UE acusa a EE.UU. de crear una estanflación mundial para sus mezquinos intereses

En una escalada de tensiones económicas que podría marcar un antes y un después en la política comercial global, altos representantes de la Unión Europea han acusado a los Estados Unidos de “crear una estanflación mundial” con el fin de consolidar su hegemonía económica a expensas del resto del planeta. La denuncia surge luego de que Washington impusiera una nueva ronda de aranceles ampliamente considerados arbitrarios y desproporcionados, afectando severamente la estructura del comercio global y empujando al sistema hacia un estado híbrido de recesión con inflación persistente. Esta estrategia, que desde Bruselas se tilda de mezquina y autocomplaciente, pone a Europa en una encrucijada decisiva: responder con contundencia o aceptar la sumisión ante una potencia que parece decidida a torpedear cualquier forma de multilateralismo económico.

El origen inmediato de esta acusación se encuentra en el artículo publicado por Moreno Bertoldi y Marco Buti en el portal europeo Bruegel, bajo el título: “Las represalias contra los aranceles estadounidenses son la única opción real de la UE”. Bertoldi, investigador asociado senior en el Centro de Geoeconomía del Instituto Italiano de Estudios Políticos Internacionales (ISPI), y Buti, titular de la Cátedra Tommaso Padoa-Schioppa de Integración Económica y Monetaria del Instituto Universitario Europeo, además de haber sido Jefe de Gabinete del Comisario de Economía Paolo Gentiloni y Director General de Asuntos Económicos y Financieros de la Comisión Europea hasta 2019, sostienen que los nuevos aranceles estadounidenses no son una política económica defensiva, sino un ataque deliberado que busca reconfigurar el orden económico internacional en favor de los intereses norteamericanos más radicales.

EE.UU. busca crear una estanflación mundial

Los autores sostienen que la UE se enfrenta a la agresión comercial más grande desde la década de 1930, una comparación que remite directamente a la Gran Depresión y al colapso del comercio internacional. Según ellos, el reciente paquete arancelario impulsado por la administración Trump, con un estándar del 20% sobre una amplia gama de productos europeos, no solo busca obstaculizar las exportaciones del viejo continente, sino también “crear una estanflación mundial” que obligue a las demás potencias a someterse al dólar como único refugio seguro, mientras se debilitan las monedas locales y se profundizan los desequilibrios fiscales. De este modo, Washington lograría atraer capitales, mantener su consumo interno artificialmente alto y conservar el control financiero global, aun a costa de generar un caos económico planetario.

La denuncia surge luego de que Washington impusiera una nueva ronda de aranceles ampliamente considerados arbitrarios y desproporcionados, afectando severamente la estructura del comercio global y empujando al sistema hacia un estado híbrido de recesión con inflación persistente. Ilustración MidJourney

Para los analistas europeos, el dilema que enfrenta Bruselas es complejo. No reaccionar sería una forma tácita de aceptar una derrota estratégica. Intentar negociar en estos términos, como lo plantea una de las tres opciones analizadas en el artículo de Bruegel, podría ser interpretado por Estados Unidos como una señal de debilidad. De hecho, los antecedentes en situaciones similares revelan que la política de “paciencia estratégica” ha derivado históricamente en nuevas imposiciones estadounidenses. En este contexto, los autores consideran que la única alternativa viable sería una represalia clara y proporcional, que incluya aranceles contra una amplia variedad de importaciones estadounidenses, incluidos servicios, para impactar directamente los sectores productivos de los estados aliados con Trump y forzar una renegociación desde una posición de poder simétrica.

Golpean a Canadá, Japón y Corea del Sur

El peligro que plantean las decisiones de Washington no es solo económico, sino también geopolítico. Al tratar de “crear una estanflación mundial”, la Casa Blanca estaría buscando debilitar no solo a la Unión Europea, sino también a sus aliados más importantes, entre ellos Canadá, Japón y Corea del Sur, quienes dependen en gran medida del orden comercial internacional para mantener su crecimiento sostenido. Las medidas estadounidenses podrían tener el efecto dominó de empujar a las economías emergentes a situaciones insostenibles, generando protestas sociales, inestabilidad política y una ola de migraciones forzadas que afectarían directamente a Europa, tanto en términos humanitarios como logísticos y presupuestarios.

