, siendo también atribuida a las reformas penales.
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Rivera enfatizó que existen alternativas a la privación de libertad que no equivalen a impunidad. Mencionó la necesidad de un cambio cultural y educacional en Costa Rica y otros países de la región para iniciar una transformación en la aplicación de sanciones. Propuso desarrollar nuevas pedagogías que incluyan, además de la cárcel, el uso de tobilleras electrónicas, arrestos domiciliarios, firmas periódicas, inhabilitaciones y prohibiciones para ejercer ciertos cargos.
Programas alternativos
Además, Juan Carlos Pérez Murillo, director de la Defensa Pública de Costa Rica, apuntó que es crucial trabajar en programas de prevención del delito y en estrategias de reconstrucción para la reinserción social de los exreclusos. Estos esfuerzos conjuntos serían fundamentales para abordar no solo las consecuencias, sino también las causas raíces del aumento en la población penal.

Este panorama en América Latina refleja una complejidad que va más allá del mero incremento en la comisión de delitos. Las políticas penales y procesales, junto con una visión más amplia que incluya medidas preventivas y alternativas al encarcelamiento, parecen ser claves para abordar de manera efectiva el desafío que representa el aumento sostenido de la población penal en la región.
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Consecuencias económicas
Este aumento de la población penal en Latinoamérica no solo tiene consecuencias directas en los individuos encarcelados, sino que también impacta significativamente en las sociedades y economías de los países involucrados. El hacinamiento en las cárceles, un problema común en la región, conduce a condiciones inhumanas y degradantes, violando los derechos humanos de los reclusos. Además, el hacinamiento agrava los problemas de salud, incrementa la violencia dentro de las prisiones y reduce la eficacia de los programas de rehabilitación. Esta situación pone en relieve la urgente necesidad de políticas penitenciarias que no solo se enfoquen en el encarcelamiento, sino también en la rehabilitación y reinserción social de los reclusos.
Por otro lado, el impacto económico de mantener sistemas penitenciarios sobrecargados es considerable. Los recursos del estado se ven cada vez más comprometidos para mantener y ampliar las infraestructuras carcelarias, restando inversión en áreas críticas como educación, salud y desarrollo social. Este desbalance en la asignación de recursos evidencia la necesidad de repensar las políticas de seguridad y justicia en la región. La adopción de medidas alternativas al encarcelamiento, como la mediación y la justicia restaurativa, no solo podría aliviar la presión sobre los sistemas penitenciarios, sino también fomentar un enfoque más humano y eficiente en el manejo de la delincuencia. Estas alternativas, junto con una mayor inversión en programas de prevención del delito y políticas sociales, podrían ser clave para abordar las raíces del problema y reducir la dependencia de América Latina en el encarcelamiento como principal herramienta de su política criminal.