China no se beneficia ni con Trump y menos con Biden en la Oficina Oval post electoral

La complejidad de las relaciones internacionales en el siglo XXI se refleja claramente en el tenso vínculo entre Estados Unidos y China, dos potencias que han definido el curso de la economía y política global en las últimas décadas.

La llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos marcó un punto de inflexión en la diplomacia entre Washington y Pekín, con la implementación de políticas comerciales agresivas destinadas a reducir el déficit comercial estadounidense y proteger la propiedad intelectual de su país.

Sin embargo, la esperanza de un cambio en la dirección de estas políticas con la administración de Joe Biden se ha visto frustrada, ya que, lejos de suavizar las tensiones, el nuevo gobierno ha mantenido e incluso intensificado las medidas restrictivas. Este escenario plantea interrogantes sobre las perspectivas de China en un contexto de continua presión política y económica desde la Oficina Oval.

A China al parecer le da lo mismo

Este análisis se basa en el trabajo de Nik Martin, redactor de Deutsche Welle, quien en su artículo: «Biden o Trump: ¿a quién prefiere China?» examina cómo las sucesivas administraciones estadounidenses han abordado la relación con China. Martin, conocido por su habilidad para contar historias y su experiencia como reportero de radio, ofrece una perspectiva crítica sobre la evolución de esta dinámica geopolítica y sus implicaciones para el gigante asiático.

China
La llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos marcó un punto de inflexión en la diplomacia entre Washington y Pekín, con la implementación de políticas comerciales agresivas destinadas a reducir el déficit comercial estadounidense y proteger la propiedad intelectual de su país. Ilustración MidJourney

El Gigante Asiático, bajo el liderazgo de Xi Jinping, ha experimentado un rápido crecimiento económico y una expansión de su influencia global, desafiando el dominio tradicional de Estados Unidos. La respuesta de Trump a este ascenso fue clara: imposición de aranceles y sanciones que buscaban frenar la expansión china, justificadas por acusaciones de prácticas comerciales injustas y robo de propiedad intelectual. La guerra comercial resultante no solo afectó a las dos naciones involucradas, sino que también tuvo un impacto significativo en la economía global, reconfigurando cadenas de suministro y alterando mercados internacionales.

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Biden apretó más las tuercas

Con la elección de Biden, muchos anticiparon un enfoque más conciliador hacia China. No obstante, estas expectativas no se materializaron. En lugar de aliviar las tensiones, Biden ha continuado la estrategia de su predecesor, manteniendo la mayoría de los aranceles e incluso ampliando las restricciones en áreas críticas como la tecnología y la seguridad nacional. Esta persistencia sugiere una visión compartida en el establishment político estadounidense sobre la necesidad de contrarrestar la ascendencia china, a pesar de las diferencias partidistas.

La administración Biden ha ido más allá, implementando un embargo de chips semiconductores, una medida que busca cortar el acceso de China a tecnologías clave para su desarrollo tecnológico futuro. Esta decisión, aunque estratégica desde el punto de vista estadounidense, ha provocado una respuesta resuelta de China, que ha anunciado inversiones masivas para desarrollar su propia industria de semiconductores. Este pulso tecnológico no solo revela la competencia por la supremacía en la innovación sino también una profunda desconfianza mutua en cuestiones de seguridad nacional.

Firmemente pragmáticos

Frente a estas medidas, la reacción de China ha sido pragmática pero firme, buscando alternativas para asegurar su desarrollo tecnológico y reducir su dependencia de proveedores extranjeros. La inversión de 250.000 millones de dólares en la producción nacional de chips es testimonio de la determinación de Pekín de alcanzar la autosuficiencia en este sector estratégico, un objetivo que se ha vuelto aún más crítico en el contexto de las restricciones impuestas por Estados Unidos.

China
Joe Biden, lejos de suavizar las tensiones, el nuevo gobierno mantuvo e incluso intensificó las medidas restrictivas. Este escenario plantea interrogantes sobre las perspectivas de China en un contexto de continua presión política y económica desde la Oficina Oval. Ilustración MidJourney.

La pregunta sobre la preferencia de China entre Trump o Biden es compleja. Aunque las políticas de Biden hacia China han sido continuistas con las de Trump, la previsibilidad de su administración podría ser vista con menos recelo por Pekín en comparación con la imprevisibilidad y el estilo confrontativo de Trump. Sin embargo, esto no implica una aceptación de la situación por parte de China, que se prepara para un largo periodo de competencia estratégica con Estados Unidos.

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Habrá tensiones con cualquiera

La posición de expertos como Michele Geraci y Antonio Fatas refleja un consenso en que las tensiones comerciales y tecnológicas entre Estados Unidos y China probablemente persistirán, independientemente de quien ocupe la Oficina Oval. Las implicaciones de esta rivalidad son profundas, no solo para las dos naciones involucradas, sino para la economía y la política global. La gestión de esta relación será crucial para definir el futuro del orden internacional en las próximas décadas.

China se enfrenta a un desafío significativo en su relación con Estados Unidos, con pocas señales de alivio en el horizonte, independientemente de la administración de turno. La continuidad de las políticas restrictivas de Biden refleja una estrategia de largo plazo destinada a contener el crecimiento de China, un objetivo que parece trascender las divisiones partidistas en Washington. Para China, esto significa navegar un ambiente internacional cada vez más hostil, buscando formas de asegurar su desarrollo y proteger sus intereses estratégicos en un mundo cada vez más polarizado.

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