Donald Trump y Marco Rubio, dos figuras destacadas en el panorama político de Estados Unidos, han dejado claro que su postura respecto a Cuba es una de confrontación directa. Ambos han manifestado su intención de seguir presionando a Cuba, manteniendo una política de línea dura hacia el gobierno comunista de la isla. Esta estrategia, que ya marcó el primer mandato de Trump, promete intensificarse si logra regresar a la Casa Blanca en 2025, con Rubio a su lado como posible Secretario de Estado. Pero, ¿cuáles son las implicaciones de este enfoque para las relaciones entre Washington y La Habana, y qué resultados esperan realmente obtener?
Este análisis se basa en el trabajo de José J. González, profesor asociado de Estudios Globales en la Appalachian State University, historiador de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, y autor de varios ensayos sobre el tema. González publicó recientemente en el portal académico The Conversation un artículo titulado: «Marco Rubio no es amigo de La Habana, pero ¿la elección de Trump para Secretario de Estado significa que la política hacia Cuba está definida?». En su texto, González examina las implicaciones de que Rubio, uno de los críticos más acérrimos del gobierno cubano, asuma un rol clave en la diplomacia estadounidense.
Misión: seguir presionando a Cuba
Desde su independencia, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos han estado marcadas por tensiones que se intensificaron tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. La nacionalización de propiedades estadounidenses y el alineamiento de Fidel Castro con la Unión Soviética desataron décadas de enfrentamientos diplomáticos, comerciales y culturales. Desde entonces, el embargo económico y las restricciones de viaje han sido las herramientas principales de Washington para seguir presionando a Cuba, con períodos esporádicos de distensión, como el acercamiento promovido por Barack Obama entre 2014 y 2016.

Marco Rubio, hijo de inmigrantes cubanos que llegaron a Estados Unidos antes de la Revolución, ha construido su carrera política sobre la base de una postura firme contra el gobierno de La Habana. Como senador, ha impulsado iniciativas para mantener y soportar el embargo económico y ha criticado cualquier intento de normalización de relaciones. Bajo la administración Trump, esta política de confrontación se reflejó en la reimposición de sanciones, la reducción de operaciones en la embajada estadounidense en Cuba y el regreso de la isla a la lista de países que patrocinan el terrorismo. La frase “seguir presionando a Cuba” resume el núcleo de su enfoque, que busca asfixiar al régimen comunista mientras satisface las demandas de una comunidad cubanoamericana dividida entre la nostalgia y el pragmatismo.
Allí estará la peor pesadilla
El regreso de Trump a la presidencia en 2025 podría significar seguir presionando a Cuba con un endurecimiento aún mayor de estas políticas. Según González, Rubio sería la figura perfecta para ejecutar una agenda que combine la presión económica con un discurso anticomunista más enérgico. Sin embargo, las tensiones internacionales podrían introducir nuevas variables. Rusia ha fortalecido su apoyo a Cuba, invirtiendo en la infraestructura energética de la isla y reabriendo bases militares de la era soviética. China, por su parte, ha incrementado su presencia en América Latina, incluida Cuba, lo que podría complicar aún más el panorama.
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Trump, conocido por su estilo impredecible, podría optar por un enfoque diferente si percibe una oportunidad para negociar un acuerdo que beneficie su legado. Su historial incluye episodios en los que combinó duración retórica con intentos de diálogo, como ocurrió en sus reuniones con el líder norcoreano Kim Jong Un. Pero mientras Corea del Norte podía utilizar su programa nuclear como moneda de cambio, Cuba carece de un recurso similar. En cambio, podría utilizar su proximidad a Florida y la posibilidad de nuevas bases chinas o rusas para atraer la atención de la Casa Blanca.
Cubanoamericanos divididos
A pesar de las divisiones internas dentro de la comunidad cubanoamericana, donde muchos respaldan las sanciones, pero también desean mantener la libertad de enviar remesas y viajar a la isla, la postura oficial de un segundo mandato de Trump parece destinada a seguir presionando a Cuba. La eliminación del programa de libertad condicional humanitaria, que ha permitido a millas de cubanos ingresar legalmente a Estados Unidos, podría ser una de las primeras de su administración medidas, profundizando aún más las tensiones.

La posibilidad de cambios significativos en la política hacia Cuba dependerá de múltiples factores, incluidos los intereses geopolíticos de Estados Unidos y las dinámicas internas del gobierno de Trump. Aunque la postura de Rubio sugiere un endurecimiento de las sanciones, Trump podría sorprender al mundo optando por un enfoque más pragmático si percibe que le otorgará ventajas políticas o económicas.
Elecciones y geopolítica
El legado de más de seis décadas de confrontación entre ambos países sigue siendo un tema central en la política exterior de Estados Unidos. Las tensiones históricas, agravadas por los intereses electorales y las presiones de actores internacionales como Rusia y China, complican aún más cualquier intento de reconciliación. Mientras Trump y Rubio continúan sus maniobras como vaqueros políticos, el pueblo cubano permanece atrapado en un conflicto que parece perpetuarse sin un desenlace claro a la vista.
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La relación entre Washington y La Habana es una danza compleja, llena de movimientos estratégicos y pasos en falso. Aunque los dos cowboys parecen estar listos para montar de nuevo en el escenario internacional, el resultado final de su estrategia podría ser tan impredecible como el propio Trump. Por ahora, todo indica que seguir presionando a Cuba seguirá siendo la prioridad en su agenda, mientras esperan, tal vez con una mezcla de fe y cálculo, que esta vez los resultados sean diferentes.