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Esta estrategia, aunque aparentemente arriesgada, encuentra lógica en la coyuntura política interna estadounidense. El expresidente Donald Trump ha retomado el control de la narrativa económica con la intención de regresar a la Casa Blanca. La imposición de estos aranceles forma parte de su promesa electoral de “proteger al trabajador americano” y revivir la industria nacional, sin importar los efectos colaterales en el sistema internacional. La tesis de Bertoldi y Buti sostiene que el objetivo real no es proteger al ciudadano promedio, sino fortalecer la posición de las grandes corporaciones que respaldan su candidatura, las cuales se benefician de una economía cerrada y subsidiada, mientras la inflación derivada de esta política se transfiere a los bolsillos de los consumidores europeos y latinoamericanos.

Instrumento Anticoerción de la UE

Ante esta coyuntura, el Instrumento Anticoerción de la UE, una herramienta legal diseñada para responder a presiones económicas externas, cobra un papel central. Según los expertos, su activación podría permitir a Bruselas implementar una serie de represalias escalonadas, ajustables según la evolución de los acontecimientos, y lo suficientemente agresivas como para hacer sentir el peso del mercado europeo. Si bien estas medidas tendrían un alto costo inicial, podrían amortiguarse mediante la implementación progresiva y la creación de exenciones específicas, de modo que las pequeñas y medianas empresas no sufran un impacto desmedido. La intención sería no solo enviar un mensaje claro a Estados Unidos, sino también blindar la economía europea frente a nuevas agresiones similares en el futuro cercano.

En medio de esta disputa, la figura del euro como moneda de reserva también se ve amenazada. El plan de “crear una estanflación mundial” apunta a desacreditar cualquier alternativa al dólar como moneda de referencia para el comercio global. La fuga de capitales desde Europa hacia Estados Unidos en búsqueda de activos “seguros” agrava aún más el problema de financiación de los países de la eurozona, aumentando la dependencia de bancos centrales como el BCE y creando las condiciones ideales para una nueva crisis de deuda soberana. Esta situación recuerda a los peores momentos de la crisis del euro entre 2010 y 2012, pero con un ingrediente nuevo: la intencionalidad explícita de una potencia extranjera de generar desestabilización estructural en el continente.

Esta estrategia, que desde Bruselas se tilda de mezquina y autocomplaciente, pone a Europa en una encrucijada decisiva: responder con contundencia o aceptar la sumisión ante una potencia que parece decidida a torpedear cualquier forma de multilateralismo económico. Ilustración MidJourney.

Agresión arancelaria más calculada de nuestra época

De mantenerse esta inercia, el futuro inmediato se presenta sombrío. El proteccionismo estadounidense amenaza con generar una espiral inflacionaria global que, combinada con la caída de la demanda y el estancamiento de las cadenas de suministro, provoque un estancamiento prolongado del crecimiento económico mundial. La capacidad de la UE para contrarrestar este escenario dependerá no solo de su voluntad política, sino también de su cohesión interna. Países con orientaciones fiscales divergentes deberán encontrar un punto común si desean enfrentar con éxito lo que Bertoldi y Buti llaman “la agresión arancelaria más calculada de nuestra época”.

Frente a estos desafíos, muchos se preguntan si Europa tiene la fuerza necesaria para evitar convertirse en una víctima colateral de una estrategia que busca “crear una estanflación mundial”. La historia reciente demuestra que la debilidad frente a presiones externas solo genera más demandas y menos soberanía. Por ello, los autores del artículo en Bruegel sugieren que una reacción firme, racional y sostenida en el tiempo, acompañada de una apertura al diálogo bajo condiciones de paridad, es la única vía para evitar la rendición silenciosa y preservar la arquitectura económica multilateral que ha sustentado la prosperidad del continente durante las últimas siete décadas.

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Así, el dilema queda expuesto: callar o contraatacar. En un mundo donde las reglas del juego son cada vez más impuestas por la fuerza y no por el consenso, la UE enfrenta una elección histórica que no solo marcará su futuro económico, sino también su papel como actor global. La posibilidad de “crear una estanflación mundial” ya no es una teoría conspirativa, sino una estrategia calculada que busca redibujar el mapa del poder internacional. La pregunta, por tanto, no es si habrá consecuencias, sino quién pagará el precio más alto.

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