La “raza estadounidense” odia a inmigrantes, discapacitados y liberales, again

La «raza estadounidense» está de regreso, y con ella ha resurgido una ola de odio que parecía cosa del pasado. La administración de  Donal Trump ha dado rienda suelta a políticas que reflejan las peores sombras de la historia estadounidense, apuntando directamente contra tres grupos: inmigrantes, personas con discapacidad y aquellos comprometidos con políticas de diversidad, equidad e inclusión. El discurso que justifica estas acciones se basa en una retórica nacionalista que resuena inquietantemente con el auge de la eugenesia y el supremacismo blanco que marcaron la década de 1920. En ese entonces, la «raza estadounidense» era vista como un baluarte de la supremacía blanca y la pureza racial, una ideología que ahora regresa de manera alarmante bajo el liderazgo de un movimiento político radical conocido como MAGA. El legado de odio y discriminación ha encontrado un nuevo vehículo en las políticas de Trump, cuya promesa de «Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande» parece sustentarse en la exclusión y el castigo de los sectores más vulnerables de la sociedad.

El contexto de este resurgimiento ha sido ampliamente documentado por el profesor Alex Green, de la Escuela Kennedy de Harvard. Green es autor del próximo libro «A Perfect Turmoil: Walter E. Fernald and the Struggle to Care for America’s Disabled» y profesor visitante en el Proyecto sobre Discapacidad de la Facultad de Derecho de Harvard, además de investigador principal en el Programa de Negociación de la Facultad de Derecho de Harvard y profesor visitante en el Instituto Lurie de Políticas sobre Discapacidad de la Universidad Brandeis. En un artículo reciente publicado en The Conversation titulado: “Los oscuros paralelismos entre los Estados Unidos de la década de 1920 y el clima político actual”, Green expone cómo las políticas y discursos de la administración Trump reflejan una peligrosa continuidad con las medidas eugenesias y migratorias de hace un siglo. La comparación no es accidental: el discurso nacionalista y supremacista de Trump bebe directamente de las mismas fuentes ideológicas que impulsaron la Ley Johnson-Reed de 1924 y la decisión de la Corte Suprema en el caso Buck v. Bell de 1927, que legitimó la esterilización forzada de personas con discapacidades intelectuales.

El discurso que justifica estas acciones se basa en una retórica nacionalista que resuena inquietantemente con el auge de la eugenesia y el supremacismo blanco que marcaron la década de 1920. En ese entonces, la «raza estadounidense» era vista como un baluarte de la supremacía blanca y la pureza racial, una ideología que ahora regresa de manera alarmante bajo el liderazgo de un movimiento político radical conocido como MAGA. Ilustración MidJourney

La «raza estadounidense» se halla en MAGA

La «raza estadounidense», un concepto que tomó fuerza en la década de 1920, sirvió como herramienta para justificar la exclusión de los inmigrantes no blancos y la implementación de políticas eugenésicas. En el período posterior a la Primera Guerra Mundial y la pandemia de gripe de 1918, Estados Unidos experimentó una ola de paranoia y resentimiento. El sacrificio de más de 116.000 soldados y el colapso social generado por la pandemia dejaron una profunda cicatriz en el tejido nacional. Este vacío fue rápidamente ocupado por narrativas que culpaban a los inmigrantes, las personas discapacitadas y las minorías raciales de todos los males de la sociedad. Políticos y líderes sociales promovieron entonces la idea de que preservar la «raza estadounidense» requería proteger la pureza racial y evitar la mezcla con grupos considerados biológicamente inferiores. Esa misma lógica parece estar detrás de las políticas actuales de Trump, que ha señalado directamente a los inmigrantes y las personas con discapacidades como obstáculos para la grandeza nacional.

Un ejemplo claro de esta continuidad histórica es el caso de Buck v. Bell , donde la Corte Suprema permitió la esterilización forzada de personas con discapacidades intelectuales en nombre del «bien común». El juez Oliver Wendell Holmes Jr., en su otoño de 1927, afirmó que «tres generaciones de imbéciles son suficientes», consolidando la doctrina eugenésica como política de Estado. Este razonamiento, aunque disfrazado de pragmatismo médico y científico, fue utilizado para justificar una política sistemática de eliminación de aquellos considerados «indeseables». En el presente, Trump y sus aliados han recurrido a un discurso muy similar para deshumanizar y marginar a las personas con discapacidades, presentándolas como una carga para el sistema y un obstáculo para la eficiencia gubernamental.

