En un mundo donde la información fluye a la velocidad de un clic, ya no es posible ocultar las maniobras políticas y geopolíticas de las grandes potencias. A diferencia de siglos pasados, cuando las estrategias de expansión imperialista quedaban relegadas a documentos clasificados y tratados internacionales negociados a puertas cerradas, hoy las redes sociales (RR.SS.) han cambiado las reglas del juego. Cada movimiento, cada declaración, cada acto de injerencia queda registrado en tiempo real. Ya no hay espacios oscuros para el expansionismo disfrazado de diplomacia: el mundo entero puede ver, casi como en un reality show global, a EE.UU. actuar como imperialista en escenarios donde su poder económico, militar y mediático marcan la paz.
Manuel Torres Aguilar, catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones en la Universidad de Córdoba, ha analizado este fenómeno en su reciente artículo publicado en The Conversation, titulado: “Geopolítica sin reglas: Cuba, Groenlandia y el resurgir del expansionismo estadounidense”. En su texto, Torres Aguilar examina cómo la política exterior de EE.UU. sigue un patrón histórico de dominio y control que ha sido recurrente desde el siglo XIX hasta la actualidad. Su análisis no solo contextualiza hechos pasados como la guerra hispano-estadounidense de 1898, sino que también establece paralelismos con estrategias recientes como el renovado interés de Washington en Groenlandia y el Canal de Panamá.
Ver a EE.UU. actuar como imperialista
A través de plataformas digitales, periodistas, analistas e incluso ciudadanos comunes han documentado a EE.UU. actuar como imperialista, ya no solo en territorios vecinos como Cuba y México, sino en escenarios más distantes, donde el interés estratégico se combina con la propaganda política. La compra de Groenlandia propuesta por Donald Trump en 2019 fue solo un ejemplo de cómo el expansionismo estadounidense sigue vigente, adaptándose a los tiempos. Antes, las grandes potencias podían mover sus fichas en silencio. Hoy, un post presidencial o una filtración en internet pueden exponer al mundo las verdaderas intenciones detrás de cada maniobra.

El siglo XXI ha traído consigo un fenómeno sin precedentes: la vigilancia digital globalizada. Mientras en el pasado la prensa escrita y los discursos oficiales moldeaban la opinión pública, hoy un video viral en TikTok o un hilo en X (antes Twitter) pueden desmontar narrativas construidas por los medios tradicionales. Esto ha provocado que para EE.UU. actuar como imperialista ya no sea una cuestión de percepción política o ideológica, sino un hecho documentado y analizado por millones de usuarios. La reciente cobertura en redes sobre la crisis en el Mar de China Meridional y el respaldo de Washington a ciertas facciones en conflictos regionales han sido transmitidas en vivo por ciudadanos de todo el mundo, sin necesidad de depender de los informes oficiales de CNN o The New York Times.
Una práctica institucionalizada
Lo que antes se justificaba bajo doctrinas como la de Monroe o el Destino Manifiesto, ahora se exponen en plataformas digitales con imágenes y testimonios en tiempo real. Un ejemplo claro de esto fue la filtración de documentos del Pentágono en 2023, que revelaron estrategias de influencia de EE.UU. en gobiernos extranjeros. Estas filtraciones, difundidas en RR.SS., muestran que EE.UU. actuar como imperialista no es solo una crítica de sectores antiamericanos, sino una práctica institucionalizada con planos detallados y financiamiento asegurado.
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Desde el intervencionismo en América Latina hasta la presión sobre países europeos para alinearse con sus intereses en la OTAN, el imperialismo estadounidense se manifiesta de diversas maneras. Sin embargo, lo que antes ocurría en el anonimato de embajadas y reuniones a puerta cerrada, ahora se filtra en redes sociales con videos, audios y documentos que desmontan los discursos oficiales. Casos como el golpe de Estado en Bolivia en 2019 o el respaldo a oposiciones en Venezuela han sido ampliamente debatidos en plataformas digitales, donde usuarios independientes han logrado exponer la influencia de Washington con pruebas que antes solo manejaban periodistas de investigación.
Reacciones en tiempo real
Uno de los elementos más reveladores en esta era de la hiperconectividad es que la audiencia global no solo observa, sino que también participa en la narrativa. La inmediatez de la información permite que, ante cualquier nuevo episodio donde despliegue EE.UU. actuar como imperialista, se generan debates masivos, hashtags virales y protestas organizadas en cuestión de horas. Las redes han convertido el viejo concepto de la diplomacia secreta en un espectáculo global donde los actores ya no pueden esconder sus cartas.
Incluso en escenarios donde la presencia estadounidense es más discreta, como en África o el sudeste asiático, el impacto de las RR.SS. ha sido significativo. El caso de Níger, donde la presión de Washington sobre el gobierno militar ha sido expuesta en múltiples videos filtrados, demuestra que la era del secretismo geopolítico ha terminado. Mientras antes las potencias podían derrocar gobiernos sin que el mundo lo notara, hoy un simple video grabado con un teléfono puede desenmascarar las estrategias de control.

Semántica imperial a la baja
La transformación digital también ha afectado el lenguaje del poder. Frases como «intervención humanitaria» o «promoción de la democracia» han perdido credibilidad, pues en plataformas como Reddit o Telegram circulan análisis independientes que revelan los verdaderos intereses detrás de cada operación. De esta manera, el jecho de EE.UU. actuar como imperialista ha dejado de ser una acusación aislada para convertirse en una constatación visible en la web.
Sin embargo, la hipervisibilidad del expansionismo estadounidense no ha reducido su impacto. Si bien las redes sociales han revelado detalles antes ocultos, también han servido como herramientas de manipulación. Washington ha comprendido la importancia de dominar el discurso digital, utilizando plataformas como Facebook y X para difundir su narrativa y desacreditar a quienes denuncian sus maniobras. Los denominados «fact-checkers», financiados en muchos casos por corporaciones afines al gobierno estadounidense, han jugado un papel clave en la moderación del contenido, censurando voces críticas y favoreciendo la versión oficial.
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Agonía de lo oficial
A pesar de ello, la descentralización de la información ha permitido que nuevas fuentes de análisis surjan con fuerza. Cadenas de Telegram, podcasts independientes y canales de YouTube han conseguido audiencias millonarias al ofrecer perspectivas distintas a la línea oficialista de los medios tradicionales. La batalla por el relato ya no se libra solo en las redacciones de periódicos, sino en cada smartphone conectado a Internet.
En conclusión, el expansionismo estadounidense ya no se esconde tras tratados diplomáticos o discursos en la ONU. Ahora, cualquier usuario con acceso a redes sociales puede seguir en tiempo real cómo decide EE.UU. actuar como imperialista en distintos puntos del planeta. La historia ya no se escribe en libros ni se cuenta en documentales décadas después: está ocurriendo en vivo, a la vista de todos, y el mundo entero es testigo de ello.