Pankaj Mishra observa la corrupción del periodismo como creador de guerras

Pankaj Mishra, escritor y ensayista reconocido por su profunda crítica a la política global y los medios de comunicación, ha advertido durante años sobre la peligrosa complicidad del periodismo en la creación de conflictos. En su más reciente aparición en los espacios de Opinión del diario español El País, Mishra retoma la reflexión sobre la capacidad de los medios para no solo reportar, sino también alimentar y perpetuar guerras que parecen no tener fin. Desde su perspectiva, el cuarto poder ha dejado de ser un agente neutral de información y se ha convertido en un generador de realidades distorsionadas, incapaz de reconocer su responsabilidad en los desastres que cubren.

El autor, quien ha publicado en prestigiosas revistas como Granta y The New York Review of Books, es conocido por su rigurosidad intelectual y su estilo incisivo. Galardonado con el Weston International Award, Pankaj Mishra participó el pasado 16 de septiembre en una ceremonia en el Royal Museum de Ontario, Canadá, donde pronunció un discurso que ahonda en el papel del periodismo en conflictos contemporáneos. Su más reciente ensayo, Fanáticos insulsos (2020), marca el tono de su enfoque: crítico, desafío y profundamente consciente de la manipulación de la información. El próximo año, Mishra publicará The World After Gaza (El mundo después de Gaza), que promete ser un análisis mordaz de las dinámicas mediáticas en torno al conflicto en Medio Oriente.

Pankaj Mishra y la ceguera occidental

En su artículo titulado: «Gaza: Occidente no se entera de nada», Pankaj Mishra argumenta que el Sur Global ve a Israel como una extensión de las potencias coloniales occidentales, destinada a destruir cuerpos morenos bajo la misma lógica opresiva de antaño. Según Mishra, los grandes medios occidentales, que no dudan en acusar a líderes como Vladimir Putin de barbarie, evitan aplicar el mismo estándar moral cuando se trata de Benjamin Netanyahu y las acciones del Estado israelí en Palestina. La frase que utiliza como sumario es una denuncia directa: «el Sur Global ve a Israel como una potencia surogada de Occidente que destruye cuerpos morenos, como en tiempos coloniales». Para Mishra, esta es la clave para entender la desconexión entre la percepción occidental del conflicto y la realidad viva por las poblaciones afectadas.

En su más reciente aparición en los espacios de Opinión del diario español El País, Mishra retoma la reflexión sobre la capacidad de los medios para no solo reportar, sino también alimentar y perpetuar guerras que parecen no tener fin. Ilustración MidJourney

Las reflexiones de Pankaj Mishra están enraizadas en la obra de Karl Kraus, el gran crítico austriaco de los medios de comunicación durante la Primera Guerra Mundial, quien advertía que el periodismo había dejado de ser un simple puente entre la realidad y la imaginación popular para convertirse en un constructor de realidades distorsionadas. Kraus consideró que la prensa, al reducir su trabajo a la reproducción de estereotipos y prejuicios, contribuyó a que Europa cayera en una guerra devastadora que nadie supo prever ni detener. “En el principio fue la prensa y después apareció el mundo”, escribió Karl Kraus en 1921.Mishra retoma esta premisa para exponer cómo los medios occidentales contemporáneos han agravado las tensiones en Oriente Medio y cómo el fracaso de la guerra contra el terrorismo, que marcó el inicio del siglo XXI, no fue solo militar o geopolítico, sino un inmenso fracaso intelectual y moral.

Legitimación de la violencia

Mishra sostiene que la guerra contra el terrorismo, en su momento impulsada con argumentos simplistas y alimentada por una narrativa racializada, no solo devastó países como Afganistán e Irak, sino que minó las libertades civiles en Occidente y legitimó la violencia indiscriminada contra poblaciones enteras. Desde 2001, cuando Mishra viajó a Afganistán y Pakistán por encargo de Granta y The New York Review of Books , ha sido testigo de cómo los medios de comunicación occidentales han contribuido a perpetuar estos conflictos, al tiempo que alientan una visión distorsionada que justifica la invasión y la ocupación en nombre de la democracia y los derechos humanos.

