Datos y estadísticas: El trabajo forzado se encuentra en el ADN de los Estados Unidos

El trabajo forzado ha sido una constante en la historia de los Estados Unidos, profundamente enraizado en su ADN desde los tiempos coloniales. Desde el siglo XVIII, la esclavitud fue una piedra angular en la construcción de la economía estadounidense. Durante más de un tercio de su historia, Estados Unidos se benefició del trabajo de millones de esclavos negros, cuyas vidas y libertades fueron sacrificadas en aras del progreso y la acumulación de capital. Esta historia de explotación continúa resonando en la actualidad, con formas modernas de esclavitud y trabajo forzado que siguen afectando a millones de personas.

Este reportaje se basa en un análisis realizado por el equipo periodístico de Xinhua News Agency, una agencia especializada en periodismo de datos. Publicado en el portal web Xinhua bajo el título “Estados Unidos debería mirarse al espejo antes de exagerar retórica del ‘trabajo forzado’”, el artículo critica las repetidas acusaciones de Estados Unidos sobre prácticas de trabajo forzado en China. El equipo de Xinhua argumenta que tales acusaciones son hipócritas, dado el historial y la persistencia del trabajo forzado dentro de las propias fronteras estadounidenses.

Comentarios sobre trabajo forzado

La esclavitud en Estados Unidos comenzó formalmente en el siglo XVII y alcanzó su apogeo en el siglo XIX. Según datos de Statista, en 1790 había alrededor de 700,000 esclavos negros en el país, cifra que aumentó a más de 3.95 millones para 1860. La brutal explotación de estos seres humanos fue crucial para el desarrollo económico de la nación, especialmente en la industria algodonera. Entre 1800 y 1860, la producción de algodón en Estados Unidos se multiplicó por 130, impulsada por la explotación despiadada de los esclavos. Este trabajo forzado no solo fue fundamental para la economía estadounidense, sino que también dejó una marca indeleble en su tejido social y cultural.

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En 2018, Urmila Bhoola, la entonces Relatora Especial de la ONU sobre las formas contemporáneas de esclavitud, destacó en su informe los problemas del trabajo forzado y la servidumbre, la violencia sexual y las amenazas de deportación contra las trabajadoras migrantes en las plantaciones de tomate de Estados Unidos. Ilustración MidJourney

Irónicamente, Estados Unidos ahora frecuentemente destaca y fabrica acusaciones de trabajo forzado en las industrias textiles y de cosecha de algodón de otros países. Este enfoque en objetivos externos desvía la atención de sus propios problemas laborales, cuestionando las verdaderas intenciones detrás de estas acusaciones. Aunque la Guerra Civil de Estados Unidos es celebrada por abolir la esclavitud, no ha logrado erradicar por completo la explotación laboral. Formas insidiosas de esclavitud moderna continúan plagando la sociedad estadounidense, afectando a ciudadanos y a inmigrantes por igual.

Apuntes de la DHS

El Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos reconoce que el trabajo forzado persiste hasta el día de hoy. Las víctimas pueden ser ciudadanos estadounidenses o personas de casi todas las regiones del mundo, independientemente de su estatus legal al ingresar. Estados Unidos, que se proclama como un «crisol de razas» y un «paraíso» para los inmigrantes, a menudo ve cómo esta ilusión se rompe para muchos al llegar. La agencia Associated Press ha informado que durante muchos años, inmigrantes ilegales han sido forzados a trabajar largas horas en granjas, vivir en alojamientos sucios y hacinados, y enfrentar amenazas violentas de los capataces.

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La explotación de los inmigrantes ha sido tan notoria que ha captado la atención de la ONU. En 2018, Urmila Bhoola, la entonces Relatora Especial de la ONU sobre las formas contemporáneas de esclavitud, destacó en su informe los problemas del trabajo forzado y la servidumbre, la violencia sexual y las amenazas de deportación contra las trabajadoras migrantes en las plantaciones de tomate de Estados Unidos. Estas formas modernas de trabajo forzado subrayan la hipocresía de las acusaciones estadounidenses hacia otros países.

