Donald Trump quiere un arancel McKinley moderno. Esta frase resume un plan que, según el Consejo Editorial de The Washington Post, amenaza con llevar a la economía estadounidense hacia una dirección incierta y riesgosa. Para Trump, resucitar el modelo arancelario impulsado por el presidente William McKinley a finales del siglo XIX representa un paso hacia el renacimiento de la manufactura nacional, donde los aranceles serán la herramienta central para proteger los empleos y la industria estadounidense. Sin embargo, el Consejo Editorial advierte sobre las posibles repercusiones de esta política, recordando cómo las tarifas elevadas durante el mandato de McKinley resultaron en el aumento de precios para los consumidores y una recesión que devastó el país. Esta visión de la economía, a juicio de los analistas de The Washington Post, podría ser el preludio de un desastre si se implementa en la actualidad.
El análisis proviene del Consejo Editorial de The Washington Post, cuyos miembros –incluidos David Shipley, Charles Lane, Stephen Stromberg, Mary Duenwald, James Hohmann, Eduardo Porter y Keith B. Richburg– han argumentado en un artículo titulado “El plan económico retro”. de Donald Trump podría ser un desastre”, que esta estrategia proteccionista conduciría a consecuencias catastróficas. A diferencia de la sala de redacción, el Consejo Editorial representa las opiniones de la institución, resultado de debates entre sus miembros en la sección de Opiniones. Su evaluación apunta a que el proteccionismo propuesto no logrará crear una economía fabricante competitiva en un contexto globalizado y lleno de interdependencias.
Donald Trump quiere un arancel McKinley moderno
Donald Trump quiere un arancel McKinley moderno porque considera que la época de McKinley simboliza un período de grandeza económica para Estados Unidos, pero ignora, según The Washington Post, las profundas diferencias entre los retos de aquella época y los actuales. En su participación en el podcast de Joe Rogan el pasado 25 de octubre, Trump alabó el sistema arancelario que caracterizó el gobierno de McKinley, señalando que los aranceles altos fueron fundamentales para hacer a Estados Unidos una nación próspera en la “Edad Dorada” de la economía estadounidense. Según Trump, este período representó una época dorada para la industria estadounidense. Sin embargo, los economistas del Consejo Editorial destacan que esta medida condujo a la derrota política del Partido Republicano en las elecciones de 1890 y 1892, y fue una de las causas que precipitaron una recesión en 1893, cuando los precios al consumidor se dispararon y el el gasto de los ciudadanos se redujo.

Las cifras de las importaciones actuales, que en 2023 alcanzaron un valor de 3,12 billones de dólares, colocan la visión de Trump en una dimensión prácticamente inalcanzable. Para sustituir el ingreso que el país obtiene actualmente por el impuesto sobre la renta, el cual representó unos 2,2 billones de dólares, se requeriría, como mínimo, un arancel del 70% sobre las importaciones. Los economistas de The Washington Post advierten que un arancel de tal magnitud probablemente alteraría los niveles de importación, afectando el consumo, encareciendo los productos y, en consecuencia, deteriorando la calidad de vida de los estadounidenses. Esto significa que el arancel alto, lejos de proteger la economía, podría convertirse en un detonante de inestabilidad financiera y social.
Populismo desinformado
Además, Donald Trump quiere un arancel McKinley moderno como una herramienta para fomentar la creación de empleos manufactureros, argumentando que el proteccionismo permitiría a las empresas estadounidenses competir en igualdad de condiciones frente a competidores extranjeros. Sin embargo, los autores del artículo señalan que este enfoque proteccionista es una visión arcaica que no considera el entorno actual, donde las cadenas de suministro y las relaciones comerciales internacionales son complejas y altamente interdependientes. De hecho, el Consejo Editorial destaca que, en un contexto donde los insumos críticos provienen de empresas extranjeras, una medida proteccionista no necesariamente se traduciría en beneficios para la fabricación. Un ejemplo de ello es la dependencia de Estados Unidos de la maquinaria avanzada producida por el fabricante holandés ASML para la fabricación de semiconductores, una tecnología esencial en la era digital. Restringir las importaciones significaría aumentar los costos para la industria y retrasar la capacidad de innovación, lo que afectaría la competitividad global de Estados Unidos.
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La estrategia de Trump también subestima, según el Consejo Editorial de The Washington Post, el impacto negativo que tendría sobre los consumidores, quienes verían incrementados los precios de una variedad de productos debido a la falta de competencia internacional. Un ejemplo de esto es el arancel del 25% que se impuso a las importaciones de camiones ligeros en 1963 para obligar a los países europeos a abrir sus mercados al pollo estadounidense. Este arancel, que en teoría debía ser temporal, continúa vigente 61 años después, y representa un costo adicional que se transfiere directamente al consumidor final. En este contexto, la intención de Trump de recurrir a un “arancel McKinley moderno” pone de manifiesto un modelo económico que ha demostrado ser ineficiente y que no corresponde a las necesidades del mercado global actual.
Retroceso a cambio de atención
Donald Trump quiere un arancel McKinley moderno, pero los expertos de The Washington Post consideran que la implementación de esta política es un riesgo significativo para la economía estadounidense, ya que dificultaría la competitividad en un momento donde la innovación es esencial para mantener la posición de liderazgo global del país. Aunque Trump afirma que los aranceles fomentarán una mayor producción nacional y permitirán que Estados Unidos recupere su posición dominante en el sector manufacturero, el Consejo Editorial advierte que esta estrategia solo daría lugar a la creación de industrias ineficientes, que subsistirían únicamente debido a las restricciones comerciales y al costo elevado de los productos importados. En lugar de una economía flexible y adaptable, el proteccionismo podría hacer que Estados Unidos dependa de una industria fabricante incapaz de competir en calidad y precio.

Al final, The Washington Post sugiere que, aunque ciertas industrias estratégicas, como la de defensa, pueden beneficiarse de protecciones arancelarias, el enfoque indiscriminado de Trump podría resultar en un retroceso económico y social. Los beneficios temporales que ofrecerían los aranceles no compensarían el estancamiento y la falta de competitividad en el largo plazo. Con una economía tan diversificada y dependiente de insumos internacionales, interrumpir las importaciones podría llevar a una crisis de productividad y, eventualmente, a un estancamiento de la innovación.
La edad lo lleva a anclase en el pasado
En un mundo donde la interdependencia es la norma, la visión de Trump representa un retorno a políticas de tiempos pasados que, si bien tuvieron algún efecto positivo en su época, no se alinean con las demandas de una economía moderna y globalizada. Donald Trump quiere un arancel McKinley moderno, pero, según el Consejo Editorial de The Washington Post, esta visión podría ser el preludio de un desastre económico, llevando a Estados Unidos hacia un aislamiento costoso y poniendo en riesgo su lugar en el escenario internacional.
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Trump exagera enormemente los problemas de la industria manufacturera estadounidense: si se mide en términos de valor agregado, neto de bienes intermedios adquiridos, como materias primas, la industria manufacturera estadounidense representa el 16% del mercado global, frente al 29% de China. Sin embargo, Estados Unidos logra esto utilizando sólo una octava parte de los trabajadores fabriles que utiliza China, precisamente porque las empresas y los trabajadores estadounidenses son muy productivos.