Tras más de dos años desde el inicio de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, el tablero geopolítico ha experimentado mutaciones dramáticas, y con él, también el marco de acción para los negocios internacionales. Aunque muchos observadores consideran que una desescalada militar podría allanar el camino hacia el levantamiento de sanciones y la reanudación de relaciones económicas, la verdad es que las empresas occidentales se enfrentan hoy a un panorama complejo. Las esperanzas de retomar actividades en Moscú deben ser evaluadas con detenimiento frente al nuevo contexto ruso, donde las condiciones políticas, económicas y legales se han transformado en un terreno minado para el capital extranjero.
Edward Verona, autor del artículo original titulado: “Reinicio económico entre EE.UU. y Rusia: un nuevo día, la misma reprimenda”, publicado recientemente en el portal de The Hill, es una voz autorizada en este debate. Verona es miembro sénior no residente del Atlantic Council, y es compatible como presidente del Consejo Empresarial Estados Unidos-Rusia entre 2008 y 2013. Su experiencia incluye cargos ejecutivos en la industria del petróleo y gas en Rusia, lo que le permite ofrecer una visión informada y crítica del escenario actual. En su artículo, analiza la posibilidad de un retorno de las empresas estadounidenses al mercado ruso y lanza una advertencia clara: bajo el régimen de Vladimir Putin, cualquier reinicio económico debe ser recibido con escepticismo.
A las puertas de un nuevo contexto ruso
El entusiasmo que en la década de los noventa y principios del siglo XXI impulsó a miles de empresas occidentales a incursionar en Rusia tenía una justificación comprensible: reservas energéticas vastas, una demanda reprimida de bienes de consumo y un mercado emergente en rápida expansión. Sin embargo, ese escenario ya no existe. El nuevo contexto ruso se ha tornado inhóspito, no solo por razones geopolíticas, sino también por la profunda erosión institucional y el riesgo permanente de operar bajo un sistema legal sometido a los intereses del Kremlin. Desde la crisis del rublo de 1998 hasta la invasión de Georgia en 2008, las empresas aprendieron a navegar las turbulencias. Pero el punto de quietud llegó en 2022, cuando más de mil compañías occidentales decidieron abandonar el país tras la invasión a Ucrania.

En su análisis, Verona recuerda que muchas de estas empresas debieron vender sus activos a precios irrisorios, o incluso los perdieron completamente ante confiscaciones o reventas forzadas. El nuevo contexto ruso, lejos de ofrecer garantías jurídicas mínimas, se asemeja a un entorno dominado por actores que operan en la frontera entre el poder político, el crimen organizado y la cleptocracia. La corrupción galopante, reflejada en el descenso de Rusia en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, es apenas uno de los muchos indicadores del deterioro institucional. Hoy, invertir en Rusia implica exponerse no solo a sanciones económicas, sino también a un clima de impunidad, extorsión y violencia.
La fuerza del poder central
Casos como el de Hermitage Capital Management, cuya denuncia de fraude terminó con el asesinato de su abogado, Sergey Magnitsky, o el destino de Yukos, liquidada por el gobierno en beneficio de Rosneft, marcan un patrón de represión sistemática contra quienes desafían las reglas impuestas por el poder central. Verona destaca que incluso gigantes como BP, Shell o Exxon no escaparon al trato coercitivo: acuerdos extorsivos, cesiones obligadas de participación accionaria y precios impuestos por debajo del mercado fueron moneda corriente. En este nuevo contexto ruso, la frontera entre el “trato de negocios” y la expropiación encubierta se ha vuelto difusa, y el riesgo reputacional se eleva de forma exponencial para cualquier marca internacional que decida reinsertarse.
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Más allá del marco institucional, Verona señala un elemento crucial: el atractivo económico de Rusia como mercado ha disminuido significativamente. Con una renta disponible estancada y una política monetaria restrictiva —la tasa de descuento del Banco Central alcanza el 21%— el consumo interno no ofrece las oportunidades de hace dos décadas. En cambio, las importaciones chinas de bajo costo han llenado el vacío dejado por los productos occidentales, estableciendo nuevas dinámicas de oferta y demanda en el país. El nuevo contexto ruso no solo presenta trabajos legales o políticos; también representa un escenario de bajo retorno comercial para inversiones de alto riesgo.
Empleados extranjeros podrían estar en peligro
Verona lanza una advertencia específica para las compañías que estén considerando regresar al país: los empleados extranjeros podrían estar en peligro. Detenciones arbitrarias, acusaciones fabricadas y usos diplomáticos de los rehenes se han vuelto herramientas de presión por parte del Kremlin. Algunos casos han sido utilizados para negociar la liberación de ciudadanos rusos acusados de ciberdelitos en Occidente. En otras ocasiones, se ha tratado de chantajes para modificar términos comerciales. Cualquier empresa que contemple operar nuevamente en Rusia debe establecer protocolos de seguridad sólida y evaluar a profundidad los peligros legales y personales a los que se exponen su personal.
La criminalización de la actividad empresarial independiente ha cobrado víctimas incluso dentro del empresariado ruso. Ravil Maganov, presidente de Lukoil, murió en circunstancias misteriosas tras caer por una ventana desde un hospital, en un caso que generó conmoción por tratarse de una figura altamente respetada. Esta atmósfera, donde incluso empresarios locales exitosos pueden terminar muertos o encarcelados, desincentiva no solo la inversión extranjera, sino también la innovación interna. El nuevo contexto ruso no favorece la competencia, la transparencia ni la libertad de empresa: premia la lealtad al poder y castiga cualquier intento de autonomía.

El asunto del buen nombre
El elemento reputacional también pesa con fuerza. En tiempos donde las marcas se juegan su imagen en la arena pública global, asociarse a un país acusado de crímenes de guerra, como los documentados en Bucha, representa un costo potencial incalculable. La percepción pública, los inversores y los socios internacionales pueden reaccionar negativamente ante cualquier acercamiento corporativo a un gobierno sancionado, militarista y represivo. En ese sentido, las empresas deben reflexionar si sus valores, misión y visión son compatibles con un entorno que ha sido denunciado por Múltiples organizaciones de derechos humanos.
No todo es sombra en el horizonte, pero las oportunidades reales serán limitadas mientras el aparato de poder ruso siga operando con las mismas lógicas. Verona no descarta que algunas compañías —especialmente aquellas con vínculos históricos o capacidades únicas— puedan explorar modelos de negocio alternativos o joint ventures controlados desde terceros países. Pero subraya que cualquier estrategia debe estar anclada en la cautela, la asesoría legal sólida y una lectura precisa del nuevo contexto ruso. Las reglas del juego ya no son las del capitalismo de transición: son las de un sistema consolidado, autoritario y con prácticas mafiosas.
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Finalmente, aunque el apetito por la reapertura de relaciones económicas se mantiene en algunos sectores, el pragmatismo debe imponerse. Las condiciones que una vez hicieron de Rusia una promesa dorada ya no están presentes. Incluso si las sanciones se levantan, el clima de negocios actual no ofrece garantías suficientes para una reentrada segura o rentable. En un mundo interconectado y vigilante, el nuevo contexto ruso exige una evaluación más allá del balance financiero. Las empresas deben considerar no solo lo que pueden ganar, sino también lo que pueden perder al jugar en un tablero cuyo árbitro también es el principal competidor, fiscalizador y verdugo.