El cinismo demócrata trilló el camino para el regreso del convicto a la Oficina Oval

En un contexto político donde la estrategia parece haber sido reemplazada a la ética, el “cinismo demócrata” se ha convertido en un elemento esencial para entender el porqué de la reciente y sorpresiva vuelta de un personaje controvertido a la Oficina Oval. Las tácticas cuestionables y el enfoque en evitar la derrota a toda costa han caracterizado al partido en su lucha por mantener una narrativa que, en la práctica, ha derivado en el terreno fértil para un regreso que muchos consideraban imposible. La ironía es evidente: aquellos que se esforzaron por evitarlo acabaron allanando el camino para su retorno. En medio de un clima de polarización, el intento de los demócratas por frenar el avance de su oponente no solo falló, sino que lo impulsó con renovada fuerza hacia el poder.

El material publicado originalmente por Holman W. Jenkins Jr., miembro del consejo editorial de The Wall Street Journal y autor de la columna «Business World», refleja esta percepción. En su reciente editorial titulado: «Los demócratas culparán a Biden», Jenkins analiza el impacto del enfoque partidista y los errores de cálculo que han caracterizado la estrategia demócrata. Según él, el partido no ha dudado en explotar todo tipo de recursos, desde la legalidad hasta el apoyo de medios afines, para evitar que su principal rival avance. Sin embargo, estas acciones no solo resultaron contraproducentes, sino que, paradójicamente, parecen haber reforzado a aquel que buscaban debilitar. En un tono que mezcla ironía y crítica, Jenkins invita a los líderes demócratas a replantearse su estrategia y considerar si su cinismo ha contribuido más al crecimiento de su adversario que a su propio éxito.

Protagonismo del cinismo demócrata

La noción del cinismo demócrata no es nueva en el análisis político, desde la perspectiva de Holman W. Jenkins Jr. Este término, que Jenkins utiliza como eje de su crítica, define el enfoque calculador y, en ocasiones, despiadado con el cual el partido ha manejado los últimos años. Se destaca cómo los líderes de alto rango han desestimado la voluntad popular para promover figuras convenientes, personajes cuya imagen pública se considera manipulable y manejable. Sin embargo, el electorado no ha sido ciego a estas maniobras; al contrario, parece haber respondido con una especie de castigo al partido, que ahora enfrenta las consecuencias de sus propias decisiones. La falta de conexión auténtica con las preocupaciones de sus votantes y el enfoque en una agenda interna de control han puesto en riesgo la legitimidad del partido ante una población cada vez más escéptica.

Las tácticas cuestionables y el enfoque en evitar la derrota a toda costa han caracterizado al partido progresista en su lucha por mantener una narrativa que, en la práctica, ha derivado en el terreno fértil para un regreso que muchos consideraban imposible. Ilustración MidJourney

Un aspecto que Jenkins resalta es el error de presentar a un candidato presidencial cuya capacidad para liderar era cuestionable desde el principio. Con Biden, los demócratas apostaron a un candidato que, en palabras de Jenkins, era “manifiestamente senil”. Las voces críticas dentro del partido advirtieron sobre el riesgo de alienar a las bases si no se tomaba en serio la elección de un candidato viable. Pero, en el “cinismo demócrata”, los líderes optaron por ignorar estas advertencias, convencidos de que su estrategia de control y manipulación mediática sería suficiente para mantener la lealtad del electorado. Este subestimar del público resultó en un descontento que, con el tiempo, erosionó la confianza en el partido y dejó el camino abierto para un resurgimiento que nadie imaginaba.

Una practica de más de un lustro

Las elecciones de 2016 y el continuo uso de narrativas de espionaje y conspiración en torno a Rusia dejaron una marca que aún persiste en el imaginario colectivo. La insistencia en catalogar al oponente como un agente extranjero fue vista, en su momento, como una estrategia efectiva para deslegitimarlo. Sin embargo, en 2024, los partidarios aún recuerdan estos ataques como una muestra de cinismo extremo y manipulación política. Para una porción significativa de la población, la actitud del partido demócrata fue vista como un ataque a su inteligencia, como si no fueran capaces de ver más allá de los titulares. El “cinismo demócrata”, lejos de desaparecer, se fortaleció con cada intento de controlar la narrativa, al punto de que ahora resulta imposible no asociarlo con las prácticas de los últimos años, dijo Holman W. Jenkins Jr..

