Proyecto Grady Trauma desvela el racismo neurobiológico de los negros en EE.UU.

En un mundo donde la igualdad y la justicia son ideales perseguidos incansablemente, el descubrimiento de Negar Fani, profesora asociada de Psiquiatría y Neurociencia en la Universidad Emory, y Nathaniel Harnett, profesor asistente de psiquiatría en la Facultad de Medicina de Harvard, arroja luz sobre una faceta oculta pero perturbadora de la discriminación: el racismo neurobiológico. Su investigación, ampliamente discutida en un artículo de The Conversation, revela cómo el racismo produce cambios cerebrales sutiles que incrementan el riesgo de enfermedades en las poblaciones negras de Estados Unidos.

Estados Unidos, una nación que se considera un crisol de culturas y razas, se encuentra en un punto crítico de su historia. La pandemia de COVID-19 ha exacerbado y puesto en primer plano las disparidades de salud que han afligido a las comunidades negras durante décadas. Estas disparidades, aunque conocidas por los investigadores, han adquirido un rostro humano más definido durante la crisis sanitaria global. Los negros en EE.UU. enfrentan riesgos significativamente mayores de desarrollar enfermedades cardíacas, diabetes y demencia en comparación con sus contrapartes blancas. Por ejemplo, tienen el doble de probabilidades de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.

racismo neurobiológico
Las microagresiones, esos desaires diarios y amenazas veladas, acumulan un costo significativo en la salud mental y física de las personas negras. Ilustración MidJourney

Racismo neurobiológico

Este aumento en el riesgo de problemas de salud no es un fenómeno aislado, sino el resultado de un complejo entramado de factores socioeconómicos, culturales y, como lo demuestra la investigación de Fani y Harnett, neurobiológicos. El racismo neurobiológico, un término que suena casi contradictorio en su combinación de biología y prejuicio social, emerge como un contribuyente clave a estas desigualdades. Los investigadores, a través de su trabajo en el Proyecto Grady Trauma, han explorado las formas en que el racismo afecta no solo la experiencia social de las personas negras sino también su desarrollo y funcionamiento cerebral.

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El racismo se manifiesta en formas tanto flagrantes como sutiles. Las microagresiones, esos desaires diarios y amenazas veladas, acumulan un costo significativo en la salud mental y física de las personas negras. El equipo de Fani y Harnett ha utilizado imágenes cerebrales para estudiar cómo el trauma, incluida la discriminación racial, puede causar estrés, llevando a trastornos de salud mental como la depresión y el trastorno de estrés postraumático.

Los efectos de la autodestrucción

Los efectos del racismo neurobiológico son profundos. Las personas que experimentan una mayor discriminación racial muestran una mayor activación en regiones del cerebro como la corteza prefrontal, que participa en la regulación de las emociones. Esta activación intensa se debe a la necesidad de emplear estrategias de afrontamiento de alto esfuerzo, como la supresión de emociones. Pero este afrontamiento activo tiene un costo: el uso excesivo de energía cerebral para controlar y manejar emociones resta recursos al resto del cuerpo. Este fenómeno, denominado «meteorización» por la investigadora de salud pública Arline Geronimus, está vinculado a un envejecimiento biológico acelerado y, por ende, a una mayor vulnerabilidad a problemas de salud.

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La mielina, una funda protectora que facilita la comunicación entre las células cerebrales, se erosiona bajo el peso constante del racismo. Ilustración MidJourney

La investigación indica que este proceso de meteorización se manifiesta en la degradación de la materia blanca del cerebro, afectando especialmente a los axones mielinizados. La mielina, una funda protectora que facilita la comunicación entre las células cerebrales, se erosiona bajo el peso constante del racismo, afectando la autorregulación y aumentando la vulnerabilidad a estrategias poco saludables para manejar el estrés, como el consumo excesivo de alimentos o sustancias. Estos comportamientos, a su vez, incrementan el riesgo de una variedad de problemas de salud.

Sufrir Alzheimer por racismo

Este vínculo entre el racismo y los cambios en el cerebro ofrece una explicación parcial de por qué las personas negras tienen el doble de probabilidades de desarrollar enfermedades como la enfermedad de Alzheimer en comparación con los blancos. Pero, quizás lo más insidioso del racismo neurobiológico es la invalidación social que lo acompaña, haciendo que el trauma racial sea efectivamente invisible. El racismo, ya sea individual o institucional, a menudo se racionaliza, se excusa o se descarta, llevando a quienes lo experimentan a dudar de sí mismos y de sus experiencias.

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La continua invalidación de las experiencias racistas y el gaslighting racial agotan aún más los recursos del cerebro, acelerando la erosión que aumenta la vulnerabilidad a problemas de salud mental y física. Romper este ciclo requiere un reconocimiento profundo de los prejuicios y una comprensión de cómo estos pueden conducir a comportamientos discriminatorios. La creación de una cultura institucional de validación y apoyo es fundamental para ayudar a las personas de color a normalizar sus reacciones ante estos estresores y encontrar conexiones y restauración dentro de sus comunidades.

El proyecto Grady Trauma, en su enfoque casi visionario, ha abierto una ventana a una comprensión más profunda del racismo neurobiológico y sus efectos devastadores. Al revelar cómo la discriminación afecta la estructura y función del cerebro, Fani y Harnett no solo han aportado al campo de la neurociencia, sino que también han brindado una base científica para abordar y mitigar las desigualdades de salud en las comunidades negras. Este descubrimiento no solo es un llamado a la acción para los profesionales de la salud y los responsables de la formulación de políticas sino también para cada individuo en su lucha diaria contra el racismo y sus efectos perniciosos.

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