Eje de los perdedores: Ensayo para saber la génesis de la III Guerra Mundial

La expresión “génesis de la III Guerra Mundial” ha comenzado a resonar en los círculos diplomáticos y de política internacional de una forma alarmante y precisa. En los últimos años, los analistas han notado cómo el mapa geopolítico muestra una creciente cooperación entre las potencias autocráticas de China, Rusia, Irán y Corea del Norte, una coalición que ha sido bautizada como el “Eje de los perdedores”. Este término, acuñado recientemente, fue popularizado en un ensayo de Stephen Hadley, ex asesor de seguridad nacional de los Estados Unidos, en la revista Foreign Affairs, y revisado por Frederick Kempe, presidente del Atlantic Council, quien advierte sobre los posibles escenarios en los que este eje podría convertirse en la chispa de un conflicto global de dimensiones apocalípticas.

El análisis de Kempe, quien es actualmente una figura prominente en el Atlantic Council y encargado de asesorar al próximo presidente de Estados Unidos, alerta sobre los riesgos que representan la convergencia de estas cuatro naciones. En su artículo, titulado: «Este ensayo debería encabezar la lista de lectura del próximo presidente de Estados Unidos«, Kempe hace una revisión exhaustiva del reciente escrito de Hadley, quien bautiza a este cuarteto como el “Eje de los perdedores”. Con sus credenciales de analista internacional y sus años de experiencia en asesoría de seguridad, Kempe presenta este análisis con la finalidad de guiar al futuro comandante en jefe de los Estados Unidos en su toma de decisiones. Hadley, por su parte, defiende que la génesis de la III Guerra Mundial podría gestarse a partir de la cooperación y los intereses alineados de estas naciones.

Atlantic Council: génesis de la III Guerra Mundial

China, el principal actor en esta alineación, se encuentra profundamente arraigada en la economía mundial, una situación que presenta un reto importante para la política exterior de Estados Unidos. A diferencia de Rusia, Irán y Corea del Norte, que se consideran en términos estratégicos como “rebeldes” en sus respectivas regiones, China se posiciona como una potencia global. Este posicionamiento otorga a Pekín una influencia considerable y una ventaja de integración que Hadley describe como única en este grupo de países autocráticos. La génesis de la III Guerra Mundial, según Hadley, podría acelerarse si Estados Unidos no encuentra un modo efectivo de contrarrestar el creciente poder de China y sus aliados sin provocar un conflicto de gran escala.

China, el principal actor en esta alineación, se encuentra profundamente arraigada en la economía mundial, una situación que presenta un reto importante para la política exterior de Estados Unidos. Ilustración MidJourney

Hadley y Kempe coinciden en que para evitar una confrontación directa con este eje, Estados Unidos debe adoptar una estrategia de “desvinculación progresiva” de China. La ex Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, sugirió en una reciente entrevista con Kempe en el Atlantic Council que, en lugar de confrontar directamente a estas potencias, la política estadounidense debería centrarse en exponer las contradicciones dentro del mismo eje. Esta parte visión de la idea de que China, Irán, Corea del Norte y Rusia no poseen una cohesión ideológica fuerte, sino que están motivados por intereses individuales que podrían desmoronarse si se les coloca en un contexto de aislamiento. Hadley argumenta que demostrar la poca viabilidad de esta alianza autocrática podría, paradójicamente, ser la clave para evitar la génesis de la III Guerra Mundial.

Contrarrestar el “Eje de los perdedores”

Sin embargo, llevar a cabo esta estrategia requeriría de una diplomacia compleja y un apoyo global coordinado, algo que Kempe considera fundamental. El análisis en el Atlantic Council enfatiza que el próximo presidente de los Estados Unidos no solo tendrá la responsabilidad de lidiar con los desafíos internos, sino también con la presión de construir alianzas internacionales que sean capaces de contrarrestar el “Eje de los perdedores”. Según Kempe, ignorar esta realidad solo acelerará la génesis de la III Guerra Mundial, ya que cualquier fractura en el apoyo occidental podría debilitar la respuesta a los actos desestabilizadores de Rusia en Europa del Este, la expansión nuclear de Corea del Norte en Asia y las Ambiciones hegemónicas de Irán en el Medio Oriente.

