III Guerra Mundial: A EE.UU. no le importa quién está en Miraflores mientras controle el petróleo

La posibilidad de una III Guerra Mundial parece más cercana de lo que se piensa. En este panorama, Estados Unidos muestra su indiferencia hacia quién ocupa el Palacio de Miraflores en Venezuela, siempre y cuando tenga el control del petróleo. Esta situación revela que los intereses norteamericanos no se centran en la política interna del país sudamericano, sino en su recurso más valioso: el crudo.

Este enfoque geopolítico se articula en una serie de maniobras estratégicas que han colocado a Venezuela en el epicentro de un conflicto global de intereses. Como argumentan expertos, no hay amigos en la política, solo intereses, y para EE.UU., esos intereses están claramente definidos por el petróleo venezolano.

Miguel Jaimes Niño, politólogo, Magister en Ciencias Políticas y Doctor en Ciencias Gerenciales, es uno de los expertos que más ha insistido en esta perspectiva. En su reciente artículo de opinión publicado en TeleSur bajo el título “Venezuela: ¿Qué camino tomar con tantos enemigos?”, Jaimes Niño desmenuza la compleja relación entre Venezuela y Estados Unidos, y subraya cómo el control del petróleo es el eje de la política exterior norteamericana en la región. Jaimes Niño, además de ser autor de varios libros sobre la geopolítica del petróleo, como «Petrocaribe la Geogerencia Petrolera» y «El Oculto poder petrolero», destaca que Venezuela ha dejado de ser un asunto meramente latinoamericano para convertirse en un tema de relevancia global, capaz de influir en el desarrollo de una potencial III Guerra Mundial.

Detonador de la III Guerra Mundial

En este contexto, el especialista Miguel Jaimes Niño trae al escrito el análisis del Dr. Alfredo Jalife-Rame, considerado por muchos como el principal experto en geopolítica de Latinoamérica, quien aporta una dimensión adicional a esta discusión. Jalife-Rame, en su reciente obra “Nuevo orden geo-financiero multipolar: Desdolarización y divisa BRICS”, examina cómo la lucha por el control de los recursos energéticos venezolanos se inscribe en un marco más amplio de disputas globales. Según él, es fundamental entender que la lucha por el petróleo venezolano no es solo una cuestión de control regional, sino una pieza clave en el ajedrez global de poder. En su análisis, Jalife-Rame sugiere que la verdadera chispa de la III Guerra Mundial podría no estar en América Latina, pero sí está conectada a los recursos de la región, especialmente al petróleo.

En su análisis, Jalife-Rame sugiere que la verdadera chispa de la III Guerra Mundial podría no estar en América Latina, pero sí está conectada a los recursos de la región, especialmente al petróleo. Ilustración MidJourney

Esta confrontación tiene sus raíces en la política de largo alcance de Estados Unidos para controlar el «Heartland», un concepto geopolítico acuñado por Nicholas Spykman. Spykman, uno de los padres fundadores de la geopolítica norteamericana, argumentaba que quien controle el área periférica del Heartland controlará el destino del mundo. Desde esta perspectiva, Venezuela, con su vasto mar de petróleo y otros recursos como gas, oro, y tierras raras, es una pieza crítica en este juego global. Estados Unidos, siguiendo esta lógica, se preocupa menos por la figura de poder en Miraflores y más por asegurarse de que esa figura esté alineada con sus intereses estratégicos.

Importa poco: dictador o no

El enfoque norteamericano ha sido claro: mientras el ocupante de Miraflores se mantenga en línea con Washington, no hay conflicto. Sin embargo, cuando ese ocupante se convierte en un adversario —como ha sucedido en varias ocasiones—, Estados Unidos no duda en calificarlo como un «dictador». Esta es la razón por la cual Washington ha mantenido una posición de abierta hostilidad hacia los líderes venezolanos que no están dispuestos a ceder en la defensa de sus recursos naturales. El petróleo, más que cualquier ideología política, es el motor de esta relación conflictiva y la posible causa de una III Guerra Mundial.

