La economía venezolana enfrenta un 2025 cargado de incertidumbres, donde los asuntos geopolíticos jugarán un papel determinante. Tras un año 2024 que exhibió señales de recuperación gracias a la flexibilización de ciertas sanciones y un repunte en la producción petrolera, el panorama actual parece oscurecerse debido a tensiones políticas internas y externas que amenazan con retrotraer los avances logrados. Los últimos movimientos en el tablero internacional, especialmente entre Washington y Caracas, definirán el futuro económico del país sudamericano, cuya dependencia del sector petrolero sigue siendo absoluta.
Este reportaje se basa en la nota: “La recuperación petrolera da alas a la economía de Venezuela ante un 2025 turbulento”, publicada por el diario EL PAÍS de España. Firmada institucionalmente por la redacción del medio, esta pieza destaca las tensiones entre la política económica del chavismo, las sanciones internacionales y las expectativas del sector privado. EL PAÍS, reconocido por su credibilidad y trabajo colaborativo, pone de relieve cómo las decisiones de actores clave en Washington, combinadas con las dinámicas políticas internas, podrían revertir los progresos alcanzados en la economía venezolana durante los últimos tres años.
Asuntos geopolíticos entre Washington y Caracas
En este contexto, los asuntos geopolíticos resurgen como un factor ineludible. La expansión económica observada en 2024, con un crecimiento del PIB estimado en seis puntos según el Banco Central de Venezuela, ha sido posible gracias a concesiones otorgadas por Estados Unidos a empresas como Chevron y Repsol. Sin embargo, las elecciones presidenciales de julio de 2024, cuyo resultado ha sido objeto de controversia tanto dentro como fuera del país, han puesto en duda la estabilidad de estas licencias. La administración saliente de Joe Biden planteó la posibilidad de su eliminación, una acción que el presidente electo, Donald Trump, y su equipo podrían llevar a cabo a cabo en 2025, agravando así la presión sobre la economía venezolana.

La incertidumbre también se refleja en las fluctuaciones del mercado cambiante y en el ánimo de los inversionistas. Durante la primera mitad de 2024, el optimismo impulsó el consumo y las inversiones, pero este impulso comenzó a disiparse tras los resultados electorales. Como señala Leonardo Vera, de la Universidad Central de Venezuela, el tipo de cambio comenzó a deslizarse en septiembre, afectando la estabilidad lograda hasta entonces. Para el cierre del año, la inflación mostró un repunte, y la brecha cambiaría, con un diferencial del 18% entre la tasa oficial y la del mercado paralelo, se consolidó como un desafío estructural.
Maduro ha aprendido de la presión
El impacto de los asuntos geopolíticos en el sector petrolero no puede ser subestimado. Con una producción cercana a los 900.000 barriles diarios, Venezuela ha mostrado avances significativos desde los mínimos históricos registrados en años anteriores. Sin embargo, como advierte el economista Orlando Ochoa, esta recuperación depende en gran medida de las empresas internacionales y de las licencias que les permiten operar en el país. La posibilidad de más sanciones o de la supresión de estas licencias en 2025 pondría en riesgo no solo al sector petrolero, sino también al conjunto de la economía nacional.
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El Gobierno de Nicolás Maduro ha intentado contrarrestar estos riesgos adoptando políticas económicas más pragmáticas. Desde 2020, el chavismo ha implementado medidas para atraer inversión privada, particularmente en el sector petrolero, mientras flexibilizaba el control cambiario y moderaba la emisión monetaria. Estos esfuerzos han permitido frenar la hiperinflación, que en 2024 promedió un 60%, con un índice mensual de solo 1% en julio, algo inédito en más de una década. No obstante, estas medidas parecen insuficientes frente a las posibles acciones de una Administración estadounidense más agresivas y menos dispuestas a negociar.
La espada de las sanciones
Los analistas coinciden en que 2025 podría marcar un punto de inflexión para Venezuela, dependiendo de cómo se desarrollan los asuntos geopolíticos. Si Washington opta por mantener las licencias petroleras y se logran acuerdos políticos mínimos, el país podría experimentar un crecimiento modesto, aunque con una economía aún frágil. Por el contrario, si las licencias son retiradas y las sanciones se endurecen, la economía podría enfrentar una nueva recesión, con un desplome del PIB y una inflación que podría alcanzar nuevamente niveles cercanos al 100%. Esta perspectiva también tendría un impacto devastador en las ya limitadas reservas internacionales del país, profundizando la crisis cambiaria y limitando aún más las importaciones esenciales.
El panorama social no sería menos alarmante. Una nueva ronda de sanciones podría exacerbar las tensiones políticas internas, llevar a más protestas y aumentar la represión estatal. Además, el deterioro económico podría impulsar una nueva ola migratoria, agravando la crisis humanitaria en la región. Como señala Luis Oliveros, de la Universidad Metropolitana de Caracas, la incertidumbre actual ya está afectando la confianza en el país. “Sin señales claras de estabilidad, tanto empresarios como ciudadanos optarán por buscar alternativas fuera de Venezuela”, afirma.

China, Rusia y Venezuela
En este contexto, los asuntos geopolíticos adquieren una relevancia aún mayor. La relación entre Caracas y Beijing, así como el papel de Rusia en el ámbito energético, podrían ofrecer al chavismo ciertas opciones para sortear las sanciones estadounidenses. Sin embargo, estas alianzas tienen sus propios límites y desafíos. Las inversiones chinas en Venezuela han disminuido significativamente en los últimos años, y el apoyo de Rusia se ha visto limitado por sus propias tensiones con Occidente y las consecuencias de la guerra en Ucrania.
En última instancia, el destino de la economía venezolana en 2025 dependerá de un complejo entramado de factores internos y externos. La capacidad del Gobierno para mantener un diálogo mínimo con Washington, combinada con su habilidad para implementar reformas económicas más profundas, será clave para evitar un colapso mayor. Al mismo tiempo, la comunidad internacional deberá evaluar si su enfoque hacia Venezuela puede equilibrar la presión sobre el chavismo sin agravar las condiciones de vida de la población.
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Con los datos actuales, es evidente que el país enfrenta un año decisivo, donde los asuntos geopolíticos serán el eje sobre el cual giren las decisiones que definirán su futuro económico. La recuperación de los últimos años podría convertirse en un recuerdo efímero si no se toman medidas para garantizar la estabilidad y fomentar un crecimiento sostenible. Para Venezuela, 2025 no solo será un año de desafíos, sino también una prueba de resistencia ante un escenario global cada vez más incierto.