El libro de la Ciberguerra es un texto orgánico que China escribe desde los tiempos de Sun Tzu

La Ciberguerra no es un fenómeno nuevo, aunque la tecnología que la sustenta pueda parecer un producto del siglo XXI. China, una civilización con una historia milenaria de estrategias y tácticas, ha estado perfeccionando su capacidad para operar en este nuevo campo de batalla desde mucho antes de que las computadoras se conviertan en herramientas esenciales para la vida moderna.

Desde los tiempos de Sun Tzu, autor de El Arte de la Guerra, el pensamiento estratégico chino ha enfatizado la importancia de dominar el terreno, ya sea físico o virtual, antes de que estalle un conflicto. En el siglo XXI, ese terreno ha cambiado de campos de batalla y ciudades fortificadas a servidores, redes de telecomunicaciones e infraestructura crítica. Los ataques recientes atribuidos a grupos de hackers chinos no solo reafirman esta tradición, sino que también muestran cómo Pekín se ha convertido el ciberespacio en un eje central de su política de seguridad nacional.

El Gigante Asiático y la Ciberguerra

Dustin Volz, periodista especializado en inteligencia y seguridad cibernética para The Wall Street Journal, ha puesto de relieve este complejo panorama en su artículo titulado: “Cómo los hackers chinos pasaron de ser torpes ladrones militares a convertirse en armas”. Volz y su equipo documentan cómo las acciones de los hackers chinos han evolucionado desde intentos rudimentarios de robar secretos comerciales hasta operaciones de ciberespionaje altamente sofisticadas con implicaciones geopolíticas profundas.

Los ataques recientes atribuidos a grupos de hackers chinos no solo reafirman esta tradición, sino que también muestran cómo Pekín se ha convertido el ciberespacio en un eje central de su política de seguridad nacional. Ilustración MidJourney

En su informe, Volz cita declaraciones de Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional del presidente Biden, quien advirtió en 2023 sobre la capacidad de los piratas informáticos chinos para paralizar infraestructuras críticas en Estados Unidos, desde puertos hasta redes eléctricas. El artículo es un testimonio del creciente dominio de China en la ciberguerra y del impacto potencial de estos ataques en el equilibrio global.

Tensiones entre Washington y Pekín

La ciberguerra, término que aparece constantemente en los informes recientes, ha pasado a ocupar un lugar central en las tensiones entre Washington y Pekín. Durante décadas, los piratas informáticos chinos fueron considerados «torpes ladrones» que se centraban en robar datos de consumidores y secretos industriales. Sin embargo, las operaciones recientes revelan un cambio de paradigma. Ahora, estos hackers están mejor organizados, tienen objetivos más ambiciosos y operan con una precisión quirúrgica. Las campañas cibernéticas como «Tifón Volt» y «Tifón Salt» son ejemplos emblemáticos. Ambas no solo exponen la vulnerabilidad de las redes estadounidenses, sino que también destacan la habilidad de China para combinar estrategias de recopilación de información con maniobras de posicionamiento previas al conflicto. En palabras de Brandon Wales, exfuncionario del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, estas operaciones buscan garantizar el caos interno en caso de enfrentamientos directos, lo que permitiría a Pekín ganar ventaja en el terreno físico y diplomático.

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La historia de la ciberguerra china no se limita a las intrusiones en redes de telecomunicaciones o infraestructura crítica. Los ataques también revelan un interés por desestabilizar la percepción de seguridad en las instituciones estadounidenses. Los hackers chinos no solo buscan datos confidenciales; también recopila información aparentemente ordinaria, como las respuestas de empresas ante emergencias. Por ejemplo, en una compañía de servicios públicos de Los Ángeles, los intrusos investigan protocolos de respuesta ante crisis, un indicio de que los ataques están diseñados para maximizar el impacto en momentos de alta tensión. Esto encaja con la filosofía de Sun Tzu, quien enfatizaba que «la guerra es el arte del engaño». En el contexto de la ciberguerra, el engaño implica crear incertidumbre, sembrar caos y aprovechar cada debilidad del enemigo.

