Cuba promotora del terrorismo: Visión del pensamiento obsoleto en política exterior de EE.UU.

En el escenario geopolítico actual, la inclusión de Cuba en la lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo por parte del gobierno de Estados Unidos resalta una persistencia del pensamiento obsoleto en política exterior, un enfoque que parece anclado en las rivalidades de la Guerra Fría más que en los desafíos y realidades del siglo XXI. Esta política, reactivada en los días de la administración de Donald Trump y mantenida bajo la presidencia de Joe Biden, ha provocado un examen crítico de las motivaciones y consecuencias de tal clasificación, especialmente cuando se contrasta con la visión y análisis de expertos en la materia.

Benjamin R. Young, profesor asistente de Seguridad Nacional y preparación para emergencias en la Escuela Wilder de Gobierno y Asuntos Públicos de la Virginia Commonwealth University, ha ofrecido una perspectiva crítica sobre este tema en su artículo para The Hill, titulado «Un caso conservador a favor de la normalización con Cuba». Young, conocido por su obra «Armas, guerrillas y el gran líder: Corea del Norte y el Tercer Mundo», y con publicaciones en diversos medios de comunicación y revistas académicas, aborda la cuestión con la autoridad de quien ha estudiado en profundidad las dinámicas de las políticas exteriores y sus impactos.

Pensamiento obsoleto en política exterior de EE.UU.

La decisión de incluir nuevamente a Cuba en esta lista, apenas nueve días antes del final del mandato de Trump, ha sido objeto de burla por parte de numerosos funcionarios de inteligencia, quienes cuestionan su justificación. Esta acción no solo ha perjudicado al pueblo cubano, colocándolo en una posición paria en el concierto internacional, sino que también ha reforzado la imagen de los Estados Unidos como un vigilante global, imponiendo un estigma a Cuba como un ente inherentemente peligroso y beligerante. Esta percepción ha tenido efectos palpables, como la reducción del turismo europeo debido a restricciones de visa impuestas por esta designación, impactando negativamente en la economía cubana y en las empresas privadas que dependen del turismo.

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La inclusión de Cuba en la lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo por parte del gobierno de Estados Unidos, resalta una persistencia del pensamiento obsoleto en política exterior. Ilustración MidJourney

Más allá de los efectos económicos inmediatos, esta política refleja un pensamiento obsoleto en política exterior que ignora la complejidad de las relaciones internacionales en el siglo XXI. La guerra económica y legal prolongada contra Cuba, iniciada hace más de seis décadas, parece continuar sin una evaluación crítica de sus resultados o de la posibilidad de un enfoque diferente que reconozca los cambios en el panorama mundial y en la propia Cuba.

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Cuba ha demostrado una resiliencia cultural

Contrario a la narrativa que pinta a Cuba como un promotor de terrorismo, la realidad en la isla caribeña es notablemente diferente. A pesar de las dificultades económicas, exacerbadas por estas políticas estadounidenses, Cuba ha demostrado una resiliencia cultural y social que contrasta con la imagen proyectada por su clasificación en la lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo. La vida en Cuba, con sus desafíos económicos, también refleja una comunidad vibrante que valora la interacción social, los valores familiares y el cuidado del prójimo, aspectos que podrían servir de ejemplo en tiempos de creciente individualismo y aislamiento en otras partes del mundo.

La desconexión de Washington

La inclusión de Cuba en esta lista no solo es un reflejo de un pensamiento obsoleto en política exterior, sino que también subraya la desconexión entre la política de Washington y la realidad de la isla. La mayoría de los estadounidenses, según encuestas, no ven a Cuba como una amenaza terrorista ni como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos. Esta percepción pública contrasta fuertemente con la retórica política que sostiene la inclusión de Cuba en la lista, una retórica que parece más anclada en las dinámicas políticas internas y en la influencia de una comunidad cubanoamericana vocal en la política exterior estadounidense.

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La normalización de las relaciones con Cuba, argumentan muchos expertos y ciudadanos comunes, podría abrir camino a una era de cooperación que abordaría de manera efectiva los desafíos compartidos. Ilustración MidJourney

La continuación de esta política hacia Cuba no solo falla en reconocer los cambios en la isla y en el contexto internacional, sino que también perpetúa un ciclo de hostilidades que no beneficia a ninguna de las partes. La normalización de las relaciones con Cuba, argumentan muchos expertos y ciudadanos comunes, podría abrir camino a una era de cooperación que abordaría de manera efectiva los desafíos compartidos, desde la migración hasta la seguridad regional, y promovería el bienestar económico y social del pueblo cubano.

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Una revisión crítica y matizada

El pensamiento obsoleto en política exterior que caracteriza la actual postura de Estados Unidos hacia Cuba requiere una revisión crítica y un enfoque más matizado que reconozca las realidades del siglo XXI. La persistencia en políticas ancladas en el pasado no solo afecta negativamente a Cuba y su gente sino que también limita la capacidad de Estados Unidos para actuar como un líder global responsable y comprensivo en un mundo cada vez más interconectado y complejo.

Con el debate sobre Cuba y su clasificación como Estado Patrocinador del Terrorismo, se abre una ventana para repensar no solo las relaciones entre Estados Unidos y Cuba sino también la forma en que Estados Unidos se aproxima a la política exterior en general. Es hora de dejar atrás el pensamiento obsoleto y abrazar un enfoque que busque soluciones constructivas y colaborativas a los desafíos globales, promoviendo la paz, la seguridad y el bienestar para todos.

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