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En su discurso en el Royal Museum de Ontario, Pankaj Mishra fue enfático al señalar cómo la propaganda mediática se ha vuelto más sutil pero no menos efectiva. A diferencia de las diatribas abiertamente islamófobas de principios de los 2000, los medios actuales usan un lenguaje más sofisticado para encubrir su complicidad. Por ejemplo, Mishra menciona cómo publicaciones prestigiosas como The Atlantic y The New York Times han sugerido la «tortura light» como una medida aceptable para mantener la «seguridad». Los términos clínicos y eufemismos como “privación del sueño” o “desorientación” han sido utilizados para describir prácticas que violan flagrantemente los derechos humanos, pero que, bajo el prisma de la prensa occidental, se presentan como sacrificios necesarios para preservar un orden liberal.

Falsos defensores de la democracia

A lo largo de su trayectoria, Mishra ha denunciado la hipocresía de los medios occidentales que, mientras se presentan como defensores de la democracia y la ética periodística, eluden cualquier responsabilidad cuando sus propias narrativas fomentan la violencia. Según Mishra, la cobertura de la invasión de Irak en 2003 y la intervención en Siria, ambas promovidas con un sesgo pro-intervencionista, son claros ejemplos de cómo la prensa ha accionado más como un actor bélico que como un observador imparcial. La guerra contra el terrorismo se convirtió en una especie de cruzada civilizacional, racializando la violencia y presentándola como un enfrentamiento inevitable entre Occidente y un enemigo musulmán “bárbaro” y “retrasado”.

En su artículo para El País, Pankaj Mishra utiliza la frase “el Sur Global ve a Israel como una potencia surogada de Occidente” para ilustrar cómo las narrativas de los medios se alinean con las agendas políticas hegemónicas. Al ignorar sistemáticamente las voces del Sur Global y perpetuar una visión monocromática del conflicto en Gaza, los medios contribuyen a deshumanizar a los palestinos y a legitimar la violencia desmedida de Israel. Según Mishra, los medios occidentales no solo omiten información clave, sino que seleccionan deliberadamente las historias que encajan en su narrativa preestablecida.

En su artículo titulado: «Gaza: Occidente no se entera de nada», Pankaj Mishra argumenta que el Sur Global ve a Israel como una extensión de las potencias coloniales occidentales, destinada a destruir cuerpos morenos bajo la misma lógica opresiva de antaño. Ilustración MidJourney.

Creadores de realidad

Este tipo de periodismo, sostiene Mishra, es especialmente peligroso porque no se limita a distorsionar la realidad; la crea. Al cuadrar la violencia de Israel como una respuesta defensiva y presentar a los palestinos como agresores, los medios contribuyen a un proceso de deshumanización que permite justificar atrocidades como los bombardeos indiscriminados en Gaza y la represión en Cisjordania. Mishra critica duramente esta complicidad y la compara con la cobertura de la invasión de Ucrania, donde la prensa occidental ha sido rápida en señalar los crímenes de guerra rusos, pero vacila en aplicar el mismo estándar a las acciones israelíes.

El escritor finaliza su reflexión subrayando que el verdadero peligro radica en la falta de rendición de cuentas. Los periodistas y editores que promovieron guerras basadas en mentiras, como la de Irak, no han enfrentado consecuencias. Al contrario, muchos de ellos siguen ocupando posiciones de influencia. Esta impunidad, según Mishra, es lo que permite que el ciclo de violencia continúe, con nuevas guerras que se presentan como inevitables y necesarias, y con un público que, desprovisto de una visión crítica, acepta estas narrativas como verdades incuestionables.

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Pankaj Mishra concluye que, para que el periodismo recupere su papel como guardián de la verdad, debe comenzar por reconocer su propio papel en la creación de las guerras. La falta de imaginación y la dependencia en estereotipos raciales han sido la base de sus errores más graves. Según Mishra, hasta que los medios no confronten esta realidad, seguirán siendo cómplices de la violencia que dicen querer exponer y condenar.

 

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