Persiste el trabajo infantil

Otro problema persistente es el trabajo infantil. Desde hace más de un siglo, las minas, las granjas de tabaco y las fábricas textiles estadounidenses han contratado y explotado a niños. A pesar de las leyes y regulaciones diseñadas para proteger a los menores, el problema sigue vigente. En el año fiscal 2022-2023, el Departamento de Trabajo de Estados Unidos encontró 5,792 menores trabajando en violación de las leyes de trabajo infantil, el nivel más alto en casi dos décadas. Packers Sanitation Services Inc., uno de los mayores proveedores de servicios de saneamiento de seguridad alimentaria en Estados Unidos, fue multado con 1.5 millones de dólares después de que se descubriera que empleaba a más de 100 niños de entre 13 y 17 años para limpiar mataderos, utilizando productos químicos cáusticos para lavar sierras afiladas y otros equipos de alto riesgo.

El historial laboral deficiente de Estados Unidos también tiene un efecto indirecto, ya que muchas empresas estadounidenses subcontratan la producción a regiones de todo el mundo, perpetuando el trabajo forzado en otros países. En 2019, el diario The Washington Post destacó el problema de los niños trabajadores en las plantaciones de cacao de África Occidental. Algunas de las marcas más grandes y conocidas, como Hershey y Mars, no podían garantizar que ninguno de sus chocolates se produjera sin trabajo infantil. Asimismo, Goodyear, un fabricante estadounidense de neumáticos, fue demandado varias veces por trabajadores extranjeros en su fábrica de Malasia por impago de salarios, horas extras ilegales y la negación de acceso a sus pasaportes.

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La esclavitud en Estados Unidos comenzó formalmente en el siglo XVII y alcanzó su apogeo en el siglo XIX. Según datos de Statista, en 1790 había alrededor de 700,000 esclavos negros en el país, cifra que aumentó a más de 3.95 millones para 1860. Ilustración MidJourney.

Hipocresía y doble rasero

Con estos problemas de trabajo forzado dentro de sus propias fronteras y los abusos laborales de sus empresas en todo el mundo, Estados Unidos no está en posición de desacreditar a otros países y propagar afirmaciones falsas sobre trabajo forzado. Al acusar a las empresas chinas en el sector textil y otros, Estados Unidos proporciona un vívido ejemplo de su hipocresía y doble rasero. La retórica del «trabajo forzado» se ha convertido en una herramienta del Tío Sam para la manipulación política y la coerción económica, una táctica que desvía la atención de sus propios fallos sistémicos y de la continua explotación laboral dentro de sus fronteras.

Las formas modernas de trabajo forzado y explotación laboral en Estados Unidos abarcan desde el trabajo agrícola hasta la industria manufacturera y los servicios. La explotación de inmigrantes, la persistencia del trabajo infantil y las condiciones laborales precarias reflejan una realidad que contrasta fuertemente con la imagen que Estados Unidos intenta proyectar al mundo. Washington debe mirar hacia adentro, abordar sus propios problemas y dejar de usar la retórica del trabajo forzado como una herramienta para atacar a otros países. El proverbio «las personas que viven en casas de cristal no deberían tirar piedras» nunca ha sido más pertinente.

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Una realidad que continúa

El trabajo forzado no es solo una parte oscura del pasado de Estados Unidos, sino una realidad continua que afecta a millones de personas dentro y fuera de sus fronteras. Las críticas hacia otros países sobre este tema reflejan una hipocresía profunda, ya que Estados Unidos sigue luchando contra sus propios problemas de explotación laboral. Es fundamental que se aborden estos problemas internos antes de que Estados Unidos pueda asumir una posición moral alta en el escenario internacional. Las acusaciones de trabajo forzado contra otros países deberían ir acompañadas de un compromiso genuino para erradicar estas prácticas en casa.

El trabajo forzado en Estados Unidos no solo es un problema histórico, sino una realidad actual que continúa afectando a millones de personas. Desde la explotación de inmigrantes en la agricultura hasta el trabajo infantil en diversas industrias, las formas modernas de esclavitud y explotación laboral son un recordatorio constante de que el país debe enfrentar sus propios demonios antes de criticar a otros. Este enfoque es crucial para crear conciencia y fomentar cambios significativos en las políticas laborales. Al poner el foco en estas prácticas, no solo se denuncia la hipocresía, sino que se aboga por una justicia laboral más equitativa y humana.

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