La ilegalidad de las criptomonedas en China no ha logrado sofocar el ingenio de sus ciudadanos, quienes han encontrado maneras clandestinas de sortear las estrictas restricciones impuestas por el gobierno. Este fenómeno, comparado con un juego de estrategia como «el ratón roba el aceite», ha puesto de manifiesto cómo las redes informales y los corredores extrabursátiles están alimentando una economía paralela que desafía las regulaciones estatales. Desde intermediarios que operan en la sombra hasta grupos criminales organizados, la actividad criptográfica en China sigue siendo un campo fértil para quienes buscan esquivar el control gubernamental.
Brian Spegele, corresponsal senior del The Wall Street Journal en Beijing, y Rebecca Feng, periodista basada en Hong Kong para la misma publicación, son los autores del reportaje original que sirve de base para este análisis. Con años de experiencia en la cobertura del desarrollo económico y financiero de China, ambos periodistas han investigado cómo la represión de las criptomonedas en el país ha generado un ecosistema subterráneo que no solo mueve grandes cantidades de dinero, sino que también contribuye al lavado de activos y al flujo ilegal de capitales. Su artículo, titulado: “En China, un juego del gato y el ratón para controlar las criptomonedas”, arroja luz sobre las complejidades de este fenómeno.
Ilegalidad de las criptomonedas
La ilegalidad de las criptomonedas, impuesta de manera radical hace tres años, ha obligado a los ciudadanos chinos a buscar soluciones alternativas para acceder a este mercado digital. Estas restricciones no solo han incentivado a pequeños intermediarios como Chen Xin un personaje de la crónica periodística, quien aceptaba grandes sumas de dinero en efectivo para convertirlas en criptomonedas, sino que también han alimentado el interés de ciudadanos de clase media que buscan proteger sus ahorros de las fluctuaciones del yuan. Según un análisis del Wall Street Journal, el comercio clandestino de criptomonedas ha crecido a pesar de los esfuerzos del gobierno por erradicarlo, evidenciando las limitaciones de Beijing para mantener un control absoluto sobre la economía.

A través de aplicaciones de mensajería como WeChat o Telegram, los usuarios intercambian consejos para eludir los controles gubernamentales y realizar transacciones criptográficas. Muchos optan por el tether, una moneda estable vinculada al dólar estadounidense, para convertir yuanes en divisas extranjeras o reinvertir sus fondos en propiedades y acciones fuera de China. Estas actividades, aunque discretas, han logrado mover aproximadamente 95 mil millones de dólares hacia corredores extrabursátiles con sede en China entre 2023 y 2024, según datos de Chainalysis. Este auge se ha convertido a China en una de las principales fuentes de actividad criptográfica mundial, a pesar de las restricciones internas.
Grupo de delincuentes organizados
La persistente ilegalidad de las criptomonedas también ha servido como plataforma para redes criminales que utilizan este sistema para blanquear dinero. Desde traficantes de fentanilo hasta operadores de casinos en Camboya y Myanmar, estas organizaciones aprovechan la opacidad y la velocidad de las transferencias criptográficas para mover fondos a través de fronteras sin ser detectados. En la provincia de Jiangsu, por ejemplo, una red de comercio ilegal logró convertir 150 millones de dólares en yuanes a dólares australianos antes de que sus operadores fueran arrestados. Este caso refleja cómo las criptomonedas se han integrado en esquemas complejos que involucran estratificación de fondos y empresas fantasma para eludir los controles de capital.
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A pesar de las sanciones, muchos ciudadanos chinos continúan accediendo a plataformas como Binance y OKX utilizando redes privadas virtuales (VPN) para evadir las restricciones de Internet. Algunos incluso registran empresas offshore en jurisdicciones como las Islas Vírgenes Británicas para abrir cuentas comerciales y operar en el mercado criptográfico global. Esta flexibilidad tecnológica y la creciente demanda por parte de una generación joven han consolidado a las criptomonedas como un símbolo de modernidad y resiliencia financiera en el país.
Amenazas puerta a puerta
En su esfuerzo por contener el comercio ilegal, las autoridades chinas han adoptado tácticas disuasorias, como anunciar puerta por puerta a los residentes sobre los riesgos asociados con el comercio de criptomonedas. Sin embargo, estas medidas no han logrado frenar la actividad. El caso de Chen Xin, quien operaba como intermediario en el sistema financiero clandestino, ilustra la facilidad con la que estas redes logran evitar los controles. Chen, según su testimonio judicial, manejaba grandes transacciones en efectivo para convertirlas en tether, colaborando con casinos extranjeros que necesitaban lavar dinero. Aunque no fue procesado como acusado, su rol pone de manifiesto cómo los pequeños actores son una pieza clave en la continuidad del comercio criptográfico en China.
La ilegalidad de las criptomonedas, lejos de extinguir el interés, ha amplificado su atractivo entre quienes ven en ellas una oportunidad de inversión y protección contra una economía interna debilitada. Para algunos jóvenes chinos, no representan solo una herramienta financiera, sino también un acto de resistencia contra las limitaciones impuestas por el gobierno. En medio de estas tensiones, Beijing enfrenta el desafío de equilibrar su narrativa de control total con la realidad de un mercado subterráneo que prospera a pesar de las sanciones.

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En última instancia, el fenómeno del «ratón roba el aceite» ejemplifica cómo las restricciones gubernamentales pueden incentivar la innovación y la creatividad en el ámbito financiero. Las criptomonedas, aunque ilegales en China, han demostrado ser un recurso resiliente y una vía de escape para quienes buscan alternativas fuera del sistema tradicional. Este dinamismo plantea preguntas fundamentales sobre el futuro del control estatal en una era marcada por la descentralización digital y la globalización de los mercados.