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El caso de Ucrania es otro punto crítico que Jenkins aborda con agudeza. La elección de Biden en 2020 coincidió con la acusación de corrupción familiar relacionada con este país, un tema que los demócratas intentaron desviar culpando a Rusia. Esta maniobra, aunque efectiva en el corto plazo, dejó una sombra sobre la administración y generó dudas entre los votantes, que cuestionaron si los intereses personales de los líderes demócratas podrían estar influyendo en la política exterior del país. De nuevo, el “cinismo demócrata” se hace evidente: en lugar de enfrentar las críticas y transparentar el conflicto de intereses, optaron por ocultarlo, aumentando así la desconfianza en el partido y en el propio presidente. Los encuestados, al ver que el partido estaba más interesado en proteger su imagen que en aclarar la situación, comenzaron a dudar de la legitimidad del gobierno, lo cual fue aprovechado por su principal rival.

Harris es víctima del cinismo

Kamala Harris, quien en su momento fue vista como una posible sucesora de Biden, se ha convertido en un ejemplo más del desgaste que enfrenta el partido. Su desempeño y su percepción pública han sido menos que ideales, lo cual, en palabras de Jenkins, la convierte en una figura “desechada como una Dukakis superior”. Sin embargo, el partido, en su intento de mantener una imagen cohesionada, ha preferido ignorar estas señales, manteniendo una figura que ya no cuenta con el apoyo ni de sus propios votantes. El cinismo demócrata nuevamente se muestra aquí, al anteponer la conveniencia política a la sinceridad con sus bases, una táctica que ha contribuido al desencanto y la pérdida de confianza.

La presión sobre los medios de comunicación para sostener una narrativa favorable al partido es otra táctica que Jenkins critica severamente. Según él, los medios, en su intento de proteger al partido de la oposición, se han convertido en un vehículo de propaganda más que en una fuente de información imparcial. Este comportamiento ha creado una distancia entre los medios y el público, que percibe un sesgo evidente y una falta de crítica hacia los problemas internos del partido. El “cinismo demócrata” ha permeado, pues, no solo la política, sino también los canales de comunicación, que ahora enfrentan una crisis de credibilidad.

La presión sobre los medios de comunicación para sostener una narrativa favorable al partido es otra táctica que Jenkins critica severamente. Según él, los medios, en su intento de proteger al partido de la oposición, se han convertido en un vehículo de propaganda más que en una fuente de información imparcial. Ilustración MidJourney.

¿Ucrania salió del sombrero?

La situación en Ucrania y la implicación de Estados Unidos en el conflicto es uno de los ejemplos más claros de esta desconexión entre las decisiones de los líderes demócratas y las expectativas del pueblo estadounidense. Para muchos, el involucramiento en esta guerra no responde a intereses de seguridad nacional, sino a intereses políticos de una élite que busca desviar la atención de sus propios problemas. Jenkins advierte que el hecho de que Estados Unidos se haya involucrado en un conflicto de esta magnitud, sin un motivo claro, ha hecho que los ciudadanos se pregunten si la administración actual realmente vela por el bienestar del país. Este cuestionamiento se traduce en un creciente descontento que, lejos de desaparecer, ha impulsado a la oposición.

Finalmente, el panorama electoral de 2024 dejó en claro que, a pesar de los intentos de descalificar a su principal oponente, los demócratas se enfrentan a una base electoral insatisfecha y a una oposición fortalecida. Jenkins sugiere que, en lugar de seguir por el camino del cinismo, el partido debería considerar un cambio de estrategia que priorice la transparencia y la honestidad. La derrota de los demócratas no es solo una cuestión de táctica política; es el resultado de una desconexión profunda entre el partido y la población, un fenómeno alimentado por años de cinismo y de políticas que han priorizado el control sobre la verdad.

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La posibilidad de que el partido demócrata recupere la confianza perdida dependerá de su capacidad para abandonar estas tácticas y mostrar una disposición real al cambio. Como Jenkins lo expresó, los demócratas deben preguntarse si el cinismo que han promovido realmente les ha beneficiado o si, por el contrario, ha preparado el terreno para el regreso de quien considera su mayor adversario. En un contexto donde el cinismo demócrata ha sido el protagonista, el resultado del martes es una prueba de que la manipulación y la propaganda tienen límites, y que, en última instancia, la verdad siempre encuentra la forma de emerger.

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