Fue uno de sus primeros actos oficiales como canciller de Argentina: el domingo pasado, Diana Mondino anunciaba la reanudación del proceso de adhesión a la OCDE de Argentina. Es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). La decisión marca un giro significativo en la política exterior del país. Este paso no solo reaviva un esfuerzo iniciado durante el mandato de Mauricio Macri, sino que también simboliza un compromiso renovado con las prácticas económicas y políticas globales.
La adhesión a la OCDE, un proceso que Argentina comenzó bajo la administración de Macri, involucró su incorporación en varios comités de la organización y la puesta en marcha formal del proceso de adhesión. Sin embargo, este impulso perdió fuerza durante la presidencia de Alberto Fernández en 2019, y una invitación formal para unirse a la OCDE en 2022 quedó sin respuesta. Hoy, el nuevo gobierno de Argentina busca cambiar esta narrativa.

El valor de la adhesión a la OCDE
«Argentina vuelve como un socio fiable, transparente y liberal», afirma Carl Moses, economista y asesor en temas de América Latina. Aunque actualmente se trate más de una declaración de intenciones, la intención es clara: Argentina desea ser vista como un jugador confiable en el escenario económico mundial. La OCDE, fundada en 1961, representa más que una mera entidad internacional; es un ‘club de buenas prácticas’ que reúne a 38 países miembros, incluyendo naciones latinoamericanas como Colombia, Chile, México y Costa Rica, y promueve políticas para el bienestar económico y social a nivel global.
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La adhesión a la OCDE y la futura membresía, no solo atrae inversiones internacionales, sino que también posiciona a los países como economías avanzadas y democracias con altos ingresos per cápita. Países latinoamericanos como Perú y Brasil también están en proceso de adhesión, reflejando un patrón regional de búsqueda de estándares económicos y políticos elevados.
Beneficios de pertenecer a la OCDE
Ángel Melguizo, socio de la consultora ARGIA y ex economista jefe de la OCDE para América Latina, señala que ser miembro de la OCDE permite a los países acceder a experiencias exitosas en desarrollo económico, social y medioambiental. «La membresía muestra un compromiso político por la transparencia y por mantener estándares de economías abiertas de mercado», explica Melguizo, resaltando la importancia de medir y mejorar regulaciones e instituciones comerciales, fiscales y financieras.

Las experiencias de otros países latinoamericanos en su adhesión a la OCDE ilustran los beneficios potenciales. En México, por ejemplo, la Ley de Inversión Extranjera de 1993 y la reforma del sector de telecomunicaciones tuvieron un impacto significativo en la expansión de cobertura y la reducción de costos. Colombia, por su parte, implementó en 2011 una regla fiscal para garantizar la sostenibilidad de la deuda pública y la estabilidad macroeconómica. Chile y Costa Rica también han realizado avances notables en transparencia fiscal y en la reforma de sistemas de protección social.
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Evaluación, reformas y revisión
El proceso de adhesión a la OCDE es complejo y extenso. Tras la invitación oficial, comienza un riguroso proceso de evaluación, reformas y revisión que puede durar varios años. Los desafíos incluyen mantener el compromiso político ante cambios de gobierno e invertir en capacidades para responder a las peticiones de la OCDE. Según Marcelo Scaglione, exrepresentante ante la OCDE durante el gobierno de Macri, el proceso puede tomar entre cuatro y seis años.
No obstante, las recientes declaraciones de Diana Mondino podrían tener un impacto inmediato en la percepción de Argentina. «El anuncio de que el Gobierno se encuentra en proceso de adhesión a la OCDE y que realizará las reformas pertinentes, hace que Argentina sea mucho más atractiva para los inversionistas”, comenta Carl Moses. Esta estrategia podría ser el impulso que necesita Argentina para reafirmarse como un actor económico clave en el escenario global, y la adhesión a la OCDE es un paso crucial en este camino.