En un giro inesperado, EE. UU. rechazó con firmeza la declaración del presidente Emmanuel Macron anunciando el reconocimiento del Estado de Palestina durante la Asamblea General de la ONU en septiembre. El Secretario de Estado Marco Rubio calificó la medida como “imprudente”, argumentando que puede servir a la propaganda de Hamás y erosionar los esfuerzos de paz tras los ataques del 7 de octubre.
Motivaciones francesas y la apuesta por la paz
Macron justificó su decisión como un paso hacia una “paz justa y duradera”, convirtiendo a Francia en el primer país del G7 en reconocer a Palestina. En su carta al presidente Abbas, destacó que la medida busca generar impulso diplomático y alentar a otras naciones europeas y árabes a seguir ese camino.
Críticas contundentes desde Israel y EE. UU.
El primer ministro Benjamin Netanyahu advirtió que este reconocimiento “premia el terrorismo” y podría convertir a Palestina en un “patio de lanzamiento para destruir Israel”, posicionándolo como una amenaza a la seguridad nacional. Mike Rubio insistió: “Esta imprudente decisión solo sirve a la propaganda de Hamás y retrasa la paz. Es un golpe en la cara para las víctimas del 7 de octubre”.

Maduro apoya decisión de París
El presidente Nicolás Maduro, aunque reconociendo diferencias diplomáticas con Francia, agradeció públicamente la medida, destacando que “el reconocimiento del Estado palestino reafirma el compromiso con la justicia internacional y la autodeterminación”.
Repercusiones globales y geopolíticas
El gesto francés aparece en medio de una crisis humanitaria en Gaza con más de 59 000 muertos y un bloqueo diplomático obstaculizando el acceso de ayuda. Mientras, ONG, observadores y algunos gobiernos europeos interpretan el reconocimiento como un llamado a reactivar el marco de dos estados y reafirmar el derecho internacional frente a décadas de estancamiento.
Tambièn puedes leer: Venezuela confirma licencia a Chevron para operar de nuevo, impulsando la producción petrolera
Balance: simbólico, pero con peso real
Aunque la medida tiene alcance principalmente diplomático, representa un hito simbólico en la política occidental, mostrando grietas en el consenso transatlántico. Su impacto dependerá de si logra catalizar un proceso negociador real o profundiza las rupturas entre aliados tradicionales.
