El suicidio es la causa de muerte no natural entre los policías de Brasil

El suicidio ha escalado hasta convertirse en la principal causa de muerte no natural entre los policías de Brasil, superando incluso las bajas en operaciones callejeras o los homicidios fuera de servicio. Esta alarmante realidad ha llevado a las fuerzas de seguridad a enfrentarse con un problema que durante años se mantuvo oculto bajo el manto de la negación. En los últimos seis años, más de mil agentes se quitaron la vida, una cifra que ilustra la grave crisis de salud mental que atraviesan quienes deben garantizar la seguridad en el país. La presión que sufre, tanto en el trabajo como en su vida personal, ha puesto en evidencia que los riesgos de ser policía en Brasil no provienen únicamente de enfrentarse a la violencia externa, sino de un enemigo silencioso que opera desde dentro: la desesperación.

Joan Royo Gual, periodista especializado en temas internacionales y con una destacada trayectoria en el Diario EL PAÍS, fue quien reveló esta problemática en su reciente reportaje titulado «Brasil rompe el tabú del suicidio entre policías tras más de mil muertes en seis años». Formado en la Universidad Autónoma de Barcelona, ​​Royo ha llevado a cabo un trabajo exhaustivo para visibilizar la crisis de salud mental en las fuerzas de seguridad de Brasil. Su investigación, publicada por EL PAÍS, pone de relieve cómo, tras mucha resistencia, se han comenzado a implementar programas de salud mental para abordar una situación que durante años se minimizó o simplemente se ignoró.

Suicidios entre los policías de Brasil

Los policías de Brasil se encuentran entre los más violentos del mundo, con un promedio de 6.400 personas fallecidas anualmente a manos de las fuerzas de seguridad. Sin embargo, la violencia a la que se enfrentan no se limita a las calles. Aunque generalmente se piensa que los agentes mueren en violentas operaciones o en enfrentamientos con bandas de narcotraficantes, la realidad es mucho más devastadora. Los suicidios superan con creces cualquier otra causa de muerte no natural entre los policías, un dato que sorprende y sacude profundamente a una sociedad acostumbrada a ver a sus agentes como figuras implacables.

La presión que sufre, tanto en el trabajo como en su vida personal, ha puesto en evidencia que los riesgos de ser policía en Brasil no provienen únicamente de enfrentarse a la violencia externa, sino de un enemigo silencioso que opera desde dentro: la desesperación. Ilustración MidJourney

Victoria, una policía penal con más de dos décadas de servicio en las afueras de Río de Janeiro, estuvo al borde de convertirse en una de esas estadísticas. Cinco de sus compañeros se quitaron la vida en los últimos años, y ella misma pensó en hacerlo en más de una ocasión. «Sólo quería acabar con el dolor que sentía», confiesa con serenidad en una cafetería de Copacabana, lejos del entorno tóxico que la llevó al límite. La vida de los policías de Brasil está marcada por el estrés, la precariedad laboral y las extenuantes jornadas de trabajo, factores que no solo afectan a su rendimiento, sino también a su salud mental.

Datos de una investigación

El Instituto de Investigación y Prevención del Suicidio (IPPES), liderado por la investigadora Dayse Miranda, ha sido uno de los primeros en recoger y analizar datos sobre el suicidio entre los cuerpos de seguridad. El informe del IPPES señala que entre 2018 y 2023, 821 agentes en servicio y 226 retirados se quitaron la vida. La tasa de suicidios entre los policías de Brasil es de 30 por cada 100.000 habitantes, cinco veces más alta que la de la población general. Estas cifras evidencian un problema estructural dentro de las fuerzas de seguridad, donde el acceso a atención psicológica y psiquiátrica es limitado, y las jerarquías rígidas dificultan la creación de un ambiente de trabajo saludable.

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Los factores que llevan a los policías de Brasil a tomar una decisión tan extrema como el suicidio son múltiples. No se trata solo de las situaciones de estrés límite a las que se enfrentan, como los motines en las cárceles o los enfrentamientos con delincuentes. La precariedad laboral, el acoso dentro de la institución y las jerarquías opresivas también son parte de un cóctel explosivo que afecta la estabilidad emocional de los agentes. En muchas ocasiones, las tensiones acumuladas en el trabajo se trasladan al hogar, generando un ambiente de violencia doméstica que termina en tragedias personales.

Unos reconocen otros no

El IPPES, en colaboración con el Ministerio Público del Trabajo, ha puesto en marcha un programa pionero para prevenir el suicidio entre los policías de Brasil. El programa, liderado por Meire Cristine Ferreira, una agente de la policía civil que sufrió en carne propia los efectos de una crisis de salud mental, ha sido un intento por romper el estigma que rodea a la depresión y la ansiedad dentro de las fuerzas de seguridad. Ferreira, quien estuvo dos años de baja por síndrome de pánico, ha encabezado esfuerzos para llevar a cabo talleres, conferencias y apoyo psicológico a las comisarías de todo el país. Sin embargo, convencer a las corporaciones policiales no ha sido fácil. La Policía Militar de Río, una de las más reticentes, solo se unió al programa cuando el suicidio ya se había convertido en la principal causa de muerte no natural entre sus agentes.

El programa de prevención del suicidio, que comenzó en el estado de Río de Janeiro, tiene como objetivo expandirse a nivel nacional. Uno de los mayores obstáculos ha sido la falta de personal capacitado para atender a los agentes en crisis. Ilustración MidJourney.

La resistencia de las fuerzas de seguridad a reconocer el suicidio como un problema serio tiene raíces profundas. En una cultura predominantemente masculina, donde el 86% de los suicidios son cometidos por hombres, mostrar vulnerabilidad es visto como un signo de debilidad. Los policías de Brasil son entrenados para ser implacables, para no mostrar emociones y para ver al delincuente como el enemigo. Esta filosofía no solo afecta su vida profesional, sino que también se infiltra en su vida personal, creando una desconexión emocional que puede ser fatal.

Un piloto en Río de Janeiro

El programa de prevención del suicidio, que comenzó en el estado de Río de Janeiro, tiene como objetivo expandirse a nivel nacional. Uno de los mayores obstáculos ha sido la falta de personal capacitado para atender a los agentes en crisis. En la Policía Militar de Río, por ejemplo, no hay un solo psiquiatra para los 43.000 agentes en activo, lo que hace que muchos policías no busquen ayuda por miedo a perder el derecho a portar armas, una herramienta que consideran esencial para su trabajo y su identidad.

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El suicidio entre los policías de Brasil es un reflejo de una crisis mucho más profunda. No se trata solo de individuos en situaciones extremas, sino de un sistema que no ha sabido cuidar de quienes están en la primera línea de defensa. Las historias de agentes como Victoria muestran que la violencia no solo mata a quienes están fuera del sistema, sino que también destruye a quienes lo sostienen desde adentro.

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