Es imborrable el pecado original mientras el colonialismo siga en ejercicio en el mundo

El colonialismo, una sombra persistente en la historia de la humanidad, continúa ejerciendo su nefasta influencia en el presente. A pesar de los avances hacia la descolonización y la autodeterminación, la realidad es que muchas sociedades aún viven bajo el yugo de estructuras coloniales que perpetúan la desigualdad y la opresión. El caso de Nueva Caledonia es un recordatorio brutal de cómo el colonialismo sigue configurando la vida de miles de personas en el siglo XXI.

Éric Vuillard, el renombrado escritor francés galardonado con el prestigioso premio Goncourt en 2017, ha abordado esta cuestión en su más reciente artículo para EL PAÍS de España. En su pieza titulada “Ninguna sociedad colonial puede durar eternamente”, Vuillard critica con dureza la hipocresía del gobierno francés que, mientras se enorgullece de sus principios republicanos y democráticos en Europa, mantiene una política opresiva y colonial en Nueva Caledonia. Su última novela, «Una salida honrosa» (Tusquets), publicada en España, también explora temas de dominación y resistencia, proporcionando un contexto más amplio para sus opiniones sobre el colonialismo contemporáneo.

Colonialismo como pecado original

La situación en Nueva Caledonia ilustra de manera cruda y contundente las contradicciones inherentes al colonialismo. Mientras el Comité Especial de Descolonización de la ONU incluye a Nueva Caledonia entre los 17 territorios que aún no han alcanzado el pleno autogobierno, el gobierno francés actúa con una fuerza reminiscentes de las épocas más oscuras del imperialismo. La indignación de los dirigentes franceses frente a la sublevación de los jóvenes kanakos ha llevado a la imposición del estado de emergencia, el envío de refuerzos y una retórica cada vez más dura.

Las protestas en Nueva Caledonia, que han visto incendios de edificios públicos y la destrucción de propiedades, son una manifestación desesperada de un pueblo que lucha contra una opresión histórica. La flagrante desigualdad en educación, sanidad, ingresos y condiciones de vida alimenta una ira que no puede ser ignorada. El gobierno francés, al endurecer su postura, ignora las raíces profundas de este conflicto: una desigualdad sistémica y una falta de reconocimiento de los derechos de los kanakos. Esta situación, que Eric Vuillard describe con agudeza, es una ilustración del fracaso del colonialismo en ofrecer un futuro justo y equitativo para todos.

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Las protestas en Nueva Caledonia, que han visto incendios de edificios públicos y la destrucción de propiedades, son una manifestación desesperada de un pueblo que lucha contra una opresión histórica. La flagrante desigualdad en educación, sanidad, ingresos y condiciones de vida alimenta una ira que no puede ser ignorada. Ilustración MidJourney

El garrote del “orden”

El presidente francés, Emmanuel Macron, alineado a colonialismo, ha defendido la necesidad de volver a la «legalidad republicana» y ha justificado la normalización del censo electoral en Nueva Caledonia como un paso necesario tras la celebración de tres referendos de autodeterminación. Sin embargo, este enfoque legalista ignora el espíritu de los Acuerdos de Numea, que pretendían iniciar un proceso de descolonización, no solo gestionar una crisis temporal. Macron, en su reciente visita a Numea, insistió en que «lo primero es el orden», una declaración que, según Vuillard, refleja una falta de comprensión profunda de la situación y una incapacidad para empatizar con el sufrimiento histórico del pueblo kanako.

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La resistencia de los kanakos no es una simple cuestión de desobediencia civil; es una lucha por la supervivencia y la dignidad en una sociedad que los ha marginado sistemáticamente. Las patrullas armadas de defensa civil, compuestas por milicias blancas, recorren las calles de Numea, aumentando la tensión y el miedo entre los habitantes kanakos. Esta situación de militarización y control colonial no solo es un eco del pasado, sino una realidad dolorosa del presente.

Mantener el status quo

La riqueza de Numea contrasta brutalmente con la pobreza de los asentamientos kanakos. Mientras que algunas partes de la ciudad prosperan con zonas residenciales lujosas y puertos deportivos, otras sufren condiciones de vida deplorables. La redistribución de la riqueza y la igualdad de derechos son esenciales para una paz duradera, pero el gobierno francés parece más interesado en mantener el status quo que en abordar las desigualdades estructurales que alimentan la ira y la desesperación de los kanakos.

Vuillard sostiene que cualquier intento de imponer reformas sin un acuerdo con los kanakos está destinado al fracaso. No se puede cambiar el censo electoral sin el consentimiento de los kanakos, ni se puede esperar estabilidad sin una justicia social real. La insistencia del gobierno en actuar unilateralmente traiciona el espíritu de los acuerdos de paz y perpetúa un ciclo de violencia y represión.

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El presidente francés, Emmanuel Macron, alineado a colonialismo, ha defendido la necesidad de volver a la «legalidad republicana» y ha justificado la normalización del censo electoral en Nueva Caledonia como un paso necesario tras la celebración de tres referendos de autodeterminación. Ilustración MidJourney.

El legado del colonialismo es profundo y complejo, y no se puede borrar simplemente con declaraciones de buena voluntad o reformas superficiales. Las heridas del pasado siguen abiertas y sangrando, y solo un compromiso genuino con la justicia y la igualdad puede empezar a sanarlas. La resistencia de los kanakos es una llamada a la conciencia mundial, un recordatorio de que el colonialismo, en cualquiera de sus formas, es incompatible con la dignidad humana y la justicia social.

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Un problema global

El caso de Nueva Caledonia es un microcosmos de un problema global. Mientras el colonialismo siga en ejercicio en cualquier parte del mundo, el pecado original de la opresión y la explotación persistirá. Es una mancha imborrable en la conciencia de la humanidad, una deuda moral que debemos abordar con urgencia y determinación. La historia nos ha mostrado que ninguna sociedad colonial puede durar eternamente, y es nuestra responsabilidad colectiva asegurar que esta verdad se convierta en realidad para todos los pueblos oprimidos del mundo.

Eric Vuillard nos recuerda que la lucha por la libertad y la justicia es continua y que cada generación tiene la responsabilidad de desafiar las injusticias de su tiempo. Su llamado a la acción es claro: debemos pasar de las palabras a los hechos, reconociendo la humanidad y la dignidad de todos los pueblos, especialmente aquellos que han sido históricamente marginados y oprimidos. Solo entonces podremos empezar a reparar las heridas del colonialismo y construir un futuro más justo y equitativo para todos.

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