Estados Unidos parece estar en un punto de inflexión histórica: después de años de debate, controversia y barreras, el país podría finalmente estar listo para una mujer presidente. La reciente salida de Joe Biden de la carrera presidencial y su respaldo a Kamala Harris como la candidata demócrata ha generado una oleada de entusiasmo y atención, tanto entre los votantes como en los medios. Harris, ahora acompañada por el gobernador de Minnesota, Tim Walz, ha captado el interés de millas de seguidores en estados clave. Sin embargo, este hito político podría estar marcado por una lucha interna mucho más compleja: la resistencia persistente de un sector del electorado que, aunque lo niegue públicamente, sigue atado a actitudes sexistas que podrían impedir que el país cruce finalmente este umbral.
El análisis realizado por Adán Eichen, Jesse Rodas y Tatishe Nteta, colaboradores académicos para el portal The Conversation, ha arrojado luz sobre este fenómeno. Eichen, estudiante de doctorado en Ciencias Políticas en UMass Amherst, junto a Rodas, profesor asociado de la misma universidad, y Nteta, profesor rector y director de la Encuesta de UMass Amherst, han investigado la presencia del sexismo en la política estadounidense y su impacto. en las elecciones. Su artículo titulado “Los oponentes estadounidenses dicen que están listos para una mujer presidenta, pero las actitudes sexistas aún acompañan la oposición a Harris” ofrece un panorama inquietante: aunque una mayoría del electorado asegura estar preparado para una mujer presidente, las actitudes sexistas siguen siendo una fuerza potente que podría influir en el resultado de las elecciones.
Una mujer presidente
Desde que Harris asumió el liderazgo demócrata, su campaña ha mostrado signos de fortaleza, logrando eliminar la ventaja que Donald Trump tenía sobre Biden en varias encuestas nacionales. No obstante, mientras la figura de Harris como posible presidenta gana terreno, también lo hace el sexismo, un último que ha marcado la política estadounidense durante décadas. Este mismo fenómeno fue clave en la derrota de Hillary Clinton en 2016, cuando, a pesar de su experiencia y trayectoria, el sexismo jugó un papel crucial en su fracaso frente a Trump. La pregunta ahora es si Harris podrá superar esta barrera o si Estados Unidos seguirá atrapado en la paradoja de querer una mujer presidente, pero no estar realmente preparado para aceptarla.

Las encuestas realizadas por Eichen, Rodas y Nteta, tanto en enero como en agosto de 2024, ofrecen una visión clara de la influencia del sexismo en la política actual. Los datos recopilados en estas encuestas muestran que, si bien una mayoría del 51% de los estadounidenses afirma que el país está listo para tener “una mujer presidente”, el 23% todavía no está de acuerdo con esta afirmación. Estos números, aunque parecen optimistas, ocultan una realidad más complicada: entre quienes se oponen a Harris, el sexismo sigue siendo un factor determinante. Los ataques dirigidos hacia ella, tanto por parte de Donald Trump como de otros republicanos, reflejan una táctica que, aunque desgastada, sigue siendo efectiva: apelar a los prejuicios de género para deslegitimar la candidatura de una mujer.
Sexismo sutil y hostil
El sexismo, tal como lo definen los politólogos, no se limita a expresiones abiertas de misoginia, sino que se manifiesta en formas más sutiles y generalizadas. Las afirmaciones de que “las mujeres se ofenden con demasiada facilidad” o que “exageran los problemas que tienen en el trabajo” son ejemplos de lo que los investigadores llaman “sexismo hostil”. Estos prejuicios, aunque no siempre se expresan abiertamente, tienen un impacto profundo en la percepción que los partidarios tienen de las mujeres en posiciones de poder, especialmente cuando se trata de alcanzar el cargo más alto del país.
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En este contexto, la campaña de Harris se enfrenta a un doble desafío. Por un lado, debe convencer a un electorado que, en su mayoría, afirma estar preparado para una mujer presidente. Por otro lado, debe superar las barreras invisibles que el sexismo ha erigido a lo largo de los años. La paradoja es evidente: mientras más se acerca Harris a la presidencia, más intensos se volverán los ataques sexistas, tanto en los medios como en las redes sociales y en los discursos de sus opositores.
Trump es un súper sexista
La retórica sexista que ha surgido en torno a la candidatura de Harris no es nueva, pero su intensidad ha crecido conforme se acerca la posibilidad de que Estados Unidos tenga una mujer presidenta. Los comentarios de Trump, que ha calificado a Harris como un “juguete” en manos de líderes extranjeros y ha cuestionado su inteligencia, son solo la punta del iceberg. Estos ataques no solo buscan socavar la confianza en Harris, sino que también apelan a los miedos y prejuicios que aún persisten en una parte del electorado. La estrategia es clara: desacreditar a Harris no solo como candidata, sino como mujer, utilizando el sexismo como arma política.

Pero, ¿será suficiente el sexismo para impedir que Harris llegue a la Casa Blanca? Según los hallazgos de Eichen, Rodas y Nteta, la respuesta es incierta. Aunque el sexismo ha demostrado ser un factor poderoso en elecciones anteriores, la dinámica actual es diferente. La sociedad estadounidense ha cambiado en muchos aspectos, y aunque los prejuicios de género persisten, también lo hace una creciente conciencia sobre la importancia de la igualdad de género en la política. Este cambio se refleja en el apoyo que Harris ha recibido, no solo de las bases demócratas, sino también de votantes independientes y de algunos republicanos desencantados con la retórica divisiva de Trump.
¿Durmiendo con el enemigo?
No obstante, el camino hacia la presidencia no será fácil para Harris. Las encuestas muestran que, aunque el apoyo a su candidatura es fuerte entre aquellos con actitudes menos sexistas, los partidarios que mantienen prejuicios de género están firmemente en contra de su candidatura. Este grupo, aunque minoritario, podría ser decisivo en una elección tan reñida como la de 2024. La verdadera prueba para Harris será si puede movilizar a suficientes votantes para contrarrestar el impacto del sexismo y demostrar que Estados Unidos está, de hecho, listo para una mujer presidente.
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En última instancia, el resultado de las elecciones de 2024 podría ser un indicativo de cuánto ha avanzado Estados Unidos en términos de igualdad de género. Si Harris logra superar los obstáculos y convertirse en la primera mujer presidenta del país, será un triunfo no solo para ella, sino para todas las mujeres que han luchado por la igualdad en un sistema político dominado históricamente por hombres. Sin embargo, si el sexismo prevalece e impide que Harris alcance la presidencia, será una señal de que, a pesar de los avances, Estados Unidos aún tiene un largo camino por recorrer para superar sus propios prejuicios y realmente estar listo para una mujer presidente. La historia de 2024 no solo se escribirá en las urnas, sino en la conciencia colectiva de una nación que aún busca definir su identidad en el siglo XXI.