Atlantic Council ofrece a Trump tres principios básicos para navegar esta era

En un momento de tensión geopolítica sin precedentes, el Atlantic Council ha lanzado una advertencia clara al presidente Donald Trump: para enfrentar los desafíos que plantea el escenario internacional actual, debe guiarse por tres principios básicos para navegar esta era. En medio de un contexto global marcado por la guerra en Ucrania, la creciente influencia de China, las tensiones en Medio Oriente y el avance de tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial, la política exterior de Estados Unidos se encuentra en un punto de inflexión que podría determinar su papel en el futuro del orden mundial. La organización considera que la oportunidad de Trump para consolidar su legado depende de decisiones que trasciendan las pugnas internas y apunten hacia una colaboración estratégica con sus aliados tradicionales. En el núcleo de este mensaje está la idea de que Estados Unidos no puede permitirse debilitar la relación transatlántica si aspira a mantener su influencia global.

El llamado proviene de Fred Kempe, presidente y director ejecutivo del Atlantic Council, quien ha sido un actor clave en el fortalecimiento de la organización desde 2007. Con una carrera de más de veinticinco años como editor y reportero galardonado en The Wall Street Journal, Kempe ha construido una reputación como una de las voces más influyentes en temas de seguridad internacional y política global. Su reciente publicación en el portal del Atlantic Council, titulada: La semana que sacudió a Europa y la prueba histórica que se avecina, expone un análisis detallado de las fricciones emergentes entre Estados Unidos y Europa. En su artículo, Kempe se basa en su experiencia personal durante la Conferencia de Seguridad de Múnich y en conversaciones con líderes europeos como el presidente finlandés Alexander Stubb, para ofrecer una perspectiva que revela las profundas fisuras que amenazan la estabilidad de la alianza occidental.

Tres principios básicos para navegar esta era

Kempe plantea que estos tres principios básicos para navegar esta era no son meras sugerencias diplomáticas, sino imperativos estratégicos que podrían definir el rumbo de las relaciones internacionales en los próximos años. La advertencia se da en un momento crítico, donde los ecos de las tensiones históricas resurgen con fuerza. En la reciente Conferencia de Múnich, los comentarios del vicepresidente estadounidense JD Vance, respaldando de facto a la extrema derecha alemana, generaron un clima de desconfianza entre los aliados europeos. Además, la disputa pública entre Trump y el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy, en la que el expresidente estadounidense replicó propaganda del Kremlin, alimentó aún más la percepción de un distanciamiento de Washington respecto a sus compromisos con la democracia europea.

La organización considera que la oportunidad de Trump para consolidar su legado depende de decisiones que trasciendan las pugnas internas y apunten hacia una colaboración estratégica con sus aliados tradicionales. En el núcleo de este mensaje está la idea de que Estados Unidos no puede permitirse debilitar la relación transatlántica si aspira a mantener su influencia global. Ilustración MidJourney

Mientras tanto, la geopolítica global se ve alterada por el posible ingreso de China en el escenario europeo como actor de mantenimiento de la paz en Ucrania. Las especulaciones sobre un eventual despliegue de tropas chinas en la región no solo representan un desafío para Estados Unidos, sino también una señal de alerta para Europa. La posibilidad de que Pekín asuma un papel mediador en un conflicto que ha puesto en jaque la seguridad europea es vista por el Atlantic Council como una amenaza a los intereses occidentales. La advertencia de Kempe es clara: permitir que China intervenga en la resolución de este conflicto sería como entregar el gallinero al zorro, dado el apoyo tácito que Beijing ha brindado a Rusia desde el inicio de la guerra.

Una brújula para Donald Trump

En este complejo escenario internacional, los tres principios básicos para navegar esta era son presentados como una brújula indispensable para la administración Trump. El primero de ellos sostiene que Estados Unidos no puede beneficiarse de una comunidad transatlántica debilitada y fragmentada. La alianza con Europa ha sido, históricamente, la piedra angular del liderazgo global estadounidense, y cualquier intento de socavarla solo favorecería a actores que buscan desestabilizar el orden mundial. La cooperación con los aliados europeos no solo es esencial para contrarrestar las amenazas militares, sino también para enfrentar los desafíos económicos y tecnológicos que definen la competencia global actual.

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El segundo principio se centra en la necesidad de evitar una Europa económicamente estancada, sobrerregulada e incapaz de defenderse ante una Rusia revanchista. Para el Atlantic Council, los recientes ataques retóricos de la administración Trump contra Europa deben ser interpretados por los líderes del continente como una llamada de atención urgente. Sin embargo, la organización advierte que este tipo de enfrentamientos solo pueden ser sostenibles por un tiempo limitado. Si Europa no responde con una política de fortalecimiento interno y renovación de sus capacidades defensivas, corre el riesgo de volverse irrelevante en el tablero geopolítico global, con consecuencias directas para la estabilidad de la relación transatlántica.