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A deportar a los marrones

La política migratoria actual de la administración Trump también refleja la mentalidad supremacista de los años 20: hoy y en e pasado no quieren a los “marrones”. La Ley Johnson-Reed de 1924, que restringió severamente la inmigración de países no europeos, fue impulsada por la creencia de que los inmigrantes del sur y este de Europa eran una amenaza para la pureza racial estadounidense. La actual retórica de Trump, que señala a los inmigrantes latinoamericanos y musulmanes como amenazas para la seguridad y la economía nacional, es una reedición de esa misma ideología. La decisión de Trump de cancelar las protecciones legales para más de 350.000 inmigrantes venezolanos en Estados Unidos y su desafío al derecho de ciudadanía por nacimiento son medidas que, aunque presentadas como respuestas a problemas de seguridad y economía, reflejan una política de exclusión racial profundamente enraizada.

El odio hacia las personas con discapacidades también ha sido una constante en la administración de Trump. En enero de 2025, Trump culpó a empleados discapacitados de la Administración Federal de Aviación por una colisión aérea que mató a 67 personas, insinuando que la discapacidad de los controladores aéreos fue la causa del accidente. Esta actitud refleja un desprecio sistémico hacia las personas con discapacidades, similar al impulso eugenésico que llevó a la esterilización forzada en la década de 1920. La idea de que las personas con discapacidades son «menos competentes» y «una carga» para la sociedad está profundamente arraigada en la ideología de la «raza estadounidense», que Trump y su movimiento han reactivado con notable éxito.

La política migratoria actual de la administración Trump también refleja la mentalidad supremacista de los años 20: hoy y en e pasado no quieren a los “marrones”. La Ley Johnson-Reed de 1924, que restringió severamente la inmigración de países no europeos, fue impulsada por la creencia de que los inmigrantes del sur y este de Europa eran una amenaza para la pureza racial estadounidense. Ilustración MidJourney.

Iguales, todos somos iguales

El tercer objetivo de Trump —los liberales y las políticas de diversidad, equidad e inclusión— también encaja en esta narrativa de exclusión. En la década de 1920, el auge del Ku Klux Klan y otros movimientos supremacistas estuvo acompañado de una feroz campaña contra las ideas progresistas y los intentos de ampliar los derechos civiles. La administración de Trump ha intensificado una guerra cultural contra las políticas de diversidad y equidad, presentándolas como amenazas para la identidad nacional. Las órdenes ejecutivas que prohíben programas de formación sobre diversidad en el gobierno federal y la demonización de las políticas de inclusión en el sector privado son expresiones contemporáneas de la misma reacción conservadora que caracterizó a la política estadounidense de hace un siglo.

El resurgimiento de la «raza estadounidense» bajo la bandera de Trump no es casualidad. Es el resultado de un proceso histórico cíclico en el que el resentimiento social y la incertidumbre económica se traducen en políticas de exclusión y odio. La historia demuestra que este tipo de discursos no solo fracturan a la sociedad, sino que también legitiman la violencia y la represión estatal. La administración de Trump, al igual que el gobierno de Calvin Coolidge en la década de 1920, ha optado por canalizar el descontento social hacia los sectores más vulnerables, justificando la discriminación como una forma de preservar la identidad nacional.

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El peligro de este resurgimiento no reside únicamente en las políticas específicas que implementan la administración de Trump, sino en la legitimación de un discurso supremacista que podría consolidarse a largo plazo. La historia enseña que el odio institucionalizado no desaparece fácilmente. La «raza estadounidense» está de regreso, y con ella, las políticas de exclusión y opresión que alguna vez definieron una de las etapas más oscuras de la historia estadounidense. La pregunta es si esta vez el país aprenderá de su pasado o volverá a repetirlo.

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