Medellín y Colombia no tienen claras las reglas de combate en la batalla contra la prostitución

En la ciudad de Medellín, Colombia, la noche despliega un escenario donde la juventud y la belleza se venden al mejor postor en las esquinas de la indiferencia social. Un recorrido por sus calles revela una realidad tan cruda como ignorada, donde la prostitución no solo es un medio de supervivencia para muchas, sino también un atractivo turístico que genera preocupantes sombras sobre la ciudad. Este fenómeno, lejos de ser una elección libre de las implicadas, a menudo se convierte en la única salida a una serie de circunstancias adversas, dibujando un panorama de explotación y vulnerabilidad que la sociedad colombiana y sus instituciones aún no logran abordar con la firmeza y claridad necesarias.

Jules Ownby, periodista de EL PAÍS en Bogotá, ha dedicado parte de su carrera a arrojar luz sobre temas que, por incómodos, suelen permanecer en la penumbra. Con una formación académica que abarca desde las ciencias hasta el periodismo, Ownby ha logrado combinar su rigor científico con la sensibilidad social que requiere el complejo mundo de la crónica urbana. En su último trabajo, titulado “Niñas prostituidas y estadounidenses descontrolados: el turismo sexual de Medellín”, Ownby no solo describe la realidad de quienes viven de y para la prostitución en Medellín, sino que también cuestiona las acciones, o la falta de ellas, por parte de las autoridades y la sociedad en general.

El boom de la prostitución

La prostitución, con todas sus aristas, es una realidad que Medellín enfrenta día a día. Yenifer, una joven de 15 años que trabaja en las calles del barrio San Diego, es solo una de las muchas caras de este fenómeno. Aunque su nombre y edad podrían ser parte de la farsa que requiere su oficio, la vulnerabilidad que refleja es innegable. Como ella, hay decenas de menores en el barrio, atrapadas en una red de necesidades y explotación, sin que las medidas gubernamentales muestren una solución clara o efectiva.

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La prohibición de la «oferta sexual» en zonas turísticas como El Poblado, si bien busca proteger la imagen de la ciudad, no aborda las causas profundas de la prostitución ni ofrece alternativas reales para quienes ven en ella su único medio de vida. Ilustración MidJourney

La respuesta de las autoridades, centrada en prohibiciones temporales y acciones puntuales, parece no alcanzar la raíz del problema. La prohibición de la «oferta sexual» en zonas turísticas como El Poblado, si bien busca proteger la imagen de la ciudad, no aborda las causas profundas de la prostitución ni ofrece alternativas reales para quienes ven en ella su único medio de vida. La falta de una estrategia integral que incluya educación, oportunidades de empleo digno y apoyo psicosocial para las víctimas de explotación sexual muestra que Medellín y Colombia aún tienen un largo camino por recorrer en esta batalla.

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Las autoridades están al tanto

La realidad que Ownby expone en su reportaje no es ajena a las autoridades colombianas. Sin embargo, la complejidad del fenómeno de la prostitución, que se entrelaza con cuestiones de pobreza, falta de oportunidades, violencia de género y demanda turística, exige respuestas que van más allá de la prohibición o la criminalización. Requiere de un compromiso firme con la justicia social, la igualdad de oportunidades y la protección de los más vulnerables, especialmente los niños y adolescentes.

La presencia cada vez mayor de turistas extranjeros en busca de sexo con menores ha puesto a Medellín en el centro de un escándalo internacional. Casos como el de Timothy Alan Livinston, aunque extremos, son sintomáticos de una problemática más amplia que no puede ser solucionada únicamente con la captura y extradición de los culpables. La ciudad, alguna vez conocida por ser uno de los lugares más peligrosos del mundo debido al narcotráfico, enfrenta ahora el desafío de luchar contra una forma diferente de crimen que amenaza con manchar su reputación y, lo que es más importante, con destruir vidas.

Políticas públicas efectivas

El trabajo de Ownby no solo es un llamado de atención sobre una realidad dolorosa, sino también un recordatorio de la urgente necesidad de políticas públicas efectivas, sensibles a la complejidad del fenómeno de la prostitución y sus víctimas. La lucha contra la explotación sexual en Medellín y en Colombia es una batalla que no se gana solo con decretos y prohibiciones temporales, sino con un cambio profundo en la forma en que la sociedad entiende y aborda la prostitución.

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La sociedad colombiana se encuentra en un momento crucial para redefinir su enfoque hacia la prostitución. Es hora de dejar de verla como un estigma o un simple problema de orden público y comenzar a entenderla como una cuestión de derechos humanos que requiere atención, comprensión y acción. Ilustración MidJourney.

La prostitución, enmarcada muchas veces en redes de trata de personas, no es un problema aislado ni sencillo de erradicar. La solución requiere un enfoque multidisciplinario que involucre a diferentes sectores de la sociedad, incluyendo el gobierno, la comunidad, las organizaciones no gubernamentales y la propia policía. Es fundamental desarrollar programas de prevención que eduquen y ofrezcan alternativas reales a quienes se encuentran en situaciones de riesgo, así como fortalecer los sistemas de protección y atención a las víctimas.

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Cómo ganar esta batalla

Por otro lado, es imprescindible abordar la demanda que alimenta este mercado. Medidas como la sensibilización de turistas y locales sobre las consecuencias legales y morales de involucrarse en la prostitución infantil son pasos necesarios para disminuir la explotación. Además, es crucial que exista una cooperación internacional efectiva, ya que muchos de los clientes provienen del extranjero. La lucha contra la prostitución y la explotación sexual en Medellín no es solo un asunto local, sino global.

La sociedad colombiana se encuentra en un momento crucial para redefinir su enfoque hacia la prostitución. Es hora de dejar de verla como un estigma o un simple problema de orden público y comenzar a entenderla como una cuestión de derechos humanos que requiere atención, comprensión y acción. La construcción de una sociedad más justa e igualitaria pasa por reconocer y abordar las raíces profundas de este fenómeno, incluyendo la desigualdad económica, la discriminación de género y la falta de oportunidades educativas y laborales.

Todos saben que hay niñas

La tarea es compleja y requiere tiempo, recursos y, sobre todo, voluntad política. Sin embargo, el costo de la inacción es mucho mayor. Cada niña, niño y adolescente explotado en las calles de Medellín es un recordatorio urgente de la necesidad de actuar. La prostitución no es solo un reflejo de la vulnerabilidad social, sino también una herida abierta en el tejido de la comunidad que necesita ser sanada.

El reportaje de Jules Ownby no solo arroja luz sobre las sombras de Medellín, sino que también invita a reflexionar sobre la responsabilidad colectiva en la protección de los más vulnerables. A medida que Colombia continúa avanzando en su camino hacia la paz y la reconciliación después de décadas de conflicto, la lucha contra la explotación sexual de menores se presenta como un desafío crucial para consolidar una sociedad más justa y segura para todos sus habitantes. En este contexto, Medellín y Colombia tienen la oportunidad de liderar con el ejemplo, estableciendo políticas y prácticas que no solo combatan la prostitución, sino que también aborden sus causas fundamentales con compasión, determinación y esperanza en el futuro.

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