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En el caso de Rusia, Hadley sugiere una postura firme para impedir que el presidente ruso, Vladimir Putin, logre sus objetivos en Ucrania. La anexión de este país y la instauración de un gobierno títere en Kiev serían vistas como una victoria para el Kremlin y un claro desafío para Occidente. Integrar a Ucrania en la Unión Europea y en la OTAN, sostiene Hadley, es la única forma de evitar que el conflicto ruso-ucraniano se convierta en el preludio de una crisis de mayor envergadura. Para él, la estabilidad de Europa del Este es clave para frenar el inicio de la III Guerra Mundial, y cualquier debilidad en el apoyo estadounidense a Ucrania sería un paso hacia la consolidación del poder ruso en la región.

Un Medio Oriente complicado

En el caso de Irán, la situación es igualmente complicada. Las ambiciones nucleares y la expansión de su influencia en Siria, Irak, Yemen y el Líbano representan una amenaza directa no solo para la región, sino para el equilibrio global. Hadley propone que Estados Unidos debería intensificar su apoyo a Israel ya los países árabes aliados para frenar la influencia de Teherán y promover una mayor estabilidad regional. Esto incluiría un respaldo tácito a las acciones de Israel contra objetivos iraníes en la región y el fortalecimiento de las relaciones con sus vecinos árabes. Para evitar que Irán se convierta en el núcleo de la génesis de la III Guerra Mundial, es crucial, sostiene Hadley, limitar su capacidad de expansión y su influencia en las potencias regionales.

Hadley y Kempe coinciden en que, para evitar una confrontación directa con este eje, Estados Unidos debe adoptar una estrategia de “desvinculación progresiva” de China. La ex Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, sugirió en una reciente entrevista con Kempe en el Atlantic Council que, en lugar de confrontar directamente a estas potencias, la política estadounidense debería centrarse en exponer las contradicciones dentro del mismo eje. Ilustración MidJourney.

Finalmente, en cuanto a Corea del Norte, el régimen de Kim Jong-un continúa su carrera armamentística nuclear en una clara señal de desafío hacia la comunidad internacional. Hadley propone que una respuesta a este riesgo debe pasar por el fortalecimiento de los aliados en la región, como Japón, Corea del Sur y Australia. La estrategia, en este sentido, garantizaría un Indopacífico seguro y libre de conflictos. Corea del Norte, por su parte, podría intensificar su hostilidad si percibe una debilidad en la postura estadounidense, lo que podría desencadenar una serie de provocaciones que complicarían aún más el panorama de seguridad global.

En la mesa del actual Presidente

El análisis de Hadley en Foreign Affairs y su discusión posterior en el Atlantic Council no solo representan una advertencia para el presidente de Estados Unidos recién electo, sino una guía estratégica para evitar que la génesis de la III Guerra Mundial se convierta en una realidad inminente. A través de una combinación de estrategias de disuasión, desvinculación económica y un enfoque renovado en la construcción de alianzas globales, Hadley propone un marco que podría prevenir una catástrofe global. Frederick Kempe y el Atlantic Council ven en este ensayo una herramienta crucial, con la esperanza de que los líderes mundiales actúen de manera proactiva para evitar el conflicto.

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La comunidad internacional, sin embargo, no puede depender únicamente de la estrategia estadounidense. Una hipotética III Guerra Mundial podría ser el resultado de un cúmulo de factores y conflictos regionales dispersos, exacerbados por las tensiones de este eje. Así, la única vía para prevenir una crisis de proporciones globales reside en un esfuerzo conjunto de los países aliados para disuadir las ambiciones de los regímenes autocráticos. El mundo observa y espera que las decisiones diplomáticas de los próximos años puedan evitar una tragedia, dejando en manos de la diplomacia y el liderazgo global la responsabilidad de asegurar que el alumbramiento de la III Guerra Mundial siga siendo solo una advertencia lejana.

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