Iván Márquez, figura emblemática y controvertida en el panorama político colombiano, ha emergido de nuevo en el escenario con un gesto que ha sacudido los cimientos del gobierno de Gustavo Petro. Su respaldo explícito al proceso constituyente propuesto por el presidente ha generado un silencio ensordecedor desde las filas del gobierno, mientras la oposición no ha tardado en levantar voces de alarma y crítica. Este apoyo llega en un momento crítico, donde Petro busca abrir un diálogo nacional para superar los obstáculos legislativos que han frenado sus reformas más ambiciosas.
Juan Diego Quesada, corresponsal con una amplia trayectoria en la cobertura de conflictos y políticas en América Latina, especialmente en Colombia, nos proporciona una perspectiva detallada en su reciente artículo para EL PAÍS titulado «El apoyo del guerrillero Iván Márquez a Petro sume al Gobierno de Colombia en el silencio». Este reportaje se construye sobre una base de conocimiento profundo y una experiencia directa en la región, lo que permite a Quesada ofrecer una visión integral y profunda de los acontecimientos.
Iván Márquez desmejorado
Márquez, antiguo jefe negociador de las FARC durante los diálogos de paz y figura central en la formación de la Segunda Marquetalia, ha pasado de la clandestinidad a un protagonismo mediático con su reciente aparición en un vídeo. En él, Márquez no solo reitera su apoyo a las políticas de Petro, sino que también se muestra dispuesto a contribuir al diálogo nacional que busca reformar la constitución del país. Este acto no solo es significativo por su contenido, sino también por el simbolismo de su timing, surgiendo en un momento donde el presidente enfrenta considerable oposición tanto en el congreso como en la calle.

El silencio del gobierno ante este apoyo ha sido interpretado de diversas maneras. Algunos analistas lo ven como una táctica deliberada para no alimentar las llamas de la controversia, mientras que otros lo interpretan como un indicativo de la incómoda posición en la que este respaldo coloca a Petro. A fin de cuentas, el apoyo de una figura como Iván Márquez podría ser visto tanto como un aval de un antiguo aliado de la paz como el abrazo venenoso de un pasado que muchos en Colombia preferirían olvidar.
Colombia está revuelta
Sin embargo, más allá del ruido político, la propuesta de Petro y el apoyo de Márquez plantean preguntas fundamentales sobre el futuro de Colombia. ¿Es posible que una figura tan polarizadora como Márquez pueda realmente contribuir a un proceso de paz duradero y efectivo? ¿O su participación en la política nacional solo servirá para exacerbar las divisiones ya profundas dentro del país?
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A pesar de las críticas y el escepticismo, la decisión de Márquez de respaldar a Petro podría ser un cálculo estratégico para ganar legitimidad y una posible amnistía para su movimiento. La Segunda Marquetalia ha sido duramente golpeada en enfrentamientos recientes, lo que podría haber empujado a Iván Márquez a buscar un nuevo tipo de influencia política a través de la arena constitucional.
Impopulares constituyentes
El debate sobre el proceso constituyente sigue siendo intenso y las opiniones están divididas. La oposición, como era de esperarse, ha aprovechado el momento para reforzar su narrativa contra el gobierno, pintando el apoyo de Márquez como prueba de las supuestas tendencias autoritarias de Petro. Por otro lado, voces más moderadas y analistas políticos sugieren que, independientemente de las intenciones de Márquez, su participación podría ser un catalizador para que el gobierno refuerce su compromiso con el proceso de paz y la reforma constitucional.
El apoyo de Iván Márquez a la iniciativa constituyente de Petro es un espejo de las complejidades y contradicciones de la política colombiana. Entre acusaciones de traición y alabanzas por su audacia, Márquez se mantiene como una figura que, a pesar de su pasado bélico, sigue buscando un lugar en el proceso de paz colombiano, lo que no deja de ser un reflejo de la continua búsqueda del país por la reconciliación y estabilidad.
Se enturbian las aguas
En este contexto, el papel de Petro como arquitecto de un posible nuevo orden constitucional se ve tanto desafiado como reforzado por el respaldo de Iván Márquez. La promesa de una constituyente no solo es vista como una oportunidad para redefinir las estructuras políticas y legales de Colombia, sino también como un campo minado de riesgos políticos y sociales. El presidente, conocido por su tendencia a abrazar las causas populares y sus esfuerzos por implementar cambios profundos, ahora debe navegar entre el apoyo impopular de un ex guerrillero y las crecientes demandas de un electorado dividido y fatigado por años de conflicto.

El análisis de Yolanda Ruiz, respetada analista política, sugiere que el respaldo de Márquez a la constituyente podría ser una espada de doble filo para Petro. Por un lado, refuerza la percepción de que el presidente está dispuesto a dialogar con todos los actores del conflicto para alcanzar la paz. Por otro lado, alimenta la narrativa de la oposición que lo pinta como simpatizante de grupos extremistas. «El apoyo de Márquez, aunque simbólico, carga con un peso histórico y político que puede ser demasiado pesado para un gobierno que busca legitimarse ante los ojos de una sociedad escéptica y cansada de promesas incumplidas», comenta Ruiz.
Mucho en qué pensar
A medida que la propuesta de Petro de reformar la constitución avanza, el panorama político colombiano parece cada vez más polarizado. Los defensores de la constituyente ven en ella una oportunidad para implementar reformas necesarias que han sido bloqueadas sistemáticamente por intereses conservadores en el Congreso. Sin embargo, sus detractores argumentan que podría ser un vehículo para el fortalecimiento del poder ejecutivo a expensas de otras ramas del gobierno, erosionando aún más la confianza pública en las instituciones democráticas.
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En las calles, las reacciones también son mixtas. Mientras algunos colombianos expresan esperanza de que una nueva constitución pueda traer cambios positivos, otros temen que desemboque en más inestabilidad y conflicto. En este escenario, la figura de Iván Márquez y su reciente declaración de apoyo representan no solo un cambio en su propia narrativa personal, de guerrillero a proponente de la paz, sino también un símbolo de los retos que enfrenta Colombia en su búsqueda de reconciliación.
Un juego más grande
María Elvira Samper, periodista con una larga trayectoria en la cobertura de temas políticos en Colombia, advierte sobre la facilidad con la que las figuras como Márquez pueden ser instrumentalizadas en debates políticos más amplios. «El respaldo de Márquez no debe ser visto solo a través del prisma de la política interna colombiana, sino también como parte de un juego más grande en el que diferentes actores, tanto nacionales como internacionales, tienen interés en el rumbo que toma el país», señala Samper.
El apoyo de Iván Márquez a la iniciativa de Petro ha abierto una caja de Pandora de interpretaciones y especulaciones. Mientras el presidente y su gobierno intentan capitalizar este momento para avanzar hacia una reforma constitucional significativa, deben hacerlo conscientes del delicado equilibrio que implica gestionar el legado de un conflicto prolongado y las aspiraciones de un pueblo que anhela paz y progreso. El camino hacia una nueva constitución promete ser tan tumultuoso como transformador, un reflejo de la continua lucha de Colombia por definir su identidad en un mundo cambiante.

