Cooperar es el sendero que, en un país golpeado por la crisis, se presenta como la vía más efectiva para superar las dificultades económicas y reconstruir el tejido productivo. En Venezuela, las heridas dejadas por años de confrontación política y deterioro del aparato productivo han llevado a empresarios y trabajadores a un punto de inflexión: o encuentran formas de colaboración para fortalecer sus relaciones y garantizar la operatividad de las empresas, o se arriesgan a prolongar la inestabilidad económica y social.
El sociólogo venezolano José Antonio Gil Yepes, reconocido por su trayectoria como presidente de la encuestadora Datanálisis entre 1989 y 2011 y profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) entre 1972 y 1990, abordó recientemente este tema en su artículo: “¿Cómo inducir la cooperación empresarios-trabajadores?”, publicado en El Universal. En este análisis, Gil Yepes expone cómo la precariedad económica ha generado un efecto inesperado: la cooperación entre trabajadores y empresarios se ha convertido en una necesidad impostergable. El empobrecimiento ha derribado las barreras de la lucha de clases, obligando a ambas partes a reconocerse mutuamente como aliados estratégicos en la supervivencia del tejido empresarial del país.
En Venezuela cooperar es el sendero
Cooperar es el sendero que han tomado algunas empresas que, ante la crisis, han entendido que la relación con sus trabajadores debe ser más que una simple transacción salarial. Estas empresas han implementado modelos de liderazgo transformador, en los cuales los empleados son parte activa del proceso de toma de decisiones, participan en la planificación y se sienten parte integral del éxito de la compañía. Este modelo, según Gil Yepes, ha demostrado ser un escudo contra las políticas de expropiación y los intentos de intervención estatal, pues los propios trabajadores defienden sus puestos de trabajo y las empresas donde laboran.

Sin embargo, la cooperación no es una realidad en todas las empresas del país. Existen otras que mantienen un modelo de liderazgo transaccional, donde la relación con los trabajadores se limita a la estricta formalidad del contrato: se paga por el trabajo realizado y no hay un esfuerzo real por generar sentido de pertenencia. Si bien este modelo ha permitido mantener cierta estabilidad laboral en tiempos de crisis, no fomentará una integración real entre trabajadores y empleados. Esto deja abierta la posibilidad de que, ante un eventual repunte económico basado en ingresos petroleros y no en la diversificación productiva, la supuesta paz laboral desaparezca y resurjan los conflictos sindicales impulsados por promesas populistas.
Ciclos de confrontación
Cooperar es el sendero que podría evitar que el país caiga nuevamente en ciclos de confrontación entre empresarios y trabajadores. La historia reciente demuestra que el liderazgo autoritario en las empresas, aquel que impone sin escuchar y evadir compromisos con su fuerza laboral, solo conduce a un frágil equilibrio sostenido por la necesidad. En estos casos, la aparente calma laboral es apenas un espejismo que puede desmoronarse ante la menor provocación sindical o política. La falta de diálogo y la ausencia de mecanismos de participación real generan resentimiento y minan la productividad, afectando no solo a los trabajadores, sino también a la rentabilidad de las empresas.
Tambièn puedes leer: Atlantic Council: Beijing orquesta una clase magistral de reinvención y determinación
Gil Yepes propone una solución basada en el método de construcción de Escenarios de Transformación, una herramienta que ha sido utilizada con éxito en otras latitudes para resolver conflictos entre sectores con intereses divergentes. Este método sugiere reunir a empresarios, gerentes, sindicalistas y trabajadores para identificar puntos de convergencia y diseñar estrategias conjuntas que beneficien a todas las partes. En este proceso, se busca que las decisiones sean tomadas en función de la realidad compartida y no desde posiciones ideológicas o intereses individuales.
Humanización del talento
Cooperar es el sendero que permitiría fortalecer el mercado laboral a través de un enfoque más humanizado en la gestión del talento. Gil Yepes destaca la importancia de evaluar a los empleados no solo por su capacidad técnica, sino también por su inteligencia emocional y su disposición al trabajo en equipo. La competencia laboral en el siglo XXI ya no se basa únicamente en habilidades duras, sino en la capacidad de adaptación y cooperación dentro de un entorno cambiante. De igual forma, sugiere una revisión del modelo de gestión de recursos humanos para involucrar más activamente a los supervisores en procesos clave como selección, entrenamiento y evaluaciones, lo que contribuiría a mejorar la relación entre trabajadores y trabajadores.
Pero la cooperación no puede darse en un vacío normativo. La actual legislación laboral venezolana, según Gil Yepes, representa un obstáculo para la recuperación productiva. En su opinión, la Ley del Trabajo vigente ha encarecido la creación de empleos y ha forzado al Estado a utilizar mecanismos como los bonos en lugar de salarios formales para evitar asumir costos de prestaciones sociales insostenibles. Como resultado, los salarios han caído a niveles alarmantes, mientras que el bolívar continúa perdiendo valor debido a una economía que no produce lo suficiente para respaldar una recuperación real. La solución, argumenta el sociólogo, pasa por retomar un marco normativo más flexible, como el que promovió Teodoro Petkoff en la década de 1990, que permitió un mayor equilibrio entre los derechos laborales y la sostenibilidad empresarial.

En la búsqueda de un frente común
Cooperar es el sendero que podría abrir una nueva fase en la relación entre empresarios, trabajadores y el Estado. Si ambas partes logran generar un frente común basado en intereses compartidos, podrían presentar al gobierno propuestas económicas viables que faciliten un entorno propicio para el crecimiento. Esta estrategia no solo aceleraría la recuperación económica, sino que también permitiría diversificar la producción y mejorar la competitividad de las exportaciones venezolanas. En lugar de seguir atrapados en un ciclo de confrontación estéril, el país tiene la oportunidad de construir un modelo productivo basado en la cooperación y la confianza mutua.
El futuro de Venezuela dependerá de la capacidad de su sector productivo para adoptar una cultura de cooperación genuina. Las oportunidades perdidas por falta de diálogo y armonía han sido muchas, pero aún queda margen para rectificar. Si empresarios y trabajadores logran superar la desconfianza y trabajar juntos en pro del desarrollo común, el camino hacia la recuperación será más corto y menos accidentado. Como lo demuestra la experiencia de otros países que han superado crisis profundas, la clave no está en la imposición ni en la resistencia, sino en la construcción de consensos que permiten avanzar sin poner en riesgo la estabilidad económica y social.
Tambièn puedes leer: Coinbase al parecer recuperará legalmente su exchange de criptomonedas
Cooperar es el sendero que, lejos de ser una utopía, representa la estrategia más realista para enfrentar los desafíos que aún quedan por delante. La pregunta no es si es posible lograrlo, sino si los actores clave del país están dispuestos a dar el paso definitivo hacia una nueva era de entendimiento y progreso compartido.