Política nacional de inmigración de EE.UU. posee una capa añeja de racismo científico

En el entramado histórico de las políticas migratorias de Estados Unidos, el racismo científico ha sido un engranaje clave, una herramienta pseudocientífica empleada para justificar leyes y prácticas que perpetúan la exclusión y el prejuicio. Desde las ideas eugenésicas del siglo XX hasta los discursos políticos contemporáneos, la ciencia ha sido manipulada para reforzar jerarquías raciales y crear narrativas que criminalizan a los inmigrantes bajo la excusa de proteger al país de los llamados “malos genes”. Este peligroso marco retórico, que combina ignorancia deliberada y xenofobia, sigue alimentando decisiones que afectan a millones de personas.

El análisis de esta problemática encuentra una voz experta en la Dra. Shoumita Dasgupta, profesora de Medicina y decana adjunta de Diversidad e Inclusión en la Universidad de Boston. Su material, publicado en el portal The Conversation bajo el título: «Las deportaciones masivas no impiden la entrada de los ‘malos genes’: utilizan el racismo científico para justificar políticas migratorias sesgadas», exponen cómo las ideas del esencialismo genético siguen influyendo en las políticas públicos. Con una trayectoria académica centrada en la genética y la diversidad, Dasgupta denuncia el uso erróneo del lenguaje científico para perpetuar falsedades sobre diferencias biológicas entre grupos humanos, un legado que se remonta a la eugenesia del siglo pasado.

Impunidad del racismo científico

El racismo científico, definido como la distorsión de la ciencia para justificar la superioridad de ciertos grupos raciales sobre otros, ha facilitado la instrumentalización de la genética en discursos políticos. Según Dasgupta, esta práctica ha cimentado estereotipos peligrosos, como la idea de que los inmigrantes son más propensos a cometer delitos violentos debido a diferencias biológicas. Esta afirmación, además de ser científicamente infundada, ignora estudios que demuestran que los inmigrantes tienen tasas de criminalidad más bajas que los ciudadanos nacidos en el país. Sin embargo, estas narrativas han dado pie a políticas discriminatorias y, en algunos casos, a actos de violencia extrema como los ataques de Charlottesville en 2017, Christchurch en 2019 y Buffalo en 2022, todos perpetrados en nombre de la supremacía blanca.

Desde las ideas eugenésicas del siglo XX hasta los discursos políticos contemporáneos, la ciencia ha sido manipulada para reforzar jerarquías raciales y crear narrativas que criminalizan a los inmigrantes bajo la excusa de proteger al país de los llamados “malos genes”. Ilustración MidJourney

La falacia del esencialismo genético subyace en estos argumentos. Esta perspectiva reduccionista atribuye rasgos humanos como la inteligencia o la capacidad atlética exclusivamente a los genes, omitiendo la influencia de factores sociales, económicos y culturales. Por ejemplo, estudios sobre la genética del nivel educativo han demostrado que, aunque ciertos puntajes genéticos explican una pequeña parte de la variación en los años de escolaridad, la gran mayoría de las diferencias se deben a factores no genéticos. Sin embargo, esta información es a menudo malinterpretada o simplificada para reforzar prejuicios raciales, como ocurrió con las teorías que relacionan los logros educativos con la inteligencia genética de ciertos grupos.

La eugenesia y otras conspiraciones

Este tipo de manipulación científica tiene raíces profundas en la historia de las políticas migratorias estadounidenses. A principios del siglo XX, el movimiento eugenésico utilizó estudios pseudocientíficos para respaldar leyes como la Ley de Restricción de la Inmigración de 1924. Liderada por figuras como Charles Davenport y Harry Laughlin, esta legislación limitó la entrada de inmigrantes de Asia, el sur y el este de Europa, calculando en la creencia de que estas poblaciones poseían rasgos genéticos «indeseables». Estos argumentos, que se apoyaron en datos manipulados y teorías desmentidas, crearon un marco legal que institucionalizó la xenofobia y el antisemitismo.

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El legado de estas políticas aún resuena en las narrativas contemporáneas. La teoría del reemplazo, una conspiración popular entre grupos supremacistas blancos, sostiene que las élites están fomentando la inmigración para desplazar a las poblaciones blancas. Esta teoría utiliza el racismo científico para promover la idea de que las personas de color son genéticamente inferiores, pero demográficamente más prolíficas, lo que representa una amenaza para la «pureza racial». A pesar de la falta de evidencia que respalde estas afirmaciones, las teorías se encuentran eco en los rincones oscuros de internet y en los discursos de políticos que buscan avivar el miedo y la división.

Viejos racistas educan a los nuevos

El impacto de estas creencias se extiende más allá de las palabras. La apropiación indebida de la genética para justificar la exclusión y la violencia ha tenido consecuencias devastadoras. En cada uno de los actos de odio mencionados, los perpetradores citaron manifiestos o ideologías que bebían de la misma fuente de racismo científico. Esto subraya la necesidad urgente de educar al público ya los responsables de formular políticas sobre la verdadera naturaleza de la variación genética humana, que demuestra que las diferencias entre grupos son insignificantes en comparación con las similitudes compartidas.

Además, es fundamental reconocer que el racismo científico no opera en un vacío. Los sistemas estructurales, como las prácticas discriminatorias en los sistemas educativos y judiciales, amplifican las narrativas falsas sobre la genética y el comportamiento humano. Por ejemplo, los estudios que miden la violencia a través de tasas de arresto o encarcelamiento están influenciados por prejuicios sistémicos que penalizan desproporcionadamente a las comunidades de color. Estos datos distorsionados refuerzan estereotipos y perpetúan un ciclo de discriminación.

estas narrativas han dado pie a políticas discriminatorias y, en algunos casos, a actos de violencia extrema como los ataques de Charlottesville en 2017, Christchurch en 2019 y Buffalo en 2022, todos perpetrados en nombre de la supremacía blanca. Ilustración MidJourney.

Educar derribaría el andamio ideológico

La Dra. Dasgupta enfatiza que combatir este problema requiere una comprensión profunda de la historia y la ciencia detrás de estas narrativas. Solo así se podrá desmantelar el andamiaje ideológico que permite que el racismo científico siga influyendo en las políticas públicas. En su libro, «Dónde termina la biología y comienza el prejuicio: lecciones de pertenencia a partir de nuestro ADN», ofrece un enfoque educativo que conecta la biología con el activismo social, destacando cómo la ciencia puede ser una herramienta para la inclusión en lugar de la exclusión.

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La política migratoria de Estados Unidos está impregnada de una capa añeja de racismo científico, un legado que ha moldeado leyes y narrativas que persisten en la actualidad. Desafiar estas ideas requiere no solo una revisión crítica de la historia, sino también un compromiso activo con la ciencia como un medio para derribar barreras y promover la equidad. A medida que el país se enfrenta a nuevos desafíos en su panorama político y social, la erradicación de estas falsas narrativas será crucial para construir una sociedad verdaderamente inclusiva.

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