China reemplazó a Estados Unidos como principal socio comercial en América Latina, marcando un cambio histórico que redefine las relaciones económicas en la región. Este fenómeno se ha consolidado con la expansión de la influencia china a través de megaproyectos de infraestructura, acuerdos comerciales estratégicos y una creciente inversión en sectores clave. Mientras tanto, Estados Unidos parece perder terreno, afectado por su enfoque en conflictos geopolíticos en otras partes del mundo y una estrategia menos contundente hacia sus vecinos del sur.
Frederick Kempe, presidente y director ejecutivo del Atlantic Council, abordó este tema en un artículo titulado: “Los avances de China en América Latina deberían preocupar a Trump”, publicado en el portal del think tank estadounidense. Kempe, un periodista reconocido con amplia trayectoria en política internacional, advirtió sobre las implicaciones del avance chino en la región, citando datos que revelan cómo Beijing ha desplazado a Washington en las principales economías, salvo en México y Colombia. Según Kempe, esta realidad refleja una transformación económica impulsada por las decisiones estratégicas de China frente a la relativa indiferencia de Estados Unidos.
China reemplazó a Estados Unidos
En las preferencias comerciales de naciones como Brasil, Chile y Perú, China reemplazó a Estados Unidos, gracias a su iniciativa de la Franja y la Ruta, que ha integrado a América Latina en un programa de infraestructura global que excluye a Estados Unidos. En un ejemplo emblemático, el puerto peruano de Chancay, construido y operado por la estatal COSCO Shipping, se ha convertido en símbolo de esta transformación. Equipado con grúas automatizadas fabricadas en China y respaldado por tecnología 5G de Huawei, este puerto representa no solo un avance logístico, sino también un desafío estratégico para Estados Unidos, cuyas preocupaciones incluyen el posible uso militar de estas instalaciones por parte de buques de guerra chinos.

El cambio de panorama no es casualidad, sino el resultado de una planificación meticulosa de China. En contraste, el viaje reciente del presidente estadounidense, Joe Biden, a la región fue percibido como carente de propuestas significativas, según expertos del Atlantic Council. Este desequilibrio en las ofertas refleja una realidad política: mientras China utiliza herramientas económicas para consolidar su presencia, Estados Unidos ha estado distraído por la crisis en Europa y Oriente Medio. La falta de una estrategia coherente hacia América Latina ha dejado un vacío que Beijing se ha llenado rápidamente.
BYD Huawei dominan la escena
El periodista del Financial Times, Joe Daniels, describió de manera vívida la inauguración del puerto de Chancay. Señaló cómo los vehículos eléctricos de la marca china BYD y la infraestructura digital de Huawei dominan la escena, subrayando la creciente dependencia tecnológica de la región respecto a China. Mario de las Cases, gerente de asuntos públicos de COSCO Shipping, enfatizó que este proyecto no solo beneficiará a Perú, sino a toda América Latina, al abrir nuevas rutas comerciales con Asia.
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China reemplazó a Estados Unidos en el liderazgo económico regional, pero el impacto trasciende lo comercial. La presencia china también se manifiesta en sectores estratégicos como la minería, la energía y las telecomunicaciones, consolidando una influencia que preocupa a los analistas geopolíticos. Laura Richardson, excomandante del Comando Sur de Estados Unidos, lo advirtió claramente: China está «en la zona roja de nuestra patria», una metáfora que refleja la proximidad y el alcance de su influencia.
China y su yunta con Brasil
En este contexto, América Latina enfrenta dilemas complejos. Si bien las inversiones chinas han traído desarrollo y modernización, también han generado dependencias económicas y riesgos asociados a la falta de diversificación. Por su parte, Estados Unidos se encuentra en una encrucijada: necesita redefinir su estrategia para recuperar relevancia en un terreno que alguna vez manifestó su patio trasero.
El caso de Brasil es emblemático en esta dinámica. Bajo el liderazgo de Xi Jinping, China se ha convertido en el principal comprador de productos agrícolas y minerales brasileños, mientras que empresas como Huawei dominan el mercado de telecomunicaciones. Este estrecho vínculo comercial refleja cómo Beijing ha aprovechado las oportunidades que Estados Unidos dejó de lado, consolidando alianzas con países que buscan diversificar sus mercados.

China reemplazó a Estados Unidos también en la narrativa de cooperación internacional, presentándose como un socio dispuesto a invertir sin imponer condiciones políticas. Sin embargo, algunos críticos señalan que este enfoque ha sido acompañado de prácticas como la deuda impagable, que podría limitar la soberanía económica de los países deudores en el futuro. Este modelo de «trampa de deuda», según algunos expertos, contrasta con los métodos tradicionales de financiamiento estadounidense, aunque los resultados en términos de impacto inmediato parecen favorecer a Beijing.
EE.UU. tiene poco que ofrecer
En los foros multilaterales como la cumbre de APEC en Lima y el G20 en Río de Janeiro, las diferencias entre las estrategias de ambos países se hicieron evidentes. Mientras China desplegó una agenda clara de inversión y cooperación, Estados Unidos llegó con poco que ofrecer, un vacío que subraya la necesidad de una reorientación urgente de su política exterior hacia América Latina.
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En este escenario, los líderes latinoamericanos también tienen un papel clave. Aunque algunos ven en China una oportunidad sin precedentes, otros se muestran cautelosos ante los posibles riesgos. Sin embargo, la mayoría parece coincidir en que depender exclusivamente de una sola potencia económica, ya sea China o Estados Unidos, podría ser contraproducente. Diversificar las relaciones internacionales se perfila como una prioridad para la región en los próximos años.
China reemplazó a Estados Unidos no solo como socio comercial, sino también como un actor estratégico en el hemisferio occidental. La inauguración de proyectos como el puerto de Chancay simboliza un cambio de época, mientras que las respuestas de Washington parecen quedarse cortas frente a la magnitud de este desafío. Para América Latina, el reto será equilibrar sus intereses económicos con una visión a largo plazo que evite caer en nuevas formas de dependencia.