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El periodista Alfredo Jalife-Rame, incluido en el análisis de Jaimes Niño, también resalta que, después de la II Guerra Mundial, las teorías de Nicholas John Spykman adquirieron mayor relevancia. Según Spykman, el verdadero “Mediterráneo de Estados Unidos” es el Golfo de México, una región que incluye a Venezuela. Esto significa que cualquier amenaza a la hegemonía estadounidense en esta área, ya sea a través de alianzas políticas o acuerdos económicos con otras potencias, es percibida como una amenaza directa a sus intereses. De hecho, para Jalife-Rame, la insistencia de Estados Unidos en mantener a Venezuela bajo su influencia no es más que una extensión de esta estrategia geopolítica.

Una amenaza a neutralizar

Este enfoque también explica por qué Estados Unidos considera a Venezuela, Colombia y México como países incapaces de alcanzar un desarrollo independiente sin su tutela. Para los estrategas de Washington, estas naciones siempre deben mantenerse dentro de la órbita de influencia estadounidense, una perspectiva que se ajusta a las enseñanzas de Spykman sobre la necesidad de controlar las «tierras de borde» o Rimland. Desde esta óptica, cualquier desviación de estos países hacia una mayor independencia política o económica es vista como una amenaza que debe ser neutralizada.

Para entender mejor esta dinámica, es necesario observar cómo figuras políticas en la región, como Cristina Kirchner, Gabriel Boric, Lula da Silva, y Gustavo Petro, han mostrado actitudes ambivalentes hacia Venezuela. En este complejo ajedrez de intereses, la propuesta de Lula de incluir a Petro en los BRICS y la posterior invitación de Vladimir Putin a Nicolás Maduro para participar en el próximo evento de las economías emergentes, revela una red de alianzas y enemistades que trasciende las fronteras latinoamericanas. Este tipo de movimientos refleja una batalla subterránea por el poder y el control de los recursos, que podría escalar a niveles inimaginables, acercándonos aún más a una III Guerra Mundial.

Esta confrontación tiene sus raíces en la política de largo alcance de Estados Unidos para controlar el «Heartland», un concepto geopolítico acuñado por Nicholas Spykman. Spykman, uno de los padres fundadores de la geopolítica norteamericana, argumentaba que quien controle el área periférica del Heartland controlará el destino del mundo. Ilustración MidJourney.

Un Oriente Medio caliente

Así, mientras Estados Unidos continúa consolidando su posición en América Latina mediante alianzas estratégicas y acciones diplomáticas, también se prepara para enfrentar una posible confrontación global. Su interés en Venezuela y su petróleo no es más que una manifestación de su política exterior basada en el control de recursos estratégicos. Esto no es nuevo; desde la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, Estados Unidos ha utilizado esta estrategia para mantener su hegemonía global. Pero ahora, con la emergencia de nuevas potencias económicas como China y el bloque BRICS, el escenario global es mucho más incierto y volátil.

La indiferencia de Estados Unidos sobre quién gobierna en Miraflores es solo superficial. Lo que realmente importa es que esa persona o grupo esté alineado con sus intereses estratégicos, específicamente en lo que respecta al petróleo. La lucha por el control de Venezuela es solo un capítulo más en la compleja historia de rivalidades y conflictos que podrían culminar en una III Guerra Mundial. Con cada movimiento geopolítico, se hace más evidente que, para Estados Unidos, el petróleo es la verdadera moneda de cambio en esta peligrosa partida de ajedrez global.

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Oriente Medio, con sus vastas reservas de petróleo y gas natural, sigue siendo una de las regiones más conflictivas del mundo, y su estabilidad es crucial para el equilibrio de poder global. En este escenario, la posibilidad de una III Guerra Mundial adquiere mayor relevancia, ya que cualquier enfrentamiento directo o indirecto en esta región podría desencadenar una reacción en cadena de proporciones devastadoras. Las tensiones entre Estados Unidos, Irán, Israel, y las potencias emergentes como Rusia y China, han intensificado la competencia por el control de los recursos energéticos y las rutas estratégicas de transporte. El Golfo Pérsico, en particular, se mantiene como un punto de fricción constante donde el control del petróleo se entrelaza con las alianzas políticas y militares. Cualquier conflicto que estalle en esta área podría extenderse rápidamente a otras regiones, afectando a Venezuela y sus vastas reservas de petróleo, lo que convertiría a ambos extremos del planeta en piezas claves de una misma guerra por el dominio energético global.

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