En el Primer Mundo la gente no confía en sus gobiernos: Avanza el populismo en Europa

El populismo está ganando terreno en Europa a medida que crece la desconfianza de los ciudadanos hacia sus líderes. La gente no confía en sus gobiernos, y este desencanto está impulsando movimientos políticos que desafiaban al establishment en países que antes eran considerados bastiones de la democracia estable. Desde Alemania hasta Francia, pasando por Italia y los Países Bajos, los partidos populistas están capitalizando esta pérdida de fe en las instituciones tradicionales, alimentando un ciclo de insatisfacción que parece no tener fin.

Este fenómeno ha sido ampliamente analizado por Bertrand Benoit, jefe de la oficina en Alemania del Wall Street Journal. En su reciente artículo titulado “El auge populista en Europa no se debe sólo a la inmigración, sino también a la pérdida de confianza”, Benoit explora cómo el descontento con los gobiernos se ha convertido en un motor clave para la expansión del populismo en el continente. Con una carrera que incluye 12 años en el Financial Times y un rol como consultor de comunicación para el Ministerio de Finanzas alemán, Benoit ofrece una mirada profunda y autorizada sobre los cambios políticos en Europa. Según él, el problema no es solo la inmigración o la economía; es la creciente percepción de que los gobiernos no tienen la capacidad de resolver los problemas que enfrentan sus países.

La gente no confía en sus gobiernos

La gente no confía en sus gobiernos, y esto se refleja en los resultados electorales recientes en varias naciones europeas. En el estado alemán de Turingia, el partido ultraderechista AfD y un nuevo partido populista de extrema izquierda obtuvieron casi la mitad de los votos. Este resultado es un reflejo del desencanto generalizado, una señal de que los ciudadanos están dispuestos a darle la espalda a los partidos tradicionales en favor de opciones que prometen un cambio radical. Este patrón se repite en Francia, donde la falta de confianza ha llevado al parlamento a una situación de estancamiento, sin que ninguna fuerza política logre obtener una mayoría clara, lo que dificulta la formación de un gobierno efectivo.

En el estado alemán de Turingia, el partido ultraderechista AfD y un nuevo partido populista de extrema izquierda obtuvieron casi la mitad de los votos. Este resultado es un reflejo del desencanto generalizado, una señal de que los ciudadanos están dispuestos a darle la espalda a los partidos tradicionales en favor de opciones que prometen un cambio radical. Ilustración MidJourney

Los analistas coinciden en que las crisis actuales no son la única razón del ascenso populista; lo que ha cambiado es la percepción de que los gobiernos son incapaces de gestionarlas. Manfred Güllner, director del grupo de sondeos Forsa, destaca que, históricamente, las crisis han servido para unir a la población en torno a sus líderes. Sin embargo, hoy la situación es distinta: “La gente no confía en sus gobiernos”, señala Güllner, quien cita encuestas recientes en las que más de la mitad de los alemanes dice no confiar en ningún partido para resolver los problemas del país. Este mismo escepticismo se observa en otros países europeos, donde la democracia y las instituciones políticas se perciben como ineficaces.

Crece la abstención

El populismo prospera en este terreno de desconfianza donde la gente no confía en sus gobiernos. En Turingia y Sajonia, la abstención ha crecido enormemente, un indicador de que muchos ciudadanos simplemente han dejado de creer en el sistema. Esta falta de participación electoral refuerza el ciclo de insatisfacción y fragmentación política, ya que los populistas ganan fuerza al prometer soluciones simples a problemas complejos, sin los compromisos que suelen caracterizar a los partidos tradicionales. A medida que la gente se siente cada vez más desconectada de sus gobiernos, los partidos populistas se presentan como la única alternativa viable para expresar su frustración.

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Esta tendencia tiene consecuencias significativas para la gobernabilidad en Europa. En Francia, el sistema electoral diseñado para crear mayorías claras está fallando, y en Alemania, las coaliciones son cada vez más difíciles de mantener. Incluso los países con sistemas políticos robustos están luchando para adaptarse a la nueva realidad: un electorado polarizado y descontento que rechaza las soluciones convencionales.Solía ​​pensar que los políticos tenían una honestidad básica. Eso se acabó”, dice Gérard Brauchli, un médico jubilado en Francia, reflejando el sentimiento de muchos europeos que han perdido la fe en sus líderes.

Herido el establishment alemán

La situación en Alemania es particularmente alarmante. El país, que habitualmente ha sido visto como un pilar de estabilidad en Europa, enfrenta ahora una serie de desafíos internos que han erosionado la confianza pública. La economía apenas ha crecido desde 2019, y los problemas en sectores clave como la justicia, la educación y la seguridad han alimentado una percepción general de que el país está en declive. La gente no confía en sus gobiernos, y los populistas están utilizando esta narrativa para ganar adeptos, presentándose como los únicos capaces de restaurar el orden.

Los incidentes recientes, como el ataque terrorista en Alemania llevado a cabo por un solicitante de asilo sirio que no fue deportado por un tiempo, han exacerbado la sensación de inseguridad. Para muchos, estos eventos son prueba de que los gobiernos han perdido el control, incapaces de proteger a sus ciudadanos y de hacer cumplir la ley. Friedrich Merz, líder del partido conservador CDU, lo expresó claramente: “Esta es la gota que colma el vaso”. Las palabras de Merz resuenan en una Europa donde la confianza en el gobierno está en su nivel más bajo en décadas.

Esta falta de participación electoral refuerza el ciclo de insatisfacción y fragmentación política, ya que los populistas ganan fuerza al prometer soluciones simples a problemas complejos, sin los compromisos que suelen caracterizar a los partidos tradicionales. Ilustración MidJourney.

Respuestas que no existen

Los politólogos como Herfried Münkler advierten que la retórica populista está contribuyendo a este clima de desconfianza, creando expectativas irreales que los gobiernos no pueden cumplir. Mientras los problemas se acumulan, desde la deuda pública hasta la crisis migratoria y los desafíos económicos, los votantes buscan respuestas rápidas que a menudo no existen. La gente no confía en sus gobiernos, y esta falta de confianza alimenta un círculo vicioso: cuantos más fracasos perciben, más fuerte se vuelve el discurso populista.

La creciente polarización política y el debilitamiento de los partidos tradicionales indican que Europa se enfrenta a un momento crítico. Si bien los gobiernos democráticos tienen mecanismos para lidiar con la disidencia y la protesta, la fragmentación política actual está haciendo que esos mecanismos sean ineficaces. En Alemania, el gobierno tripartito de Olaf Scholz apenas logró acordar un presupuesto en medio de constantes disputas internas, un claro indicio de que el sistema está al borde de sus límites.

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Liderazgos fuertes ¿mesianismo?

Para algunos, la solución podría pasar por un liderazgo más fuerte, un hombre o mujer que pueda tomar decisiones sin compromisos. Sin embargo, este enfoque también conlleva riesgos, ya que puede abrir la puerta a líderes autoritarios que prometen restaurar el orden a cualquier costo. La gente no confía en sus gobiernos, pero la respuesta no puede ser abandonar los principios democráticos que han sostenido a Europa durante décadas.

El futuro político del continente está en juego, y las decisiones que tomen los ciudadanos en las próximas elecciones definirán el rumbo de la región. Mientras tanto, el populismo sigue avanzando, alimentado por una profunda desconfianza que desafía las normas establecidas y pone en duda la capacidad de los gobiernos para cumplir con sus promesas.

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