Beijing, la capital del gigante asiático, ha dado un giro inesperado que ha sorprendido a los analistas financieros de todo el mundo. En un intento por revitalizar su vacilante economía, las autoridades chinas han desplegado un conjunto de estrategias que recuerdan al agresivo estilo de intervención de los actores de Wall Street. El gobierno ha lanzado una serie de medidas que van desde la reducción de tasas de interés hasta el fomento de préstamos para la compra de acciones y bienes raíces, un enfoque que podría estar destinado a cambiar la percepción del régimen comunista hacia un modelo más cercano al capitalismo financiero. La movida se produjo en un momento en el que los mercados bursátiles chinos parecían estar en caída libre y los inversores se preparaban para abandonar sus posiciones.
Keith Bradsher, jefe de la oficina de The New York Times en Beijín, junto a Chris Buckley y Meaghan Tobin, corresponsales del mismo diario en Taipei, publicaron recientemente un artículo titulado: “El cambio de política de China provoca un repunte bursátil ‘alucinante'». En este reportaje, el equipo describe cómo el gobierno chino ha entusiasmado a los inversores con medidas que buscan estabilizar el mercado bursátil, al tiempo que los líderes del Politburó han hecho llamados para reforzar la economía del país con decisiones que evocan a las tomadas en. el corazón de la Bolsa de Nueva York. Los periodistas señalan que, tras una serie de anuncios, los mercados bursátiles de Shanghái y Shenzhen han registrado subidas espectaculares, generando un optimismo que pocos habrían predicho hace apenas unas semanas.
Beijín hace historia
El fenómeno ha sido particularmente notorio en el índice CSI 300, un termómetro de las grandes empresas chinas, que ha subido casi un 35% en los últimos diez días. Beijín parece estar capitalizando la percepción de que el mercado puede ser rescatado con una combinación de estímulos financieros, pero sin comprometerse a un programa continuo de intervenciones. Para los pequeños inversionistas chinos, esto ha sido motivo de una fiebre bursátil que recuerda los días dorados del auge inmobiliario, cuando las familias colocaban sus ahorros en propiedades con la expectativa de que los precios seguirían subiendo indefinidamente. Ahora, el mercado de valores parece haber ocupado ese espacio, y la presión de las autoridades para revitalizarlo sugiere que Beijín está dispuesto a jugar un papel más protagónico en la manipulación del capital.

Sin embargo, algunos analistas advierten que este repunte podría ser temporal si el gobierno no aborda los problemas de fondo que aquejan a la economía china. La desconfianza de los consumidores y la sobreoferta en el mercado inmobiliario han sido dos de los factores que han mantenido a la economía estancada durante los últimos tres años. Beijín ha intentado detener la hemorragia con recortes en los pagos iniciales para hipotecas y flexibilizando las restricciones a la compra de propiedades, pero los resultados no han sido suficientes para frenar la caída de los precios de la vivienda. Las reformas actuales, aunque audaces, pueden ser sólo un paliativo temporal.
Milagro chino 2.0
El cambio de política de Beijín se produjo a finales de septiembre, cuando el banco central chino, junto con otras agencias financieras, anunció recortes en las tasas de interés y un relajamiento de las regulaciones para los préstamos destinados a la compra de acciones. El gobierno se apresuró a recalibrar su postura tras constatar que los indicadores económicos del verano estaban lejos de ser catastróficos, pero sí preocupantes. Esta nueva línea de acción descubrió a los inversores, quienes habían asumido que el Partido Comunista se mantendría al margen de las fluctuaciones del mercado por algún tiempo. La repentina intervención ha generado un entusiasmo desenfrenado entre los pequeños y grandes inversionistas, quienes ahora buscan capitalizar el nuevo impulso bursátil antes de que el gobierno vuelva a soportar su posición.
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El sentimiento alcista no ha sido exclusivo de los inversores locales. El frenesí también ha captado la atención de los inversores internacionales, que ven una oportunidad para beneficiarse de lo que algunos llaman el “milagro chino 2.0”. Plataformas de negociación como Snowball y Tiger Brokers han visto un aumento significativo en la actividad de sus usuarios, muchos de los cuales son inversores extranjeros que temen perderse lo que podría ser la mayor subida de las últimas décadas en los mercados chinos. Beijín, consciente de la atención que esto genera, ha mantenido un discurso moderado, impidiendo promesas explícitas de estímulos continuos, lo que añade un grado de incertidumbre a la euforia actual.
Aprender de la historia
Para los veteranos del mercado chino, las recientes maniobras del gobierno evocan recuerdos de 2015, cuando una intervención similar terminó en un desplome masivo. En aquel momento, el CSI 300 duplicó su valor en cuestión de meses, impulsado por una ola de compras masivas facilitadas por el crédito barato. Pero la euforia dio paso al pánico cuando los inversores, muchos de los cuales habían pedido préstamos para comprar acciones, se encontraron incapaces de cubrir sus posiciones a medida que los precios se desplomaban. Beijín, en ese entonces, se vio obligado a intervenir de manera aún más agresiva para estabilizar el mercado, una lección que aparentemente no ha sido olvidada por los reguladores.
No obstante, la situación actual es distinta en varios aspectos clave. A diferencia de 2015, el mercado inmobiliario —una de las principales fuentes de riqueza de los hogares chinos— está en declive. Beijín ha hecho un esfuerzo concertado para evitar que la caída de los precios inmobiliarios se convierta en una espiral descendente que arrastre a otros sectores económicos. Al fomentar la inversión en acciones, el gobierno espera desviar el capital hacia el mercado bursátil, en lugar de que se fugue al exterior o se mantenga congelado en cuentas de ahorro que no contribuyen al crecimiento económico.

El gobierno es actor clave
Por ahora, el éxito de las medidas implementadas dependerá en gran medida de la capacidad del gobierno para mantener la estabilidad en un entorno de alta volatilidad. Los discursos de los líderes del Partido Comunista han oscilado entre el optimismo y la cautela, conscientes de que un mal movimiento podría deshacer los avances logrados hasta ahora. La incógnita radica en si Beijín realmente está dispuesto a abrazar un enfoque más cercano al de Wall Street, o si este cambio de rumbo es sólo una táctica temporal para ganar tiempo mientras el gobierno busca una estrategia más sostenible para lidiar con los desafíos estructurales de su economía.
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Por otro lado, la falta de detalles concretos sobre los próximos pasos del gobierno chino ha alimentado la especulación. Muchos observadores creen que Beijín podría estar probando el terreno antes de embarcarse en un programa de reformas más profundas que incluya una reestructuración significativa del mercado inmobiliario y un cambio en las políticas de consumo interno. Hasta entonces, el mercado seguirá siendo un terreno de apuestas y nerviosismo, con inversores y analistas mirando cada movimiento de los líderes chinos en busca de pistas sobre el futuro. Para Beijing, la clave estará en equilibrar la necesidad de crecimiento con la estabilidad social, un desafío monumental que definirá el curso de la economía china en los próximos años.