Mientras en Occidente los titulares se consumen entre guerras, inflación y elecciones polarizadas, al otro lado del mundo se libra una batalla de otra índole. Sin soldados, sin explosiones y sin drones, se despliega una estrategia silenciosa y meticulosa que empieza a inclinar la balanza del poder global. En esta nueva contienda, China está ganando la guerra sin disparar. Y lo está haciendo con herramientas que parecen inofensivas: tratados comerciales, planes quinquenales, subsidios estratégicos, inversiones en innovación y una diplomacia que apuesta por la estabilidad en un planeta en caos.
Así lo plantea María Fe Celi Reyna, analista política peruana, residente en China desde 2018 y candidata a doctora en Historia Global por la Universidad de Shanghái. En su artículo publicado en Russia Today, titulado: “China le responde a Trump: la apuesta por la estabilidad en un mundo en caos”, Celi Reyna ofrece una radiografía precisa del momento político y económico que atraviesa China. Con un enfoque que entrelaza lo local y lo global, su análisis apunta a que, frente al desorden creciente que se origina en Washington, Pekín ha decidido reforzar su base interna mientras lanza una invitación al mundo: una nueva forma de desarrollo es posible.
China está ganando la guerra sin disparar
En este escenario, las Dos Sesiones del parlamento chino —el evento político más importante del año en ese país— se convierten en una pieza clave. Más que una vitrina de anuncios espectaculares, han sido la confirmación de un rumbo. Mientras Trump vuelve a proponer aranceles y muros, China afianza su economía planificada, con metas claras: un crecimiento del PIB del 5 %, mantener la inflación controlada en 2 %, reducir el déficit y emitir 1,3 billones de yuanes en bonos públicos. Más allá de las cifras, lo que destaca es la claridad del plan. China está ganando la guerra sin disparar, porque mientras otros improvisan, el Gigante Asiático planifica.
No se trata solamente de producción o comercio. El concepto de “desarrollo de calidad” que impulsa el gobierno chino abarca innovación tecnológica, bienestar social y sostenibilidad. En 2024, Pekín se ha comprometido a reducir la intensidad energética en 3 %, modernizar la agricultura y avanzar en la “economía de las canas”, una respuesta al envejecimiento poblacional que ya afecta a un 22 % de sus habitantes. Esta noción de progreso integral, centrada en las personas y no solo en el capital, contrasta con el modelo neoliberal que tambalea en otras latitudes.

Inteligencia Artificial y robótica
Y si hay un campo donde la batalla se libra con especial intensidad es el tecnológico. Durante las sesiones parlamentarias, uno de los temas centrales fue la inteligencia artificial, destacando el nombre de Deepseek, un software chino que ha comenzado a generar expectativas en todos los niveles educativos y sociales. El gobierno de Pekín ya ha anunciado que los cursos de IA formarán parte del currículo escolar en todos los niveles. Esta jugada no es menor: se trata de preparar a una nueva generación para liderar el futuro. “China está ganando la guerra sin disparar” porque está invirtiendo en cerebros, no en balas.
Mientras tanto, en el exterior, la apuesta es igual de ambiciosa. China sabe que necesita capitales y alianzas. Por eso no se encierra: amplía sectores para la inversión extranjera, desde las telecomunicaciones hasta la educación. Además, promete trato de nacional a los inversores y apoyo para que reinviertan. Frente al proteccionismo de Washington, Pekín responde con apertura. El reciente Foro de Desarrollo de China fue la prueba: más de 700 invitados, incluyendo a CEOs de Apple, Nestlé, Ikea y Río Tinto, escucharon al premier Li Qiang defender la globalización como el camino hacia un “crecimiento global estable”. Una manera sutil, pero firme, de decirle al mundo que hay una alternativa al caos.
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Este mensaje también tiene un destinatario evidente: Estados Unidos. A diferencia del pasado, donde las potencias se confrontaban directamente, hoy la guerra es de narrativas, mercados y confianza. Pekín no necesita levantar la voz. No hace falta. Como escribió María Fe Celi Reyna, “si tu enemigo se equivoca, no lo interrumpas”. “China está ganando la guerra sin disparar” porque mientras el Pentágono se desgasta en conflictos eternos, el Partido Comunista Chino alinea políticas públicas con objetivos a largo plazo.
Incentivo al mercado interno
Incluso la forma en que China enfrenta el consumo interno revela una estrategia refinada. Tras la pandemia, el gasto de los ciudadanos ha disminuido, producto de la incertidumbre. Para contrarrestarlo, el gobierno ha ofrecido bonos que permiten descuentos importantes en productos de tecnología y otros bienes. Aunque aún no se ha logrado la confianza plena del consumidor, se trata de medidas coherentes con una política económica dirigida, pero flexible. Y en esa mezcla, está su fuerza.
En el ámbito diplomático, Wang Yi, ministro de Asuntos Exteriores, reiteró los principios de la política internacional china: multilateralismo, paz y cooperación ganar-ganar. Aunque suene repetitivo, este discurso está alineado con una acción concreta. Mientras Estados Unidos sanciona, China tiende puentes. Así lo demuestra su acercamiento a América Latina, África y Asia Central, regiones donde ofrece inversión e infraestructura a cambio de estabilidad política. “China está ganando la guerra sin disparar” porque no busca cambiar regímenes, sino abrir rutas comerciales.
China gana adeptos por lógica
Detrás de esta estrategia hay una convicción: el mundo está entrando en una nueva etapa. Lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, como diría Gramsci. En ese interregno, el modelo chino gana adeptos no por imposición, sino por lógica. Las grandes empresas quieren seguridad jurídica, un mercado estable, y proyección. Justo eso es lo que China promete. Mientras Washington empuja a sus aliados a elegir bandos, China les ofrece beneficios tangibles. Sin chantajes, sin condiciones ideológicas.

El factor Trump, sin embargo, sigue siendo un catalizador. Su política de aranceles, que muchos esperaban que terminara con Biden, se ha mantenido y hasta profundizado. Esto ha generado desconfianza en el sistema global de comercio, pero también ha incentivado a China a diversificar mercados y consolidar tratados con otros bloques. Desde el sudeste asiático hasta América del Sur, el gigante asiático está sellando alianzas. Así, mientras unos levantan muros, otros tejen redes.
En esta silenciosa partida de ajedrez, la paciencia es la reina. Y los chinos, con su milenaria tradición estratégica, lo saben mejor que nadie. Xi Jinping lo dejó claro al reunirse con más de 40 líderes empresariales del mundo: la estabilidad es el bien más valioso del siglo XXI. El mensaje fue directo: el que quiera apostar por el futuro, debe considerar a China. “China está ganando la guerra sin disparar” porque está ofreciendo certeza en medio de la tormenta.
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No es una fórmula única
Es cierto que no todo en el modelo chino es replicable o ideal. Las críticas a su sistema político, el control de la información o los derechos humanos están presentes y deben debatirse. Pero ignorar la fuerza que hoy representa en el tablero global sería un error estratégico. Frente al declive de viejos imperios, el ascenso de China parece inevitable. Y no por la vía de la confrontación, sino por una táctica tan antigua como eficaz: vencer sin luchar.
Mientras Occidente se desgasta en sus contradicciones, China sigue adelante con un plan. Un plan que, guste o no, está funcionando. Quizás, el mayor desafío del resto del mundo no será detener a China, sino comprender cómo logró posicionarse sin disparar una sola bala. Porque, en esta guerra del siglo XXI, los tratados pesan más que los tanques. Y las tarifas mal diseñadas, más que frenar, parecen acelerar la marcha del gigante asiático.