El tercer principio se refiere a la necesidad de evitar cualquier escenario en el que China asuma un rol activo en el conflicto ucraniano. Desde la perspectiva del Atlantic Council, permitir que Pekín participe en misiones de mantenimiento de la paz en Ucrania sería un error estratégico monumental. La participación china no solo legitimaría indirectamente el respaldo de Beijing a Moscú, sino que también otorgaría a China una influencia sin precedentes en Europa, en un momento en que Estados Unidos y sus aliados deberían estar liderando los esfuerzos para resolver el conflicto. La presencia de China en la región sería vista como un fracaso del liderazgo occidental, con implicaciones a largo plazo para el equilibrio de poder global.

La historia y sus enseñanzas

Fred Kempe, en su artículo, advierte que este momento histórico podría compararse con puntos de inflexión anteriores en la historia moderna, como el final de la Primera Guerra Mundial, la conclusión de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y el colapso de la Unión Soviética en 1989. Cada uno de estos momentos definió el rumbo del orden global durante décadas. Sin embargo, en su análisis, el presidente finlandés Alexander Stubb sugiere que el período posterior a la Guerra Fría estuvo marcado por una “pereza intelectual”, en la que Occidente pensaba, de manera equivocada, que la democracia liberal y la globalización habían triunfado de manera definitiva. Esta complacencia, argumenta Stubb, ha dejado a las democracias occidentales vulnerables ante desafíos emergentes que exigen una respuesta más estratégica y proactiva. En ese diálogo nace esta pieza editorial que ofrece tres principios básicos para navegar esta era.

. La advertencia de Kempe es clara: permitir que China intervenga en la resolución de este conflicto sería como entregar el gallinero al zorro, dado el apoyo tácito que Beijing ha brindado a Rusia desde el inicio de la guerra. Ilustración MidJourney.

Los acontecimientos recientes han puesto de manifiesto la urgencia de actuar con visión a largo plazo. Las negociaciones en Arabia Saudita, donde participaron funcionarios estadounidenses y rusos con el objetivo de buscar un posible fin a la guerra en Ucrania, excluyeron a los líderes europeos, generando resentimiento en París y otras capitales del continente. Esta exclusión alimentó la percepción de que Estados Unidos podría estar dispuesto a llegar a un entendimiento con Rusia sin tener en cuenta los intereses europeos. Las tensiones se agravaron con las declaraciones de Trump en Truth Social, donde calificó a Zelenskyy de “dictador sin elecciones”, replicando un discurso que alineaba peligrosamente con la propaganda del Kremlin.

¿A EE.UU. le importa lo que piensen?

Ante este panorama, el Atlantic Council advierte que la credibilidad internacional de Estados Unidos depende de cómo termine la guerra en Ucrania. Como bien señaló el ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Radosław Sikorski, en un evento reciente del Atlantic Council en Múnich, el desenlace de este conflicto no solo marcará a la administración Trump, sino que afectará la posición global de Estados Unidos durante generaciones. Cualquier intento de concesión hacia Rusia, real o percibida, podría tener consecuencias devastadoras para el liderazgo estadounidense en el escenario internacional.

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En este contexto, los tres principios básicos para navegar esta era se convierten en una hoja de ruta esencial para evitar los errores del pasado. La historia ofrece lecciones claras sobre las consecuencias de la inacción o las decisiones mal calculadas. El fracaso de Estados Unidos para liderar tras la Primera Guerra Mundial contribuyó a la expansión del fascismo y, eventualmente, a la Segunda Guerra Mundial. Por el contrario, el liderazgo proactivo de Estados Unidos después de 1945 sentó las bases de un orden internacional basado en instituciones que promovieron la estabilidad y la cooperación global. La pregunta que ahora se plantea es si Trump y su administración estarán a la altura de este desafío histórico.

El mensaje del Atlantic Council es directo: Trump tiene una oportunidad única de consolidar su lugar en la historia como un líder que preservó la influencia global de Estados Unidos. Para lograrlo, deberá resistir la tentación de caer en disputas internas y enfocarse en fortalecer las alianzas que han definido la política exterior estadounidense durante las últimas décadas. La administración Trump debe reconocer que el mundo actual se encuentra en un momento de transición peligrosa, donde los errores estratégicos podrían tener consecuencias irreversibles. La responsabilidad de liderar en estos tiempos inciertos no solo recae sobre los hombros de un solo hombre, sino en la capacidad de Estados Unidos para actuar con sabiduría, visión y compromiso.

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