El rey está desnudo. No es una metáfora cualquiera, sino la realidad política expuesta en cada movimiento de los líderes que dominan la agenda internacional. La frase del cuento de Hans Christian Andersen cobra vigencia cuando observamos a Donald Trump, Vladimir Putin y Volodímir Zelenski, tres figuras que, aunque distintas en sus estilos y motivaciones, encarnan las contradicciones y tensiones del mundo contemporáneo. En el juego de la diplomacia y la guerra, de las alianzas y las traiciones, la humillación y el poder se convierten en herramientas de negociación. Mientras algunos se desvisten de sus máscaras y se muestran vulnerables, otros intentan cubrirse con ropajes de autoridad que solo sirven para ocultar su fragilidad.
Héctor Abad Faciolince, escritor y periodista colombiano, ha analizado esta dinámica con ojo crítico en su reciente publicación en EL PAÍS de España, titulada: “La humillación como táctica”. Condecorado con múltiples premios de periodismo y literatura, Abad ha sido una de las voces más incisivas en la crítica política latinoamericana y global. Su ensayo denuncia cómo la estrategia de intimidación se ha convertido en la norma de las relaciones internacionales, evidenciando el despliegue de poder de Trump y Putin, y la resistencia solitaria de Zelenski en una guerra que trasciende el campo de batalla y se libra también en el lenguaje y la imagen pública.
El rey está desnudo: ¿Cuál?
El rey está desnudo cuando Trump intenta reducir la geopolítica a una cuestión de atuendo. En su más reciente encuentro con Zelenski en la Casa Blanca, el presidente estadounidense no perdió oportunidad para marcar territorio. Desde su primera intervención, la burla no se hizo esperar: «¡Mira, viniste vestido de fiesta!» dijo con ironía, en una escena que habría sido cómica de no ser por la crudeza del momento. Luego, en un tono aún más condescendiente, un periodista de su círculo insistió: «¿No dispones de un traje?». La insistencia no era casual. El objetivo no era otro que ridiculizar al presidente ucraniano, mostrándolo como un líder inadecuado, como alguien que no se ajusta a las reglas del poder en Occidente.

Pero si Trump se burla, Putin lo humilla. Su estrategia de poder ha sido siempre la imposición y el sometimiento. No solo en el plano militar, con la invasión de Ucrania, sino en su propia política interna, donde la oposición se enfrenta a detenciones, exilios forzados o, en casos extremos, a la muerte. La guerra en Ucrania no es solo una lucha por territorio; es un pulso entre dos modelos de gobierno: uno autocrático y expansionista frente a otro que, con todas sus limitaciones, busca sostener un sistema democrático. Zelenski representa ese último bastión, y por eso es atacado. No solo con armas, sino con desprecio. La propaganda rusa insiste en presentarlo como un «payaso», un «actor fracasado», una «marioneta de Occidente«. El rey está desnudo cuando la guerra se disfraza de eufemismos y se pretende ocultar como una “operación especial”, como insiste en llamarla el Kremlin.
Cualquiera será humillado
La humillación como táctica de Trump y Putin no funciona solo contra Zelenski, sino contra cualquier adversario que desafíe su control. Desde que Trump regresó a la Casa Blanca, el escenario para Europa y América Latina cambió restrictivamente. La democracia dejó de ser un principio rector para convertirse en una moneda de cambio, y las alianzas internacionales ahora están sujetas a la voluntad de un líder que solo reconoce la lealtad incondicional. Putin, por su parte, continuará su expansión, sabiendo que tiene en Trump un aliado tácito que admira su estilo de gobierno.
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Mientras tanto, Zelenski sigue en pie, vestido con su uniforme verde militar, como un recordatorio de que su país sigue en guerra. Su vestimenta no es un capricho ni un gesto de arrogancia, sino un símbolo de resistencia. Lleva tres años vistiéndose igual, y lo ha hecho ante Biden, Macron, el rey Carlos III y el papa Francisco. Ninguno de ellos cuestionó su atuendo, porque entendieron su mensaje. Pero Trump y sus seguidores no buscan comprender; buscan algo. El rey está desnudo cuando la política se reduce a una cuestión de apariencias, cuando lo simbólico se manipula para desacreditar a quien se resiste a doblegarse.
Espíritu de un déspota
Esta no es la primera vez que Trump humilla a sus aliados. Lo hizo con México al amenazar con aranceles si no frenaban la migración. Lo hizo con Canadá al renegociar el tratado comercial bajo sus condiciones. Lo hizo con la OTAN al insinuar que Estados Unidos solo protegería a los países que “pagaran lo suficiente”. Su lógica es simple: la lealtad se compra, el poder se impone y los débiles deben someterse. En ese mundo, Zelenski no encaja, porque no está dispuesto a ceder.
Putin, por su parte, ha encontrado en la intimidación su principal estrategia de control. Con la represión interna consolidada, su objetivo es proyectar poder más allá de sus fronteras. La guerra en Ucrania es su carta para demostrar que puede desafiar a Occidente sin consecuencias reales. Y hasta ahora, lo ha logrado. La fatiga de la guerra empieza a calar en Europa, las voces que piden negociar con Moscú se multiplican, y Trump no oculta su admiración por el líder ruso.

El rey está desnudo cuando la democracia se debilita ante el avance de la autocracia. Si Europa y el resto del mundo no reconocen la amenaza, si no refuerzan su unidad y su compromiso con los valores democráticos, corren el riesgo de perder la batalla sin haber disparado un solo tiro. La humillación es solo el primer paso. Después viene la rendición.
Gritos en el despacho
Zelenski ha demostrado que no está dispuesto a rendirse. Su respuesta a la burla de Trump fue clara: «Volveré a ponerme el disfraz cuando termine esta guerra, quizás con un traje como el tuyo. Tal vez algo mejor, ya veremos. O quizás más barato». Con esta frase, no solo rechazará la humillación, sino que revirtió el ataque con una ironía calculada. Pero las palabras no bastan. Ucrania necesita apoyo real, no solo declaraciones de solidaridad.
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El panorama internacional está en un punto de inflexión. Trump busca reconstyruir a la nación desde la Casa Blanca, Putin sigue su ofensiva, y Zelenski resiste en un frente que ya no es solo militar, sino también diplomático y simbólico. El rey está desnudo cuando el poder se despoja de su legitimidad y solo queda la imposición de la fuerza. Si el mundo no reacciona, si las democracias no se fortalecen y si el engaño de los autoritarios sigue ganando terreno, tal vez, cuando nos demos cuenta, sea demasiado tarde.