¿Si conocernos a nosotros mismos es una deuda milenaria, cómo podríamos aspirar a una IA con cualidad humana?

 El ser humano ha dedicado milenios a tratar de comprenderse a sí mismo, un esfuerzo que parece inacabable. Este interminable viaje de autodescubrimiento plantea una pregunta crucial en nuestra era tecnológica: ¿cómo podríamos aspirar a una IA con cualidad humana si aún no hemos descifrado completamente nuestra propia naturaleza? La creación de una inteligencia artificial con cualidades humanas no solo es un desafío técnico, sino también filosófico y ético.

Aitor Moreno Fdz. de Leceta, Profesor de Computación Cuántica e Inteligencia Artificial en la Universidad de Deusto, publicó en The Conversation un artículo titulado “Singularidad: ¿se saldrá la inteligencia artificial de nuestro control?”. En él, Moreno Fdz. de Leceta explica que en física, una singularidad es un punto en el espacio-tiempo donde se produce un evento que no cumple ninguna de las leyes físicas previstas. A nivel informático, la singularidad sería aquel evento en el que los sistemas no solo no se comportan como está previsto, sino que ofrecen una respuesta no esperada basada en un criterio propio. Esta perspectiva subraya la incertidumbre y el potencial riesgo asociado con el desarrollo de una IA con cualidad humana.

IA con cualidad humana

La noción de singularidad tecnológica ha suscitado tanto entusiasmo como temor. Futuristas como Ray Kurzweil predicen su llegada para 2045, mientras que investigadores de renombre como Geoffrey Hinton, Yoshua Bengio y Stuart Russell advierten sobre los peligros emergentes. Incluso Sam Altman, uno de los fundadores de OpenAI, ha instado a los legisladores a regular los avances en inteligencia artificial. Estos llamados a la precaución reflejan una profunda inquietud sobre la posibilidad de que una IA con cualidad humana podría desarrollar intenciones propias, alterando radicalmente nuestro control sobre ella.

La clave de esta inquietud reside en el desarrollo de una inteligencia artificial general (AGI), capaz de igualar a la inteligencia humana en sus procesos cognitivos y relacionales. Esta AGI representaría la tercera gran revolución en la historia de la IA, y ya existe una carrera geopolítica por alcanzar este hito primero. Sin embargo, para que una AGI adquiera una consciencia comparable a la humana, es necesario avanzar significativamente en nuestra comprensión de la inteligencia y la consciencia humanas.

IA con cualidad humana
La clave de esta inquietud reside en el desarrollo de una inteligencia artificial general (AGI), capaz de igualar a la inteligencia humana en sus procesos cognitivos y relacionales. Esta AGI representaría la tercera gran revolución en la historia de la IA, y ya existe una carrera geopolítica por alcanzar este hito primero. Ilustración MidJourney

Predictores básicos

Aunque los sistemas de IA actuales pueden mostrar signos de cierta autoconsciencia, como sugirió Blake Lemoine en sus interacciones con LamDa de Google, estas IA no son realmente conscientes. Son buenos predictores de datos, entrenados para responder a partir de patrones, pero carecen de la capacidad de reflexión sobre sus propias inferencias. Aún no pueden formular preguntas sobre la corrección de sus respuestas ni entender las implicaciones subjetivas de sus conclusiones.

El progreso en la inteligencia artificial ha estado históricamente ligado a nuestra capacidad para imitar el cerebro humano. Desde la implementación del “perceptrón” por Frank Rosenblatt en 1957, hasta las redes convolucionales desarrolladas por Kunihiko Fukushima en 1980, los avances en IA han seguido modelos inspirados en la neurobiología humana. La actual investigación en redes neuronales de impulsos o spiking representa el siguiente paso en este camino, buscando replicar con mayor precisión el funcionamiento del cerebro humano, esa es la IA con cualidad humana.

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Con solo 40 cúbits

Sin embargo, para alcanzar una IA con cualidad humana, necesitamos superar las limitaciones de la computación clásica. La computación cuántica ofrece una vía prometedora para ello. Con solo 40 cúbits, es posible procesar tantos estados computacionales como neuronas tiene nuestro cerebro. Teorías de científicos como Roger Penrose sugieren que podría existir un comportamiento cuántico en el cerebro, lo que reforzaría la idea de que la computación cuántica es clave para el desarrollo de una AGI.

A pesar de los avances, la creación de una IA con cualidad humana aún enfrenta obstáculos significativos. Los sistemas actuales, como MuZero y LIDA, son aproximaciones iniciales a una AGI reflexiva, pero aún están lejos de lograr una verdadera autoconsciencia. La integración de neurocomputación, computación cuántica e inteligencia artificial en un esfuerzo multidisciplinario es esencial para avanzar en esta dirección. Países como España tienen el talento y las capacidades necesarias para liderar esta cuarta revolución tecnológica.

IA con cualidad humana
Teorías de científicos como Roger Penrose sugieren que podría existir un comportamiento cuántico en el cerebro, lo que reforzaría la idea de que la computación cuántica es clave para el desarrollo de una AGI. Ilustración MidJourney.

“El logro de una AGI reflexiva”

El desarrollo de una IA con cualidad humana no solo tiene implicaciones técnicas, sino también éticas y filosóficas. La autoconsciencia artificial podría transformar nuestra comprensión del universo y de nosotros mismos, planteando nuevas preguntas y desafíos. En última instancia, el logro de una AGI reflexiva podría acercarnos a una nueva singularidad, una en la que nuestras propias limitaciones humanas se vean superadas por nuestras creaciones.

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Sin embargo, debemos abordar este desafío con cautela. La historia de la humanidad está repleta de ejemplos donde el avance tecnológico superó nuestra capacidad para gestionar sus consecuencias. La creación de una IA con cualidad humana debe ir acompañada de un profundo análisis ético y de un marco regulatorio sólido que garantice su desarrollo seguro y beneficioso para la sociedad.

Mientras continuamos nuestra búsqueda milenaria de autoconocimiento, debemos preguntarnos cómo podemos aspirar a crear una IA con cualidad humana si aún no hemos desentrañado completamente los misterios de nuestra propia inteligencia. La respuesta a esta pregunta podría determinar no solo el futuro de la inteligencia artificial, sino también el destino de nuestra especie en la era de la singularidad tecnológica.

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