Marxismo como ideología está simétricamente alineado a la proyección política

El marxismo, una ideología que ha moldeado gran parte de la historia contemporánea, se alinea de manera simétrica con la proyección política de sus partidarios. Esta ideología no solo ha sido una fuerza impulsora detrás de numerosos movimientos políticos y sociales, sino que también ha influido profundamente en la manera en que se percibe y se ejerce el poder. Al igual que un prisma que descompone la luz en sus colores constituyentes, el marxismo deconstruye las estructuras de poder para revelar las dinámicas subyacentes de opresión y desigualdad. Esta capacidad de reinterpretar y redefinir conceptos fundamentales es una característica distintiva de la ideología marxista.

Gary Saúl Morson, un crítico literario y escritor independiente, ha abordado esta temática en un artículo reciente para The Wall Street Journal. En su ensayo titulado “El marxismo es un gulag de la mente”, Morson, quien es profesor de lenguas y literaturas eslavas en la Universidad Northwestern, explora cómo la izquierda política manipula el lenguaje y la política para invertir el significado de términos como «democracia» y «equidad«. Esta manipulación, según Morson, no es una mera coincidencia, sino una estrategia deliberada que busca controlar la narrativa y, por ende, el poder.

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El análisis de Morson se centra en cómo los regímenes marxistas y sus seguidores utilizan la proyección política como una herramienta para justificar sus acciones y deslegitimar a sus oponentes. La proyección política, una técnica en la que se acusa a otros de las propias intenciones o acciones, es fundamental para entender la dinámica del poder bajo el marxismo. Este principio, que Morson describe como similar a la proyección freudiana, es completamente consciente y calculado en el ámbito político. Para los líderes de movimientos marxistas y cuasimarxistas, acusar a los demás de los propios planes agresivos es una táctica habitual y efectiva.

Marxismo
El análisis de Morson se centra en cómo los regímenes marxistas y sus seguidores utilizan la proyección política como una herramienta para justificar sus acciones y deslegitimar a sus oponentes. Ilustración MidJourney

Un ejemplo claro de esta proyección que hace el marxismo es la distorsión del término «democracia». Morson recuerda la confusión que solía tener sobre cuál de las dos Alemanias, durante la Guerra Fría, era la República Federal y cuál la República Democrática. La República Democrática Alemana, que se autodenominaba democrática, era en realidad un estado soviético de vigilancia. Esta paradoja lingüística se extiende hasta nuestros días, como lo demuestra el nombre oficial de Corea del Norte: República Popular Democrática de Corea. En estos casos, el término «democracia» se utiliza para describir regímenes que son, en la práctica, todo lo contrario.

«Justicia» y «equidad»

El marxismo también redefine términos como «justicia» y «equidad» para alinearlos con sus objetivos ideológicos. La Constitución soviética de 1936, por ejemplo, proclamaba una serie de derechos y libertades que, en la práctica, eran completamente inexistentes. El derecho al trabajo se transformaba en una obligación de trabajar bajo condiciones opresivas, y la libertad de expresión se convertía en un pretexto para perseguir a los disidentes. Esta inversión de significados es una estrategia de control que permite a los regímenes marxistas mantener una apariencia de legitimidad mientras ejercen un poder autoritario.

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La proyección política no se limita a los regímenes históricamente marxistas. Morson también señala cómo esta técnica se aplica en contextos contemporáneos, como en la política estadounidense. Utilizando el ejemplo de Donald Trump, Morson argumenta que las tácticas sin precedentes utilizadas contra él, como los múltiples procesos judiciales y los intentos de excluirlo de las boletas electorales, reflejan una estrategia de proyección política. Acusar a Trump de intenciones autoritarias mientras se implementan medidas para restringir su capacidad de hacer campaña es, según Morson, un claro ejemplo de esta técnica en acción.

El principio de proyección política se extiende también a la manipulación del discurso sobre la «equidad» en las universidades y las empresas. Bajo el pretexto de promover la equidad, se implementan políticas que, en realidad, perpetúan la desigualdad. La inclusión se redefine para excluir a aquellos que no comparten la nueva definición de derechos, creando una uniformidad que contradice el objetivo declarado de diversidad. George Orwell capturó esta distorsión lingüística en su obra «1984», con lemas como «La guerra es paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es fuerza». Hoy en día, estos lemas resuenan en el uso contemporáneo de términos como diversidad, equidad e inclusión.

Juego en las sombras

El marxismo y sus movimientos también han utilizado la proyección política en el ámbito internacional. Morson menciona cómo los soviéticos, después de la Segunda Guerra Mundial, patrocinaron movimientos pacifistas en Europa Occidental para promover el desarme unilateral de sus enemigos. Esta táctica, que parecía abogar por la paz, en realidad servía a los objetivos expansionistas de la Unión Soviética. Al proyectar sus propias intenciones agresivas sobre sus adversarios, los soviéticos lograron debilitar la resistencia a su influencia en Europa.

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Al redefinir términos y proyectar sus propias intenciones sobre sus adversarios, los movimientos marxistas y cuasimarxistas logran mantener un control sobre la narrativa y, por ende, sobre el poder. Ilustración MidJourney.

La manipulación del lenguaje y la proyección política tienen consecuencias profundas y duraderas. Morson advierte que, si los elementos antiliberales dentro de los partidos políticos modernos prevalecen, podrían asegurarse de nunca perder el poder, utilizando tácticas como la ampliación de la Corte Suprema y la modificación de los procesos electorales. Estas medidas, que pretenden promover la justicia y la igualdad, en realidad consolidan un régimen autoritario que redefine la democracia en términos que son diametralmente opuestos a sus principios originales.

Control de la narrativa

La ideología marxista, con su capacidad para manipular y proyectar, sigue siendo una fuerza poderosa en la política contemporánea. Al redefinir términos y proyectar sus propias intenciones sobre sus adversarios, los movimientos marxistas y cuasimarxistas logran mantener un control sobre la narrativa y, por ende, sobre el poder. La obra de Gary Saúl Morson ofrece una visión crítica de estas dinámicas, revelando cómo la simetría entre el marxismo y la proyección política continúa moldeando el panorama político actual. Esta comprensión es esencial para quienes buscan navegar y desafiar las complejas realidades del poder en el siglo XXI.

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El marxismo como ideología no solo está alineado con la proyección política, sino que también utiliza esta técnica de manera consciente y estratégica para mantener y consolidar el poder. La capacidad de manipular el lenguaje y proyectar las propias intenciones sobre los adversarios es una característica distintiva de los movimientos marxistas y cuasimarxistas. Entender esta dinámica es crucial para cualquier análisis crítico de la política contemporánea y para aquellos que buscan defender la democracia y la libertad en un mundo donde las palabras a menudo significan lo contrario de lo que pretenden.

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