Posible invasión de Taiwán

El término ciberguerra adquiere un matiz aún más estratégico cuando se consideran los objetivos a largo plazo de Pekín, como la posible invasión de Taiwán. Las tensiones entre China y Estados Unidos se han intensificado en los últimos años, y los ataques cibernéticos parecen ser un componente integral del plan de Pekín para ganar ventaja en caso de conflicto. Según Volz, las intrusiones en redes críticas y telecomunicaciones tienen como objetivo dificultar la respuesta de Washington a cualquier agresión china en el Pacífico. Este enfoque metódico no solo busca debilitar las capacidades militares estadounidenses, sino también limitar su capacidad de proyectar poder en una región clave.

La ciberguerra moderna, tal como la lidera China, no está exenta de controversias. Pekín ha rechazado categóricamente las acusaciones de ser responsable de los ataques, calificándolas como «propaganda estadounidense» diseñada para justificar su política agresiva en el ciberespacio. Sin embargo, las evidencias presentadas por investigadores privados y agencias de inteligencia occidentales son difíciles de ignorar. Los ataques recientes no solo explotan vulnerabilidades en software obsoleto, sino que también aprovechan fallos en medidas básicas de ciberseguridad, como la autenticación multifactor. Estos incidentes han llevado a altos funcionarios estadounidenses a instar a las empresas a adoptar estándares más rigurosos para proteger sus redes.

La historia de la ciberguerra china no se limita a las intrusiones en redes de telecomunicaciones o infraestructura crítica. Los ataques también revelan un interés por desestabilizar la percepción de seguridad en las instituciones estadounidenses. Ilustración MidJourney.

Una difícil respuesta unificada

El papel del sector privado en la ciberguerra es crucial. Las empresas de telecomunicaciones y los proveedores de infraestructura digital han sido víctimas y, al mismo tiempo, actores clave en la respuesta a los ataques. Sin embargo, como señala Volz, la relación entre estas empresas y el gobierno federal ha sido tensa. Por un lado, las empresas a menudo carecen de los recursos necesarios para implementar sistemas de seguridad robustos. Por otro lado, las agencias federales enfrentan el desafío de coordinar una respuesta unificada ante ataques que varían en alcance e impacto. Esta falta de coordinación subraya la necesidad de un enfoque más integrado y colaborativo entre el sector público y privado.

A medida que la ciberguerra evoluciona, también lo hacen las estrategias para enfrentarla. Estados Unidos ha implementado medidas como la desactivación remota de enrutadores comprometidos y la promoción de comunicaciones cifradas para contrarrestar las tácticas chinas. Sin embargo, estas acciones son solo el principio. La naturaleza global de la ciberguerra exige una respuesta internacional coordinada, especialmente cuando los actores estatales, como China, están detrás de los ataques. Al igual que en los tiempos de Sun Tzu, el éxito en este nuevo campo de batalla dependerá de la capacidad de anticiparse al enemigo, adaptarse a las circunstancias y actuar con precisión estratégica.

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Una batalla invisible

La historia que Volz y su equipo presentan no solo es una advertencia para Estados Unidos, sino un recordatorio para el mundo de que la ciberguerra ya no es una futura posibilidad, sino una realidad presente. Cada ataque, cada intrusión y cada robo de información son capítulos de un libro que China continúa escribiendo con meticulosidad.

La conexión entre el pasado estratégico de Sun Tzu y el presente cibernético de Pekín subraya la continuidad de una filosofía que valora el conocimiento, la paciencia y el dominio del terreno como herramientas esenciales para la victoria. En el vasto y complejo tablero de la ciberguerra, China ha demostrado que está dispuesta a jugar a largo plazo, y el resto del mundo debe estar preparado para responder en consecuencia.

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