El proceso que comenzó con las elecciones primarias de la oposición venezolana, que en su momento fueron vistas como un hito para la unidad y el cambio político en el país, terminó con una conclusión amarga: una derrota para la oposición. Así lo expone Enrique Ochoa Antich en su más reciente artículo publicado en el portal Aporrea, donde analiza con crudeza los errores y desaciertos que llevaron a este desenlace. La expectativa de conquistar el poder a través del voto se desvaneció en una realidad marcada por la represión, la dispersión de liderazgos y la falta de una estrategia efectiva frente a un régimen que, lejos de ceder, reforzó su control.
El autor de este análisis, Enrique Ochoa Antich, es un reconocido político y escritor venezolano con una trayectoria que lo posiciona como una voz crítica dentro del espectro de la izquierda democrática. Fundador del Movimiento al Socialismo (MAS) y exsecretario general de esta organización en la década de los noventa, ha sido un observador constante de la evolución política del país. Su artículo, titulado: “Volver a empezar”, publicado en Aporrea, plantea que la oposición venezolana debe asumir su derrota sin eufemismos y, a partir de ahí, reconstruir una alternativa realista de poder.
Una derrota para la oposición
Desde su análisis, Ochoa Antich insiste en que la oposición tuvo ante sí una oportunidad histórica para consolidar una opción viable de cambio, pero en lugar de aprovecharla, incurrió en errores que la condenaron a una derrota para la oposición. La candidatura de una figura inhabilitada legalmente, la dependencia de factores externos como las sanciones y la insistencia en una narrativa de confrontación directa con el chavismo fueron elementos que, a su juicio, contribuyeron a la debacle. Según su planteamiento, se pretendió hacer política con base en deseos más que en hechos concretos, sin considerar que el poder no se entrega sin una negociación o una estrategia efectiva.

A pesar de la aparente cohesión inicial que se mostró en las primarias, la realidad política pronto se encargó de fragmentar el esfuerzo. La oposición apostó a una candidatura que desde el principio enfrentaba obstáculos insalvables, y cuando esos obstáculos se materializaron, el liderazgo no supo maniobrar de manera pragmática. La estrategia de insistir en que el oficialismo debía ceder por simple voluntad moral demostró ser ingenua y, en consecuencia, desembocó en una derrota para la oposición. La represión, las inhabilitaciones y la falta de un plan de contingencia hicieron que la oposición terminara con figuras clave en el exilio, en la clandestinidad o enfrentando procesos judiciales.
Un error grave y conceptual
Ochoa Antich es contundente al señalar que el error de fondo no fue solo táctico, sino conceptual. La oposición se aferró a una visión maximalista donde la única opción válida era el derrocamiento del chavismo por la vía electoral o mediante la presión internacional. Se desechó cualquier posibilidad de negociación o de acuerdos progresivos que permitan una transición ordenada. Esta falta de realismo político, argumenta el autor, condujo directamente a una derrota para la oposición. Mientras la dirigencia opositora apostaba por sanciones y medidas coercitivas, el oficialismo consolidaba sus bases de poder, asegurando su permanencia en el tiempo.
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Ahora, según Ochoa Antich, el reto es recomponer la ruta opositora con una visión más pragmática y menos dogmática. Es necesario abandonar la política del “todo o nada” y construir una alternativa que combine la presión política con la negociación. La historia reciente demuestra que la resistencia sin una estrategia viable solo fortalece al adversario. Si la oposición no aprende de sus errores y no entiende que el cambio solo es posible con acuerdos políticos sólidos, se verá condenada a repetir el mismo ciclo de fracasos. En este sentido, insiste en que hay que dejar de lado la dependencia de factores externos y enfocarse en una construcción política interna que sea sostenible en el tiempo.
El disfraz de la victoria
En su artículo, Ochoa Antich hace una dura crítica a la narrativa de la oposición radical, que ha intentado disfrazar este fracaso como una victoria moral o como un paso necesario hacia el cambio. Para él, no hay espacio para autoengaños: lo que ocurrió fue una derrota para la oposición, y así debe asumirse. La insistencia en caminos inviables y la falta de una propuesta clara han alejado a sectores clave de la sociedad que, ante la falta de alternativas, optan por la indiferencia o la resignación.
Mirando hacia el futuro, el político sugiere que la oposición debe reconstruirse con una nueva generación de líderes que entiendan la realidad del país y estén dispuestos a jugar en el tablero político con inteligencia y no con voluntarismo. La apuesta debe ser por una democracia con alternancia real, lo cual implica reconocer que la política es negociación, no imposición. Para ello, propone dejar atrás la idea de que el chavismo es un bloque monolítico e inquebrantable y, en cambio, trabajar en generar condiciones para una apertura dentro del mismo sistema.

¿Buscan una nueva oposición?
El texto de Ochoa Antich deja abierta la interrogante sobre si es posible reconfigurar una oposición con estas características en el actual contexto venezolano. Con un gobierno que ha demostrado su capacidad de adaptación y una oposición que no termina de definir una estrategia efectiva, la incertidumbre sigue dominando el panorama. Lo que sí parece claro es que, sin un cambio de enfoque, el destino seguirá siendo el mismo: una derrota para la oposición.
En este sentido, el análisis del autor no solo es un diagnóstico de la situación actual, sino también un llamado de atención. Si la oposición insiste en repetir los mismos errores, la posibilidad de una transición democrática seguirá siendo una utopía lejana. Lo que se requiere, en sus palabras, es coraje para enfrentar la realidad y disposición para reconstruir el camino, entendiendo que el poder no se obtiene con discursos grandilocuentes, sino con estrategias realistas y viables.
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La piedra está de nuevo al pie de la montaña, como dice Ochoa Antich, y toca volver a empezar. La pregunta es si la oposición venezolana está dispuesta a aprender de sus errores o si, por el contrario, seguirá atrapada en el ciclo de derrotas que la ha caracterizado en los últimos años. Si no hay un cambio de enfoque, lo que hoy se define como una derrota para la oposición podría convertirse en una derrota permanente para la posibilidad de cambio en Venezuela.