Venezuela ha emergido como un modelo para los autócratas de El Salvador, Nicaragua y otros líderes que, agazapados, buscan perpetuarse en el poder. La situación en este país sudamericano no solo refleja una crisis interna, sino que también resuena en otras naciones que observan. Asimismo, en algunos casos, adoptan tácticas similares para sofocar la democracia y consolidar regímenes autoritarios.
Michael Albertus, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Chicago, es el autor del material original para The New York Times. En su ensayo titulado “Las elecciones en Venezuela le dan un espaldarazo a los autócratas”, Albertus analiza cómo el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha sobrevivido una vez más a unas elecciones marcadas por irregularidades y un proceso profundamente injusto. Este resultado no solo es desalentador para la oposición y millones de venezolanos que anhelan un cambio democrático, sino que también demuestra la permanencia de un nuevo tipo de autoritarismo que se extiende por el continente americano.
Venezuela en erupción
En los últimos veinte años, Venezuela, Nicaragua y El Salvador han transitado hacia dictaduras, mientras que, en otros países, como Perú y Guatemala, se han realizado intentos de socavar la democracia. En diciembre de 2022, el entonces presidente de Perú intentó disolver el Congreso, y en Guatemala, el Ministerio Público buscó evitar una transición pacífica del poder. Estas acciones indican una tendencia preocupante hacia la consolidación del poder autoritario en la región, inspirada en gran medida por el modelo venezolano.
Las elecciones recientes en Venezuela, a pesar de una alta participación, estuvieron plagadas de reportes de irregularidades, intimidación de votantes y problemas en los centros de votación. Con el 80% de los votos escrutados, el Consejo Nacional Electoral declaró a Maduro como ganador con el 51,2% de los votos, frente al 44,2% de su principal contrincante. La falta de transparencia en el proceso electoral ha dejado a la oposición sin herramientas para disputar los resultados, consolidando aún más el régimen de Maduro y enviando un mensaje claro a otros autócratas en la región: es posible actuar con impunidad.

Sobran autócratas
Los líderes de Nicaragua y El Salvador, observando el éxito de Maduro, han adoptado tácticas similares para consolidar su poder. En Nicaragua, Daniel Ortega ha manipulado el sistema judicial y electoral para eliminar a sus rivales políticos y mantenerse en el poder. En El Salvador, Nayib Bukele ha utilizado su popularidad para socavar las instituciones democráticas, controlando el poder judicial y legislativo para garantizar su reelección. Estos líderes encuentran en Venezuela un manual de tácticas autoritarias que les permite sofocar la oposición y consolidar su control.
El impacto de la política venezolana no se limita a las fronteras del país. Desde la época de Hugo Chávez, Venezuela ha liderado el fortalecimiento de una red de Estados autoritarios en la región. Estos países se apoyan mutuamente a través de la ayuda económica y el intercambio de estrategias de vigilancia ciudadana y represión. Esta red también ha estrechado lazos con potencias extranjeras como Rusia y China, buscando respaldo internacional para sus regímenes. La influencia de Venezuela en la región es innegable, y su capacidad para resistir la presión internacional ha sido un ejemplo para otros líderes autoritarios.
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Un asunto complicado
El éxodo masivo de más de siete millones de venezolanos también ha tenido repercusiones en las democracias vecinas. Colombia y Perú, por ejemplo, han visto sus sistemas de seguridad social y recursos públicos desbordados por la llegada de migrantes venezolanos. Esta migración ha generado tensiones y ha puesto a prueba la estabilidad de estos países, mientras los venezolanos buscan refugio de un gobierno cada vez más represivo y una economía en colapso.
La comunidad internacional ha luchado por encontrar una respuesta eficaz a la situación en Venezuela. Estados Unidos ha impuesto sanciones petroleras, pero estas medidas han tenido un impacto limitado en el régimen de Maduro, que ha encontrado maneras de compensar la pérdida de ingresos. La falta de una acción concertada y efectiva por parte de la comunidad internacional ha permitido que el autoritarismo continúe su avance en Venezuela y más allá.

Una crispante tensión
El futuro de Venezuela y su impacto en la región depende en gran medida de la capacidad de la oposición para movilizarse y desafiar al régimen de Maduro. A pesar de las adversidades, la oposición está más unida que nunca, y millones de venezolanos son conscientes de las irregularidades en las elecciones. Esto podría conducir a protestas masivas y a un proceso incierto de negociaciones, en el que el régimen podría verse obligado a ceder terreno si se le garantizan ciertas protecciones contra la persecución internacional.
El potencial de un cambio democrático en Venezuela podría tener un efecto dominó en la región. La historia ha demostrado que los movimientos de oposición exitosos pueden ganar impulso y extenderse a través de las fronteras, debilitando a los dictadores en el poder y fomentando el cambio. Si Maduro fuera forzado a dejar el poder, otros regímenes autoritarios en la región, como los de Cuba y Nicaragua, podrían enfrentarse a una presión interna mayor, impulsando una ola de democratización.
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Un posible deja vu
Sin embargo, la ventana de oportunidad es estrecha. La oposición venezolana debe actuar con determinación y unidad para aprovechar el momento y desencadenar un cambio significativo. Un éxito en Venezuela podría revitalizar la gobernanza democrática en la región, enviando un mensaje claro de que el autoritarismo no es invencible y que la democracia puede prevalecer incluso en las circunstancias más difíciles.
La situación en Venezuela es un reflejo de un desafío más amplio a la democracia en América Latina. Los autócratas de El Salvador, Nicaragua y otros países están observando y aprendiendo del modelo venezolano, adoptando tácticas similares para consolidar su poder. La respuesta de la comunidad internacional y la capacidad de la oposición venezolana para movilizarse serán cruciales para determinar si esta tendencia hacia el autoritarismo puede ser revertida y si la democracia puede ser restaurada en la región.